(Enviado Especial a Rafaela)
Se han naturalizado las infracciones groseras y a la vista de todos en las jugadas de pelota quieta (córner o tiros libres) que buscan el juego aéreo en el área. En Rafaela, rayó con lo absurdo e inaceptable.
(Enviado Especial a Rafaela)
No pasó en una sola jugada ni tampoco en un solo partido. Tomamos Colón-San Martín de Tucumán de la Copa Argentina como un simple ejemplo y nada más. Pasa todos los fines de semana y en todas las canchas. Cada córner o cada pelota quieta en las inmediaciones del área con amplias probabilidades de convertirse en un centro “a la olla”, se transforma en una lucha de catch, en “Titanes en el Ring”, con el vale-todo incluido. Y a eso hay que sumarle que en las categorías de ascenso, el VAR no existe.
Hace más de 20 años, Colón tenía un técnico llamado Jorge Fossati y excelentes ejecutantes de pelota quieta como Migliónico y Delgado, además de muy buenos cabeceadores, como el Flaco Morant, entre otros. Colón tenía un combo casi perfecto para aprovechar las pelota quieta, a lo que sumaba de manera extra aquellas “cortinas”, al estilo del básquet, de jugadores propios que le cerraban el paso a los rivales para que apareciera alguien (generalmente el mejor cabeceador) para hacerlo en forma solitaria. No le duró mucho la estrategia a Colón, porque todos empezaron “a tocar pito”, señalando que “Colón hace foules en todos los córner que tiene a favor”. Y los árbitros tomaron nota de eso, a veces equivocándose como le pasó a Madorrán en aquel famoso partido con el Racing campeón de Mostaza Merlo en el cilindro, cuando a Colón le metieron la mano en el bolsillo de una manera casi absurda y evidente.
Pero volvamos al presente. En el fútbol argentino se cometen penales e infracciones adentro del área por sujecciones de manera permanente. Frente a esto, los árbitros lo único que hacen es advertir (como lo hizo Zamora en Rafaela con Ortiz y Murillo) y nada más. Las infracciones se suceden y a veces rayan con lo ridículo, inexplicable y hasta vergonzoso.
Pasa en todas las categorías, no solamente en la Primera Nacional en la que no hay VAR. En Primera también y todo pasa, como decía el anillo de don Julio. Nadie se anima a cobrar lo que es evidente y visible a los ojos de todos, especialmente de los árbitros que observan desde una posición privilegiada las jugadas. Y atención que no solamente los foules son de los que defienden, también de los que atacan, aunque a estas – las infracciones de los que atacan – a veces las sancionan porque son más fáciles de cobrar.
El “siga siga” o el todo vale llevó a que esta situación se convierta en algo normal en el fútbol. Como muchas cosas que están mal, se termina naturalizando. Y lo que está mal pasa a ser algo consentido y aceptado. Inexplicable desde todo punto de vista, amparado por la inacción de quienes tienen que establecer reglas claras y uniformes para evitar que siga ocurriendo.
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