Es enero y una sombra vale oro. En el corazón de la ciudad de Santa Fe se encuentran especies arbóreas que son parte fundamental del paisaje urbano y del ecosistema local.
La especie prolifera en parques, paseos y en los accesos a la ciudad. Atraviesa el mes en que florece y se prepara para fructificar desde marzo hasta junio. Su historia y la importancia de su preservación para el ambiente urbano frente al cambio climático. Datos y curiosidades.
Es enero y una sombra vale oro. En el corazón de la ciudad de Santa Fe se encuentran especies arbóreas que son parte fundamental del paisaje urbano y del ecosistema local.
Uno de los ejemplares de la región es el Ibirá Pitá (Peltophorum dubium), también llamado el árbol de Artigas, en memoria del líder de la Revolución Oriental, quien lo trajo a estas tierras en 1820, por lo que con el paso del tiempo la especie se transformó en símbolo de fraternidad entre Argentina y Uruguay.
Es una especie que crece en los bosques ribereños, florece en verano y fructifica de marzo a junio.
Es por ello que se trata de un árbol que no solo tiene un valor estético y ambiental, sino también cultural e histórico, y se puede encontrar en, bulevares, parques y paseos de la ciudad fundada por Garay en 1573.
Su presencia es una invitación a reflexionar sobre la importancia de preservar la biodiversidad en un contexto urbano. Sobre todo en verano, como ocurre por estos días, cuando florece, se pone radiante y llama la atención, para ofrecer sombra a los caminantes, bajo el agobiante calor de la capital provincial en enero.
El Ibirá Pitá -también se escribe Ibirá- es una especie nativa de la región chaqueña y del litoral argentino, que también se encuentra en Brasil, Uruguay y Paraguay. El nombre tiene origen guaraní. Ybyrá es “árbol” o “madera”, pytá es “roja”.
Se caracteriza por su tamaño mediano a grande, alcanzando hasta 30 metros de altura. Su tronco, recto y de corteza rugosa, es fácilmente reconocible por su tonalidad grisácea. Las hojas, compuestas con fragmentos ovalados, tienen una textura áspera y un color verde brillante, que en otoño se transforma en una paleta de tonos amarillos y naranjas.
Sus frutos, pequeñas drupas de color rojo, son consumidos por aves y pequeños mamíferos, lo que contribuye a la dispersión de sus semillas y la biodiversidad de la zona.
El árbol de Artigas, al que otros también llaman virapitá ó jacarandá de flor amarilla, es una especie muy resistente y adaptable a diversos tipos de suelo, lo que lo convierte en un árbol ideal para el paisaje urbano de Santa Fe.
Su capacidad para tolerar el clima cálido y las condiciones de sequedad, junto con su resistencia a la contaminación, lo hacen perfecto para los parques, espacios verdes, paseos y plazas de la ciudad, aunque no es recomendado para veredas, ya que es un árbol de gran porte que necesita mucho espacio para establecerse.
Al mismo tiempo, su sombra contribuye a mitigar las altas temperaturas que suelen alcanzar las zonas urbanas en verano, lo que mejora la calidad de vida de los y las santafesinas y fomenta la biodiversidad urbana. Además de los parques y paseos, algunos ejemplares de esta especie se encuentran hoy por calle Gdor. Candioti 1276, D Silva 1385, Juan de Garay 3399 y Chacabuco 2017, entre otras.
Los interesados en saber más sobre este árbol pueden encontrar referencias en el libro “Árboles Urbanos de la ciudad de Santa Fe” (ed. UNL), en el que los autores -expertos en la materia- dicen que el árbol “es sinónimo de vida, de amor, de amistad.
Árbol es madera para nuestra vivienda y nuestros muebles, es combustible para el fogón, es sombra y es barrera para los vientos, es refugio de la fauna, es raíz que retiene los suelos, es pulmón que purifica el aire, es filtro que amortigua los ruidos y copa que frena la lluvia.
