El equipo fue vacilante y dubitativo en el primer tiempo, pero apareció el empuje que el Kily reclama para cambiar a tiempo, pero sin jugar bien, en el segundo. El equipo se fue aplaudido, pero la realidad es que le falta.
Mauricio Martínez, el dueño del mediocampo de Unión. Foto: Manuel Fabatía
El otro día, luego de ese pésimo primer tiempo con Estudiantes, el Kily González dijo que “al fútbol no se juega caminando”. Ahora, habría que agregarle que al fútbol se juega con la pelota. Y lo que es mejor todavía, hay que jugar sabiendo qué hacer con la pelota.
Y Unión tuvo todo un tiempo (el primero), con vacilaciones y un bloqueo futbolístico que apenas lo llevó a generar dos situaciones en jugadas de pelota parada y con dos cabezazos que ni siquiera fueron al arco. Se notó el nerviosismo de varios, la imprecisión y la falta de variantes en el juego.
El único que se hizo cargo de la pelota fue Mauricio Martínez. Y lo hizo a partir de los 20 o 25 minutos, cuando abandonó esa posición de “8” adelantado y comenzó a moverse por donde estaba el juego para ser descarga permanente.
Poco de Boca en el 15 de Abril. Foto: Manuel Fabatía
Gago le cerró la subida de los laterales con la línea de cinco que armó. Pero, ¡qué poco de Boca! En el segundo tiempo se dedicó exclusivamente a contragolpear (casi mete el segundo en un mano a mano que Cardozo le tapó a Zenón cuando Giménez lo acompañaba para empujarla).
Pero fue un equipo que pensó en el resultado, sin arriesgar una postura protagónica en ningún momento. Y se dejó “prepear” el partido por Unión en el segundo tiempo.
Pelotazos sin Orsini y Balboa, otra historia
Sin desborde por afuera y tirando pelotazos que Domina y Colazo no pudieron aguantar, Unión fue un equipo impotente en el primer tiempo. El Kily demoró unos minutos lo que debió hacer ya en el entretiempo: el cambio de esquema.
El segundo tiempo fue otra cosa, aunque la fórmula se haya repetido hasta el hartazgo: el centro “a la olla” con poca gente capacitada para aprovechar el juego aéreo en el área rival.
Una pelota que quedó boyando después de un rechazo, fue aprovechada por Fragapane que la metió por el espacio justo entre la estirada de Brey y el palo derecho. Fue el gol que aportó justicia y cambió el semblante de la gente.
Kily pudo sonreír al final. Foto: Manuel Fabatía
Unión apareció en el complemento
El Unión que quiere el Kily fue el del segundo tiempo. Con otro esquema, con otros intérpretes, con más coraje, sin tantas dudas en el manejo de la pelota, llegando por afuera y haciéndose cargo del protagonismo del partido ante un grande que no jugó como un grande.
El análisis debe ser total. El segundo tiempo es para destacar y resaltar; el primero, no. La impotencia y las dudas del primer tiempo fueron contagiosos.
Las ganas y el amor propio para cambiar la historia del segundo, también. Aún con errores (como la reiteración de centros), la reacción se valora. Y justifica un empate por el que Unión hizo lo suficiente ante un rival de más nombres, más billetera y más presupuesto, que en la cancha no se notó.
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