Por Marina Sepúlveda (Télam)
La exposición temporaria "Recurrencias" reúne lo más significativo de la obra del artista que luchó contra el autoritarismo y la intolerancia.
Por Marina Sepúlveda (Télam)
Pensada en principio para el centenario de su natalicio en 2020, la muestra antológica "León Ferrari. Recurrencias", que inauguró el Museo Nacional de Bellas Artes y reúne cerca de 250 obras entre dibujos, tintas y collages, así como la emblemática obra "Civilización occidental y cristiana" o los collages del "Nunca Más", es la primera exposición individual sobre el gran artista argentino que tiene lugar en este espacio y se proyecta en conmemoración de los 40 años de la democracia, y por coincidencia fortuita, a los diez años de su fallecimiento.
El Pabellón de exposiciones temporarias del Museo albergará dibujos, tintas, collages, grabados, objetos variados, heliografías, planos, collages, videos, maquetas y una cerámica, todas obras realizadas entre 1960 y 2011 que conforman un cuerpo materializado en la esperada exposición antológica, la primera que le dedica el Museo Nacional de Bellas a Ferrari a lo largo de tres meses.
Siempre impactante y de una actualidad avasallante, la obra "Civilización occidental y cristiana" -un avión FH-107 de la Fuerza aérea estadounidense con una imagen de Cristo crucificado-, inaugura con su presencia la gran sala que invita a fluir entre las obras, hacia la izquierda con la única pieza cerámica, "Mujer", realizada durante su estancia en Italia o hacia la derecha con esas urbanizaciones "absurdas".
Pensada para ser inaugurada en el centenario del natalicio de Ferrari en abril de 2020, la pandemia pospuso la muestra individual que la institución dedica al artista, organizada junto a la Fundación Augusto y León Ferrari Arte y Acervo (FALFAA), con curaduría de Cecilia Rabossi y Andrés Duprat.
Esta demora expositiva, llevó a que el circuito internacional ideado para el centenario comenzara en el Museo Reina Sofía de Madrid, pasando por los Países Bajos y Francia, hasta concretarse en la muestra actual, con obras pertenecientes al museo, la Fundación y a la familia Ferrari.
Por otro lado, la coincidencia con los 40 años del regreso de la democracia da un marco interesante para releer a un artista que estuvo "en contra del autoritarismo" y la intolerancia. A su vez, la gran retrospectiva dedicada al artista en el Centro Cultural Recoleta en 2004 permitió a los curadores trazar un recorrido curatorial diferente, transversal.
"Como pasa muchas veces con los grandes artistas se van renovando las lecturas sobre su obra -indica el director del museo, Andrés Duprat en diálogo con Télam-, porque lo que ha hecho Ferrari durante toda su vida fueron señalamientos de los horrores más terribles que ha sufrido la humanidad, tanto en en Argentina como en el mundo, como lo fue la guerra de Vietnam, la Segunda Guerra Mundial y uno de sus capítulos más dolorosos para nosotros, todo lo que atañe a los años de la dictadura militar donde él perdió también un hijo".
Además de la desaparición de su hijo Ariel, el artista debió exiliarse con toda su familia en Brasil, un tema que ocupa un lugar central en varias de sus producciones. Duprat destaca la obra "'Nosotros no sabíamos', esa magnífica serie conceptual con los recortes de diarios" y la invitación a ilustrar el "Nunca Más" (1995).
"Las obras que hizo a partir de esos relatos de sobrevivientes de la dictadura son muy impresionantes -dice el director y curador-. Son una de las llaves de ingreso para que la gente más joven pueda abordar la obra de Ferrari en el contexto de la celebración de los 40 años de democracia".
Corrida de una lectura cronológica, estas "recurrencias" temáticas trabajadas para la muestra de Ferrari (1920-2013) se organizan en base a cuatro núcleos: "Abstracciones", "La civilización occidental y cristiana", "Infiernos y otras cuestiones devotas" y por último "Ciudades y arquitecturas de la locura". Y el conjunto se acompaña con la proyección del documental "Civilización" (2012), de Rubén Guzmán y con guión de Duprat, que recorre las ideas del artista y su producción a través de material de archivo inédito y entrevistas, mientras que en el jardín del Museo, vista desde el pasillo vidriado que conecta el edificio principal con el Pabellón, se exhibe la escultura lúdica "Berimbau" con sus cuatro metros de altura, "un dibujo sonoro que Ferrari lleva al espacio", describe Rabossi.
El título de la exposición juega con esta recurrencia propia del artista en su extensa obra -la religión, la intolerancia, el poder y la violencia, el infierno- , a diferencia de aquellos que van cerrando ciclos, señala Duprat, como Picasso con sus "etapas" rosa, azul o cubista.
