Como alguna vez pasó con el Huesito Galletti o con Di María en tiempos más modernos, apareció alguien con altura para brillar en la altura. Aunque parezca, no es una redundancia. Este pibe Exequiel Palacios, que apareció en la primera de River con tan sólo 17 años, que ganó varios títulos en los 87 partidos que jugó con la banda porque coincidió con el exitoso paso aún perdurable de Gallardo y que luego emigró para ser compañero de Alario en el Bayern Leverkusen alemán, sin demasiadas chances de jugar en este año, con sólo 22 años, apareció en toda su dimensión para convertirse en figura argentina en la altura de La Paz.
La decisión que tomó Scaloni, obligado a cambiar por la lesión de Acuña, fue la correcta. No eligió un jugador vertical o explosivo, como podría haber ocurrido con Salvio; tampoco se inclinó por un volante de mayor capacidad de marca como Domínguez, posiblemente por el riesgo de que se superponga con Paredes o con De Paul; eligió a Palacios para que le dé al equipo el fútbol que le había faltado el jueves en la Bombonera ante Ecuador y para que se convierta en el nexo para que la pelota le llegue redonda a Messi, a Lautaro o a Ocampos.
Tenés que leerLuego de 15 años, Argentina le ganó a Bolivia en la altura de La PazNo fue el único acierto de un técnico que quedó encerrado en el bajo la lupa por algunas decisiones que tomó, en cuanto a la lectura del partido, el jueves pasado. También lo hizo con los cambios, sobre todo el de Correa, que supo definir el partido. El equipo de fue de menor a mayor, el segundo tiempo fue impecable en un terreno inhóspito y por más que enfrente hubo un rival limitadísimo, precario, por momentos hasta renegado con la estética y el nivel que se debiera mostrar en este tipo de partidos, hay que destacar la actuación que tuvo el equipo porque siempre, la altura fue un verdadero cuco para nuestra selección.
Palacios recuperó, corrió, estuvo siempre bien ubicado, se convirtió en un jugador de toda la cancha, tuvo la precisión que, por ejemplo, le faltó a Paredes y se “comió” la cancha. Fue la figura, inesperada, revitalizante, con una actuación de esas que obliga al técnico a repensar cosas. En buena hora.