Boris Grigoriev y su mirada a la Rusia profunda y la bohemia europea
El conjunto de su obra refleja la tensión entre sus raíces rusas y su vida en el extranjero, con retratos que tienen realismo, simbolismo y crítica social.
“Sueño de un artista de circo” de Boris Grigoriev. Foto: Colección particular
El crítico Alexander Benois lo definió como un “maestro de penetrante clarividencia”. Lo concreto es que el pintor Boris Grigoriev fallecido un día como hoy (7 de febrero) de 1939, generó una obra que está inextricablemente ligada a los cambios sociales, culturales y políticos de su época.
A través de un estilo que combina realismo, simbolismo y técnica impecable, abordó temas variados, que van desde la vida campesina rusa hasta los retratos de la élite cultural europea. Sus trabajos denotan, al mismo tiempo, sensibilidad y sentido crítico respecto a las desigualdades sociales.
Colección particular
En efecto, Tamara Galeeva sostiene que “el retrato fue una de las grandes fortalezas de Grigoriev. Comenzó a trabajar en este género mientras aún vivía en Rusia, pintando primero a su familia y amigos (el círculo bohemio de San Petersburgo y Moscú). Tras su emigración en 1919, su círculo de modelos se amplió considerablemente para incluir a compañeros exiliados y numerosos admiradores extranjeros de su obra”.
Cuadros que cuentan historias
Boris Grigoriev nació en Rybinsk, una pequeña ciudad al norte de Moscú, en 1886. Estudió en la Academia Imperial de las Artes en San Petersburgo, bajo el influjo del movimiento Mir Iskusstva, un grupo artístico que quería renovar el arte ruso con elementos decorativos y simbolistas.
En 1913, fue a París para ampliar sus horizontes artísticos. La capital francesa era entonces un hervidero cultural, donde convivían movimientos como el impresionismo, el cubismo y el fauvismo. Aunque Grigoriev no se alineó con ninguna de estas corrientes, absorbió elementos de todas.
Archivo
La derivación es una producción vasta y diversa. Una de sus series más conocidas, creada entre 1916 y 1918, incluye retratos y escenas rurales. Grigoriev dejó testimonio de la dureza de la vida campesina rusaen los años previos a la Revolución Bolchevique de 1917.
Sus representaciones no son documentales: cada rostro y cada paisaje están cargados de simbolismo, transmiten la dignidad y el sufrimiento de sus protagonistas.
En su etapa parisina, Grigoriev creó una serie de retratos sobre la vida bohemia de Montparnasse. Entre ellos destaca “Gemelas”, que combina detallismo fotográfico y atmósfera onírica. Las hermanas retratadas parecen estar atrapadas entre dos mundos: uno realista y otro simbólico.
Archivo
Según Miguel Calvo Santos, “la pintura fue profusamente aplaudida. Gustó mucho esa técnica retratística impecable y perspicaz, un refrescante cocktail entre la tradición rusa, el influjo de su ídolo Cézanne y el estilo propio grigorievano, pero sobre todo gustaron las narrativas ocultas tras los rostros de esas niñas”.
Tal vez esa capacidad para narrar a través de sus cuadros, provenga de sus dotes literarias y su interés por la literatura. Como consta en la página web de la Russian Gallery, “en 1912, escribió y publicó una novela titulada ‘Young Rays’. Además, dejó cartas, ensayos, memorias y poesía. Asistía con frecuencia a las veladas literarias en cabarets como El Perro Vagabundo y el Refugio de Comediantes, donde recitaba sus propios poemas, que eran aclamados por expertos como Kornei Chukovsky”.
Heritage International Art Gallery
Estilo definido
El estilo de Grigoriev es difícil de encasillar en una sola categoría, ya que usa elementos del realismo, el simbolismo y el expresionismo. Pero hay ciertas características recurrentes. En primer lugar su capacidad para abordar las emociones. Sus retratos revelan sus personalidades, estados emocionales e incluso aspectos más profundos de su psique.
Otro rasgo distintivo es su uso del color. Grigoriev empleaba una paleta amplia que daba vida a sus composiciones sin caer en excesos decorativos. Los tonos cálidos predominan en sus escenas rurales rusas, mientras que los colores fríos aparecen en sus retratos urbanos.
Museo Nacional de Bellas Artes
Además, era un maestro en la composición. Cada elemento en está cuidadosamente colocado para guiar la mirada del espectador hacia los puntos focales importantes. Esto se aprecia en sus retratos grupales y paisajes.
Finalmente, su obra está impregnada de simbolismo, en detalles sutiles. Por ejemplo, en algunos retratos campesinos se pueden encontrar objetos o gestos que aluden a temas como la fertilidad, la muerte o la esperanza.
Kate Kangaslahti aseguró que el artista “trabajó prolíficamente como caricaturista, y un dibujo cuidadoso y una preocupación por la idiosincrasia y los rasgos bien definidos de los modelos subrayaron su posterior oficio como retratista”.
MET Nueva York
La especialista indicó también que como miembro de la bohemia de Petrogrado, “retrató a los artistas y escritores que conocía, pero también viajó al corazón de Rusia para pintar a los campesinos y la vida de los pueblos”.
Contacto con las raíces
Boris Grigoriev falleció en 1939 en Cagnes-sur-Mer, Francia, dejando tras de sí un amplio legado. Pese a que vivió gran parte de su vida fuera de Rusia debido al exilio político tras la Revolución Bolchevique (uno de sus países de residencia fue Chile) nunca perdió el vínculo con sus raíces culturales.
Su obra se encuentra en colecciones públicas y privadas alrededor del mundo. Museos como el Museo Estatal Ruso en San Petersburgo o el Museo Pushkin en Moscú albergan algunas de sus piezas más icónicas.
EFE
Para el nombrado Miguel Calvo Santos: “el trazo certero de Grigóriev es una de sus señas de identidad, con fondos plenos de color influenciados por el fauvismo y una espontaneidad expresionista. Es considerado a día de hoy un pintor a medio camino entre la estética oriental rusa y las técnicas del arte vanguardista occidental”.
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