Tomás Rodríguez
Tomás Rodríguez
Hace 55 años, Colón vivió una de las jornadas llena de gloria, sorprendiendo a la prensa nacional por la magnitud de la gesta y por el calor popular, llenando la mayoría de las canchas donde actuaba y haciendo realidad el sueño de jugar en Primera. Fue una fiesta inolvidable, un día hábil de semana, una fecha antes de culminar el torneo más extenso de la historia de Primera "B". Y para salvaguardar a los futbolistas de la alegría y euforia de la gente, debió alojarse hasta horas antes de la consagración de campeón ?cuatro días después, ante Nueva Chicago- en una casa-quinta de un dirigentes de esa entidad, en la hoy ciudad de Sauce Viejo.
El estadio de Humboldt 348, de Atlanta, en el corazón de Villa Crespo, donde Deportivo Español actuaba de local, en tanto se construía su estadio en Santiago de Compostela 3801 (Parque Alte. Brown), estalló de alegría indescriptible la tribuna popular cuando, a los 38', Alfredo Domingo Obberti capitalizó un centro de Alejo Domingo Medina y su voleo de izquierda ingresó en el ángulo superior derecho del arco de Eduardo Casarino, significó un golazo espectacular, el del ascenso de Colón a Primera, mientras miles de hinchas sabaleros cantaban, gritaban y lloraban al propio tiempo, fueron 18 años de jugar en distintos escenarios porteños, bonaerenses y rosarinos hasta lograr concretar el sueño para jugar con los más grandes del fútbol argentino.
El miércoles 14 de diciembre de 1965, Néstor José "Pepe" Canevari jugó un partido excepcional, con el número 9 en la malla sabalera, juntándose con el autor de la conquista, hilvanaron paredes, toques cortos y en una actuación descollante, fueron figuras en una de las tardes más gloriosas hasta entonces en la vida deportiva de Colón.
El tren "El Santafesino" salió el martes a la noche transportando miles de hinchas y simpatizantes; además de numerosos colectivos de distintos lugares de la ciudad, con la esperanza de concretar el sueño de alcanzar el objetivo iniciado en 1948, durante la presidencia de Francisco Ghiano.
Canevari fue el generador de las principales acciones del juego; arrancando desde atrás, mostrando su habilidad, teniendo la pelota el tiempo suficiente, destapándose hacia los laterales, dando el paso justo para recibir el balón sólo, buscando la pierna hábil de Obberti, quien era el definidor de las "paredes", estas acciones finalizaban en el embudo formado por el ritmo penetrante de la carrera del goleador y Oscar Menzer y Ernesto Sarmiento, que se cerraban esperándolos.
El "Monito" Obberti reapareció ante Defensores de Belgrano, cuatro días antes con su sello después de un mes, en la victoria donde el local quedó como único lider, faltando dos fechas, tras recuperarse del desgarro experimentado frente a El Porvenir, quedando fuera del equipo ante San Telmo, Arsenal de Sarandí, fecha libre y Central Córdoba. El pibe que estaba a préstamo de Huracán, fue el autor del notable gol que significó el ascenso de Colón a primera división.
La lesión del caudillo Gisleno Medina que dejó con 10 futbolistas en el segundo tiempo a Colón, determinó que Sebastián García ocupara ese lugar y Orlando Medina pasara al mediocampo. Canevari arrancaba unos metros atrás y quedaron dos puntas Obberti y Alejo Medina, desgarrado de la pierna derecha ?jugó así toda la segunda rueda- pero peligroso con su disparo de izquierda.
El hombre que se adueñó del fútbol siguió siendo Canevari, persistió además en su tendencia a encontrarse con Obberti, en el toque corto, paredes hasta casi la exageración, jugaban juntos hacía mas de cinco años. Asimismo el "Monito" capitalizaba el juego por su velocidad y tranco demoledor.
Por encima de la tribuna popular se recortaban dos gigantes chimeneas de fábricas, dos columnas de humo se desprendían de sus bocas, allí en esa gran barriada que es de Villa Crespo, donde de noche brillaba el tango, famosas orquestas y vocalistas, los guapos y malevos, se observaba el avasallamiento descomunal del fervor sabalero que llevó hinchas de todas partes, bombos, instrumentos musicales, con algunos personajes con disfraces rojo y negro. También una barra de uruguayos "Omni", bullanguera y rítmica, creada años atrás por Gisleno Medina.
Cuando Miguel A. Comesaña dio el último silbatazo se vivieron escenas de alto voltaje de emoción, gente que se abrazaba, cantaba y lloraba en las tribunas; uno de los primeros en ingresar al campo de juego fue un joven alto, de extensa cabellera, quien se dirigió a Obberti, consiguió el trofeo: la camiseta y llevó en andas al goleador. Marcos M. Casco, empleado de la DKW, la industria con sede en Sauce Viejo, estudiante universitario, dirigente de la JP y ocho años después al asumir por segunda vez, el gobernador Carlos Sylvestre Begnis lo designó subsecretario de Cultura de la provincia.
Alejo Medina cuyo nombre fue coreado con sonoridad de ídolo, no pudo evitar perder la camiseta, pretendió ensayar una carrera para evadir de los que querían hacer de él un trofeo, pero no pudo. Lo mismo le pasó a Orlando Medina que jugó en varios puestos desde su llegada y el capitán, Jorge Sanitá, otro emblema sabalero.
En el sector de plateas, El Bachiller (Juan Fernández) y el Maestro Fioravanti (Joaquín Carballo Serantes), trabajó muchos años como redactor en los diarios locales Santa Fe de hoy y El Orden, concuñados, estaban impactados por el fenómeno social que estaban viendo.
El periodista santafesino Ernesto Omar Patrono, "El Gráfico" y "Opinión Deportiva", reveló que "pese a los jóvenes que somos, afirmamos que, considerando la dimensión masiva y emotiva de estos festejos, nunca nadie provocó un fenómeno similar como este inconmensurable agente psico-motor de multitudes que es Colón".