Por Laura Burlando
Son jóvenes panaderos de la ciudad que apostaron por un sueño y no pararon hasta hacerlo realidad. Sorteando todos los obstáculos que se les presentaban en el camino, sin bajar los brazos, y abrieron su propio negocio: "Sabroso y casero".
Por Laura Burlando
Andrea Faccendini, Emanuel Quiroga y Marcos Juárez se conocen desde hace mucho tiempo, trabajaron juntos y aprendieron el arte de cocinar. En la panadería en la que se desempeñaban las condiciones no eran las ideales, el clima era tenso y las horas se les hacían eternas. Pero decidieron dar un golpe de timón, renunciar al trabajo y lanzarse a ser emprendedores, montando una panadería propia: "Sabroso y casero".
Faccendini trabajó 14 años como empleada, pero siempre quiso tener su propio negocio: "Con mis compañeros compartíamos este sueño, pero nunca se lograba realizar. Sin dudas, debíamos tocar fondo para animarnos a dar el salto. En ocasiones me imaginaba parada detrás de la vidriera, sentía que no iba a estar toda mi vida en ese lugar", cuenta en diálogo con El Litoral.
Además de trabajar seis horas diarias en la panadería, Quiroga tenía una pequeña fábrica en su casa y hacía producción casera: "Me propuse comprar todos los años una máquina con mis ahorros, pero se me hacía difícil vender mi producción trabajando solo. No la estaba pasando bien y me dije: 'No doy más, voy a vender todo y que me den lo que me den'", fue su decisión.
En ese momento, en plena pandemia, Andrea le dijo a su amigo Emanuel: "No vas a vender tu esfuerzo. Hasta acá llegamos, ya aprendimos lo suficiente, y si no lo hacemos ahora no lo hacemos más y renunciamos los tres, incluyendo a Marcos (Juárez)". Era soltar todo y largarse, como dice una vieja canción.
El Covid-19 fue un cimbronazo para la sociedad. Obligó al replanteo de las vidas y a una reflexión profunda, y hay quienes se animaron a cambiar de rumbo. "En el trabajo anterior no nos agradecían ni valoraban nuestro esfuerzo, éramos tres y hacíamos el trabajo de siete personas. Tuvimos que llegar a un límite para dar el salto. Nos fuimos agradecidos de lo que aprendimos". Ese límite marcó el nuevo rumbo de los tres amigos.
El día que Faccendini renunció, se sentó en el banco de una plaza y lloró. Tenía miedo, pero sentía que se había sacado un gran peso de encima. "Empecé a buscar locales, ya teníamos las máquinas, sólo faltaba el horno y ya estábamos. Y lo que no hicimos en años se dio en dos meses. No fue fácil, pusimos nuestros ahorros y sacamos 10 créditos entre los tres antes de renunciar", narra la joven.
Fue complicado recibir el apoyo de los bancos, pues ponían muchas trabas. "Nos preguntábamos cómo no hacen la ayuda más accesible para los emprendedores. Casi hipoteco mi casa porque no nos alcanzaba el dinero. Sin duda que es paralizante, pero no hay que pensarlo, hay que llevarlo a cabo. De a poco vamos saldando nuestra deuda, con mucho trabajo", cuenta la emprendedora.
"Sabroso y casero" está ubicada en el barrio Liceo Norte, una zona humilde de gente trabajadora, y los vecinos están agradecidos de tener una panadería como las del centro. "Abrimos un 1° de mayo en pandemia, cuando muchos negocios cerraban; teníamos nuestros temores pero hicimos la inauguración con barbijos, cortamos la calle y vino todo el barrio. Hacían cola para entrar, fue un éxito".
Para agasajar a los vecinos los días patrios, los tres amigos cierran calle Alsina al 8900 y la decoran. Obsequian masitas de escarapela y chocolatada a las familias. El Día del Padre organizaron una degustación de vinos gratis en la calle. "La gente no está acostumbrada a estos gestos, les encanta y lo valoran mucho. Para nosotros no es un gasto, es una inversión", coinciden los jóvenes amigos.
La panadería tiene apenas seis meses pero lleva muchos años gestándose en la mente y el corazón de sus dueños. El camino no es fácil, pero ellos tienen la dicha de haberlo logrado y ese entusiasmo se percibe en sus rostros. Faccendini llenó de detalles cálidos el ambiente, en la entrada de un gran local verde y luminoso hay un carrito de flores. Y en sus redes sociales publican frases optimistas y divertidas. Trabajan doce horas diarias pero lo hacen felices y plenos, según sus palabras: "Esto no es un trabajo, es un disfrute".
Para que las cosas funcionen ellos tienen su propia receta: "Ponerle pasión, corazón y amor a todo lo que hacemos, desde sacar un crédito hasta elaborar un pastelito. Seguir adelante a pesar de las dificultades. Sacarse los miedos, confiar y dejar que fluya, disfrutando de todo lo que acontece día a día", concluyen los tres amigos.