Unión: cuando la “ocupación” debe superar a la “preocupación”
El miércoles llega Boca y el equipo del Kily tiene el compromiso de que lo del sábado en La Plata sea algo pasajero y no encienda ninguna luz de alerta.
El gesto elocuente del Kily observando el muy mal desempeño del equipo. Foto: Demian Alday Estevez
No se le habrá pasado la “calentura” al Kily muy rápidamente, pero a la hoja hay que darla vuelta sí o sí porque el miércoles llega Boca, ni más ni menos. ¿Qué pasó con Unión?, es la pregunta que todos se hacen. El primer tiempo fue de lo peor en el año y medio largo que lleva Cristian González como entrenador.
Porque no sólo fueron esos primeros 20 minutos con los tres goles, sino lo que vino después, con situaciones que Estudiantes malogró y con un apagón generalizado que dejó a oscuras todo en Unión: ideas, claridad, funcionamiento, respuesta física y también anímica.
Un verdadero pandemonio futbolero al que cuesta encontrarle explicaciones, algo que el técnico dejó bien en claro luego del encuentro, cuando se refirió a esos 45 minutos que comparó con aquella noche nefasta en cancha de Tigre.
Unión no se “comió” cinco en La Plata, como aquella vez en Tigre, porque mejoró bastante en el segundo tiempo, emparejó el trámite y Estudiantes no tuvo, después del tercer gol (una increíble situación adentro del área con jugadores indefensos e irresolutos y que Ascacíbar aprovechó para empujarla al fondo del arco), esa contundencia de la que hizo gala en el brillante pasaje inicial.
¿Faltaron ganas?
Si algo no puede resignar este equipo – más allá de incorporaciones que, uno espera, amenazan con elevar el nivel – es la capacidad de combate y la intensidad para equilibrar fuerzas cuando enfrente tiene a un equipo más dotado técnicamente.
La prueba clara es el partido con Vélez del año pasado. Vélez llegó a Santa Fe con la chapita de campeón al alcance de la mano. Y Unión entregó todo, se corrió todo, se animó a jugarle de igual a igual y le ganó bien en una tarde en el que el hincha se sintió absolutamente identificado con el equipo.
De aquella imagen a la de La Plata, hubo una distancia sideral, arrancando por la actitud. Por algo, el Kily fue claro luego del partido: “Al fútbol no se juega caminando”.
¿Faltaron ganas? Crédito: Demian Alday Estevez
Sin ataque, no hay goles
Llama poderosamente la atención el flojíisimo rendimiento defensivo. Unión no cambió nada en defensa, siguen siendo los mismos que el año pasado le dieron solidez al sector. Si Gerometta es titular, es porque le ha ganado la pulseada a Vargas, que lo venía siendo en muchos partidos del torneo pasado.
Y si Del Blanco es titular, es porque cumplió a partir de que le tocó ingresar por Bruno Pittón y también supo dar respuestas. Paz-Pardo-Corvalán se conocen de memoria. Y Cardozo es el arquero titular desde hace tiempo.
El único que cambió en ese esquema es la ausencia de Mosqueira, el volante más retrasado del año pasado. Nada más. Pero no sirve de atenuante por más que Mosqueira tenga características distintas a Mauricio Martínez, sobre todo en cuanto al despliegue.
¡Hasta Pardo jugó mal! Y hablamos de un “relojito” que Unión tuvo en ese esquema de cinco en el fondo que tampoco se modificó y el Kily dio a entender que fue porque los mismos jugadores le señalaron que se sentían más confiados y seguros con la línea de cinco que Unión mantiene desde los tiempos del Gallego Méndez.
Pardo y Corvalán se cansaron de sobresalir, a veces como figura del equipo pero siempre como jugadores regulares y rendidores. Ni ellos estuvieron seguros.
La frescura del pibe Lionel Verde, de lo poquito para rescatar. Crédito: Demian Alday Estevez
¿Cuál fue la forma con la que Estudiantes complicó?, hubo dos: 1) la subida de los dos laterales (Benedetti y Meza); 2) la movilidad y buen pie de los volantes. Respecto de la primera, ¿para qué hay cinco defensores si no son capaces de cubrir con solidez el ancho de la cancha?
Y en cuanto a lo segundo, las facilidades que tuvieron el Thiago Palacios, Sosa y Burgos, más la sorpresa de Neves y Ascacíbar cuando se decidieron a acompañar a los más adelantados, fue llamativa. A medida que Estudiantes corría más y jugaba mejor, Unión se estancaba, se desordenaba y daba muestras de estar perdido y superado.
El cambio de esquema, el buen ingreso de Lionel Verde (lo mejorcito y poquito para rescatar), el acompañamiento que le dio Julián Palacios y la decisión de no dejarse atropellar por el rival, haciéndose más cargo del partido, provocó una mejoría que alcanzó para achicar la diferencia y para no ser goleado por cifras más categóricas.
En realidad, el partido estuvo definido desde los 20 minutos del primer tiempo. Y cuando esto pasa, un equipo no es “competitivo”. Y eso, al Kily, lo enoja muchísimo.
Le falta más intensidad a Mauricio Martínez (sus condiciones con la pelota nadie las discute), también a Fragapane (sin mostrar nada y a una velocidad menor que la de los rivales), falta peso ofensivo y más presencia (Domina solo no puede).
Angulo tiene que meterse “violentamente” en el ritmo del fútbol argentino e ir esperando que los otros jugadores que no pudieron estar (caso Colazo) brinden respuestas positivas.
Es un primer partido, salió todo mal, falló en lo esencial que es estar a la altura de la exigencia física y anímica que le impone el rival (y si es la futbolística, mejor) y ahora viene un rival temible por chapa de grande y por nombres propios como Boca.
Por ahí, no hay mal que por bien no venga y una actuación relevante (como pasó con Vélez el año pasado), puede provocar que lo del sábado en La Plata quede archivado definitivamente como una mala tarde pasajera. Hoy, eso es preocupación momentánea y ocupación urgente para que la imagen criticable del debut no se repita.
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