Dingo: el mago que tocó los corazones santafesinos con trucos y sonrisas
Bajo ese nombre artístico, Luis Squeff se transformó en un personaje icónico de la capital provincial. A través de sus manos hábiles y su sencillez Dingo dejó una marca imborrable.
El mago Dingo en acción, en una de sus tantas presentaciones ante el público infantil, que continuó hasta su vejez. Foto: Archivo
En una entrevista que le hicieron en 2003 en El Litoral, junto a Fernando Conti y Cristian De Martini, por la creación del Círculo de Ilusionistas Santafesinos, Miguel Guerzovich apuntó: “Cuando era chico iba caminando por calle San Martín y el mago Dingo me sacó un caramelo de la oreja, son recuerdos que no se olvidan”.
¿Quién era este personaje singular, seguramente recordado por los santafesinos que tienen algunos años encima? Luis Squeff, conocido como Dingo, un emblema de la magia, la alegría y la sorpresa para generaciones enteras de santafesinos. Un hombre que, desde los años '40 del siglo pasado, encantó a grandes y chicos con simpatía y generosidad.
Dingo en una presentación. Foto: Archivo
Dingo no solo entretenía en los escenarios, sino que llevaba su arte a lugares donde la alegría era escasa. Hospitales, reformatorios, cárceles y patios de comisarías fueron testigos de sus actos mágicos, que no sólo sorprendían, sino que también llevaban un mensaje de esperanza y felicidad a quienes más lo necesitaban.
Según el Portal: Historia y Curiosidades de la Magia, Ilusionismo, y Artes Anexas: “Sus manos sensibles y hábiles, transformaban dados en coloridos pañuelos, rústicos lápices convertidos en varita mágica, lo ayudaban a hacer desaparecer alianzas matrimoniales, que luego aparecían en el bolsillo de los propios espectadores. Estos y otros efectos formaban parte de su acervo mágico, realizado con elementos simples y cotidianos”.
Dingo hace posar a visitantes frente a la fuente del Parque Oroño. Foto: Archivo Museo de la Ciudad
Pablo Gigliotti, en una carta a El Litoral en 2019, describió a Dingo como “un turquito bajito, semicalvo y que hacía maravillas con sus manos, un prestímano, muy simpático, sonriente y siempre de buen humor”. Incluso en su vejez, Dingo seguía deleitando a los caminantes en las calles céntricas de Santa Fe con sus pases y rutinas mágicas.
Habilidad y simpatía
Diario El Litoral, en su edición del domingo 21 de noviembre de 1948 expresó que “entre los pocos magos que personalmente hemos conocido, sin duda el más simpático y cordial es el mago Dingo, amigo de todos los niños de nuestra ciudad y de casi todos esos pueblos de Dios que de vez en cuando visita, para llevar a los alumnos de las escuelas más humildes el regalo de un espectáculo que nunca han visto”.
Archivo
El cronista lo describe como “un prestidigitador Ilusionista muy hábil en estas artes de inocente engaño, en las que podría competir con los más afamados”. Y lo ubica en la escuela clásica de este género artístico, “que se distingue de la moderna en que el artista se presenta ante el público sin ayudantes ni trajes exóticos, sin fastuosos decorados ni juegos de luces multicolores, sin que lo preceda un cuerpo de bailarinas ni lo siga una procesión de saltimbanquis orientales”.
A Dingo le alcanzaba, para sugestionar al público, su habilidad manual, su conocimiento de la técnica y su simpatía y sencillez. “Su ‘magia’ pues, es de la mejor ley”, decía El Litoral.
Chicos con Dingo, en San Martín y Primera Junta. Foto: Archivo
"Con pocos elementos (una tabla, un fondo de paños negros, unas cuantas esferitas de colores y un pañuelo) Dingo era capaz de asombrar, desconcertar y hacer reir a carcajadas y transportar a sus públicos a un mundo fantástico. Pero sin abandonar su sencillez y amabilidad. El Litoral, de hecho, lo describe en el mencionado artículo como “un ciudadano que no puede concurrir como espectador a una sala de cine o a un partido de fútbol, sin verse reclamado por los niños a quienes ha hecho pasar tantos ratos felices, y a quien todos saludan cordialmente, como a un buen amigo”.
Dingo no se dedicaba a la magia por mero afán de lucro Muchas veces, en forma gratuita y solicitando apenas lo necesario para cubrir los gastos de viaje, iba a los pueblos del norte santafesino. En esos puntos apartados del mapa, ante públicos formados en general por gente muy humilde, extraía de un sombrero palomas y conejos y hacía desaparecer cosas que los escolares encontraban, a gran distancia, en los bolsillos o en el interior de las orejas de alguno de sus compañeros.
Archivo El Litoral / Hemeroteca Digital Castañeda
La magia en las cosas sencillas
Dingo falleció en los años ‘80. Pero es, en el campo de las artes y más particularmente de la magia, uno de esos personajes que han quedado grabados en la retina de los santafesinos. Su historia es la de un hombre común y corriente que, sin embargo, se dedicó a mejorar la vida de sus semejantes a fuerza de alegría y asombro. Su mejor valor, más allá de su habilidad manual, fue el convencimiento de que la verdadera magia está en las cosas simples. Una de ellas, generar sonrisas. Como dato de color, parte de su legado está en buen resguardo: otro mago, Fernán, conserva la varita de Dingo como una de sus pertenencias más preciadas.
Dingo en el Cine Ideal. Foto: Archivo
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