Árbol es paisaje, esparcimiento, belleza, es leyenda y es testimonio de nuestra historia. También es alimento, es medicina para el suelo contaminado y es medicina del pueblo, ya que muchos órganos vegetales se usan para calmar dolencias del cuerpo”.
Sin embargo, no todo es perfecto. En algunos puntos de la ciudad, la presencia de especies no nativas, como el Ligustro, la Acacia Negra, la Ligustrina o la Mora, amenaza la proliferación de especies autóctonas como el Ibirá Pitá
A pesar de este desafío, varios programas municipales buscaron incentivar durante las últimas décadas la plantación y conservación de árboles nativos en Santa Fe, incluyendo al Ibirá Pitá, como una forma de restaurar el equilibrio ecológico.
Además de su papel en la mejora del microclima y en la provisión de sombra, el Ibirá Pitá cumple una función crucial en el mantenimiento de la biodiversidad urbana. Al ser una especie nativa, forma parte del ecosistema local, ofreciendo refugio y alimento a diversas especies animales.
A través de sus frutos, atrae a aves como el loro y pequeños mamíferos como los murciélagos, que son esenciales para el equilibrio de la fauna urbana.
En el ámbito cultural, el Ibirá Pitá también es un símbolo de la identidad regional. En comunidades cercanas a Santa Fe, su madera es utilizada en la fabricación de muebles y objetos artesanales, aunque su explotación ha sido moderada para preservar la especie.
Además, el árbol es protagonista de leyendas y relatos que han sido transmitidos de generación en generación, destacándose como un emblema de la naturaleza chaqueña. Uno de estos es la historia de la locura de amor del indio Ibirá Pitá a la joven Caavotori.
Otra historia citada en el libro de la UNL cuenta que en el año 1820, el general José Gervasio Artigas, prócer nacional de Uruguay, cruzó el río Paraná para exiliarse en Paraguay.
En una villa cercana a Asunción, donde vivió hasta su muerte en 1850, el mismo Artigas plantó un Ibirá Pitá y, luego de varios años, mateaba a su sombra. Un retoño de ese árbol se encuentra en la plaza 25 de Agosto de la ciudad autónoma de Buenos Aires.
Dicho árbol -una muestra fiel de valor afectivo- fue ofrendado a nuestro país por la colectividad uruguaya como símbolo de la fraternidad entre ambos países.
Su madera rojiza es pesada, fuerte y elástica, por lo que es muy utilizada para construir embarcaciones porque resiste muy bien la humedad y la exposición al sol. También se utiliza para muebles, aberturas y pisos, sobre todo si se colocarán en el exterior, aunque se desaconseja el contacto con la tierra.
Uno de los principales desafíos para los árboles autóctonos en las ciudades es la expansión del urbanismo y la pérdida de hábitats naturales. En Santa Fe, es necesario redoblar los esfuerzos por conservar los árboles nativos como el Ibirá Pitá, intensificar la educación ambiental y promover políticas públicas firmes que favorezcan su conservación y la de otras especies.
La plantación de árboles nativos en espacios públicos, junto con la promoción de jardines y huertas urbanas que respeten la flora autóctona, son acciones clave para preservar la biodiversidad local y mitigar los efectos del cambio climático.
En este sentido, el Ibirá Pitá es un ejemplo claro de cómo la naturaleza puede convivir armónicamente con el entorno urbano, siempre y cuando se le brinden las condiciones necesarias para prosperar.
Es fundamental que la comunidad santafesina se sienta parte de este proceso y se comprometa a proteger y valorar el patrimonio natural que representa este árbol, no solo por su belleza, sino también por los beneficios ecológicos que aporta.
Frente a los desafíos del crecimiento urbano y el cambio climático, el Ibirá Pitá simboliza la esperanza de un futuro en el que la naturaleza y la ciudad puedan coexistir de manera armónica. Y cada vez que florece y llama la atención, como ocurre por estos días, su flor amarilla que tiñe la capital invita a reflexionar al respecto.
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