"León fue un artista que tomaba temas a los cuales volvía constantemente, tópicos a los cuales siempre regresaba de diferente manera. Y eso es patente en la muestra, en sus dibujos abstractos, pero también en el 'Berimbau', en el pasaje del dibujo a los textos que primero son de alguna manera imposibles de leer y de a poco van tornándose en denuncias, como 'Carta a un general'", apunta.
Duprat dice que con el collage de "La civilización occidental y cristiana", desde un lugar muy humilde Ferrari pone en diálogo dos situaciones diversas y genera un nuevo sentido. Y agrega que "utiliza ese método en 'Palabras ajenas'", ese extenso texto compuesto por citas de personalidades publicadas en distintos medios y momentos compaginados, a lo que resitúa como una suerte de performatividad escénica, expuesta como documento en la sala.
También están los collages, o esas imágenes como las de Man Ray que toma para intervenir con frases en braile sobre fotografías eróticas o ilustraciones, o en esos objetos utilizados para los "infiernos domésticos".
"Es un artista en el que se pueden detectar estas recurrencias que no abandonó nunca", algo que se observa en "el recorrido que no es estrictamente cronológico porque hay obras que retoman temas dejados en los 70 y vueltos a tomar en el 2000", dice Duprat.
Se pensó en "una muestra que articulara la producción a partir de ciertos núcleos que tuviese esto que nosotros veíamos de la recurrencia de temas, problemas, búsquedas, ideas que desarrolló en los 60 y vuelve a retomar en los 80 de otra manera experimentando con otros materiales", indica Rabossi.
Artista autodidacta, la obra de Ferrari tiene por un lado la abstracción y por el otro el fuerte compromiso político, ese que lo obligó a exiliarse a San Pablo desde 1976 hasta su regreso definitivo al país en 1991.
"Hacía arte no comprometido, arte por el arte y esas cosas. Hasta Vietnam. Me impactó como pocas cosas. El 65 escuché que se hacía en defensa de la civilización occidental. Por eso armé el Cristo crucificado sobre las alas de un avión", citan a Ferrari, o esa otra frase que aclara su postura crítica: "el peor pecado para el cristianismo, luego del homicidio, es hacer el amor por placer".
"Todos dicen que la Biblia es un libro maravilloso. Yo creo que en la Biblia está toda la justificación del fascismo. Como Cristo, Hitler adoraba a los niños, se sacaba fotos con los niños, y actuaba como los militares argentinos, en el nombre de Dios", decía Ferrari en una entrevista. Por ello no es de extrañar que en la muestra se encuentre esta suerte de señalamiento sobre determinados personajes históricos (nacionales como Alfredo Astiz o Alfredo Martínez de Hoz, e internacionales como Adolf Hitler o Benito Mussolini) e imaginarios religiosos, a los que se pone en cuestión.
El artista "tensiona las imágenes" para "poner en discusión la representación", e instala la discusión entre lo ético y lo estético al tomar reproducciones de obras de artistas de otras épocas que "pusieron sus obras y la belleza al servicio de la representación a los actos más atroces", dice Rabossi.
En el núcleo "Abstracciones" están las obras abstractas, con las líneas como elemento central y obras como la maqueta "Hombre" (1962) o "El árbol embarazador", una relectura del Arca de Noé; en cambio en "La civilización occidental y cristiana" articulada desde la obra homónima realizada en 1965 para el Premio Di Tella, que fue censurada por motivos religiosos, la pieza que "abrió su producción definitivamente política", comparte espacio con "Manuscritos", "Palabras ajenas" (1967), "Nosotros no sabíamos" (1976), "Nunca más" (1995) y "Mimetismos e infiernos".
En el tercer núcleo, "Infiernos y otras cuestiones devotas", se expone el estudio de Ferrari -realizado desde la década de 1980- con textos e iconografía cristiana y sus distintos abordajes: "Investigó entonces la violencia de ciertos pasajes de la Biblia, y cuestionó la idea del Infierno y su representación en la historia del arte", indican los curadores, con series como "La Basílica", "Paraherejes", "La Biblia", "Proyecto contra el Infierno" y "Relectura de la Biblia", de las que surgen las aves que defecan, las imágenes del Holocausto o los conflictos bélicos.
Por último, en "Ciudades y arquitecturas de la locura", se despliegan planos y urbanizaciones que exhiben aspectos ilógicos e irracionales de la sociedad moderna, obras producidas en su exilio en San Pablo a partir de 1976, en las que experimentó con nuevos medios, como heliografía, sellos, planos, Letraset, video texto, arte correo, "expresiones con las que manifestó la enajenación de esos espacios habitables y expuso la opresión de los terribles años de la dictadura militar argentina", agregan.
Gran experimentador y estudioso, el recorrido de "León Ferrari. Recurrencias" podrá visitarse hasta el 13 de agosto de 2023 en el Pabellón de exposiciones temporarias del Museo, de martes a viernes, de 11 a 20, y sábados y domingos de 10 a 20, con entrada libre y gratuita.
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