Las revistas literarias argentinas tuvieron su época dorada entre las décadas de 1940 y 1960, período caracterizado por una efervescencia cultural que estaba en sintonía con el escenario político. Revistas como “Sur”, “La Rosa Blindada”, “Realidad”, “Cuadernos del Plata” y “Contorno”, entre otras, jugaron un rol central en la difusión de la literatura argentina y latinoamericana, además de funcionar como caja de resonancia en el debate intelectual de la época. Los escritores, además de mostrar sus producciones, contaban en esas páginas con la posibilidad de intercambiar ideas políticas, filosóficas y culturales, más allá de los límites de las continuas idas y vueltas entre gobiernos democráticos y dictaduras.
Gentileza
Con ese espíritu, Jesús María Cello concibió en 2001 (un año signado por la crisis) la publicación bimestral literaria por suscripción titulada “Escribir”, que en 2024 (otro año marcado por la crisis) tras una “odisea quijotesca” (la alusión a los dos clásicos no es antojadiza) retornó al ruedo y nuevamente está disponible para los lectores. Ese acto de “volver” en un contexto donde lo analógico está acechado desde todos los flancos por el inasible avance de lo digital, configura un ejemplo de resistencia. Tal como señala el propio Cello en el texto que abre el número 9 de esta “revista libro”, publicada en marzo y con continuidad en junio, la acción posee “la locura y la pasión que llevan los caminantes”.
Recorrer las páginas de esta entrega del “regreso” constituye una aventura heterogénea y apasionante, que demanda ser asumida con la misma predisposición que propone Kavafis en su poema “Camino a Ítaca”: con el deseo de que “el camino sea largo, lleno de aventuras, lleno de experiencias”. Las “tertulias” que allí habitan son, como mínimo, estimulantes. Nombres de la alcurnia de Abelardo Castillo, Juan José Saer, Jorge Luis Borges, Octavio Paz, Jorge Ricci, Roberto Arlt, Ricardo Piglia, Marguerite Duras, conviven, dialogan, interactúan y discuten con otros menos difundidos pero igual de agudos en sus aportes. Producto de ese cruce, el beneficiado es el lector, que llega al final del camino enriquecido. Feliz, diría Kavafis, de “las mañanas de verano” y “los puertos nunca vistos antes”, tal como Ulises cuando arribó al puerto de su isla natal tras su largo viaje.
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En el texto de Duras incluido por Cello en este número, ella habla de la “soledad del autor, la del escribir”. Es posible que así sea. Sin embargo, la vuelta de tuerca que propone esta revista es “la compañía del leer”. La ilustración de tapa de Vladimir Kush y el diseño de Ana Catella completan la experiencia.
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