La película de Jacques Audiard divide opiniones por su tratamiento de temas sensibles como los desaparecidos por el narcotráfico y la estereotipada representación de México.
La actriz española Karla Sofía Gascón, protagonista de “Emilia Pérez”. Foto: Pathé
Hay películas que nacen con el propósito de incomodar. Un ejemplo es “La naranja mecánica”, conocida por su violencia extrema o “Saló o los 120 días de Sodoma”, con escenas de abuso y degradación. No siempre logran hacerlo por las razones correctas. “Emilia Pérez”, del francés Jacques Audiard, encendió un debate que trasciende lo cinematográfico y se adentra en cuestiones éticas y culturales.
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Con un abordaje que muchos calificaron de superficial y oportunista, la película fue acusada de trivializar temas sensibles, como los desaparecidos del narcotráfico en México, mientras se apoya en una agenda progresista para ganar legitimidad en festivales internacionales.
¿Audacia o insensibilidad?
“Emilia Pérez” es un musical que aborda temas como identidad, género y crimen organizado, lo cual, en principio, podría parecer interesante. Sin embargo, el resultado final es una obra que muchos perciben como frívola, en tanto reduce la tragedia de los desaparecidos del narcotráfico a un simple telón de fondo.
En un país como México, donde este problema está tan presente, muchos interpretaron la película como una falta de respeto.
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Además, la ambientación de “Emilia Pérez” abrió controversias. Filmada con actores no mexicanos en los papeles principales (excepto por Adriana Paz), la película carece de la autenticidad cultural necesaria para abordar el tema con seriedad.
Los diálogos incluyen clichés y estereotipos que presentan una visión simplista y caricaturesca de México. La defensa de Audiard tampoco ayudó, cuando remarcó que no investigó sobre el país porque ya sabía lo suficiente.
Incluso a la actriz Selena Gómez se le asignaron líneas de diálogo que, según varios críticos mexicanos, no reflejan la idiosincrasia del país.
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Un ejemplo de esto es la frase “me duele la pinche vulva”, que generó burlas en las redes sociales, o “me cerró la llave”, una expresión que, según señalan, no forma parte de la jerga cotidiana para mencionar el bloqueo de una cuenta bancaria.
El acento de la actriz fue muy criticado, incluso por figuras como Eugenio Derbez. Selena aclaró que su personaje es una mujer de origen mexicano criada en Estados Unidos que está aprendiendo español, pero esto no se aclara en la película, lo que hace que su actuación pierda fuerza.
La ausencia de actores mexicanos en papeles clave es polémica. ¿Cómo puede una película representar a un país sin contar con voces representativas? Este vacío pone de manifiesto una mirada eurocéntrica que privilegia a actores internacionales sobre el talento local.
A diferencia de lo que hizo, por ejemplo, Alfonso Cuarón en “Roma”, que, también ganadora de numerosos premios, apostó por una representación más auténtica.
¿Progresismo o estrategia comercial?
Uno de los elementos centrales de “Emilia Pérez” es el cambio de género del protagonista, un narcotraficante que decide transicionar a mujer para escapar de la justicia.
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Este giro narrativo podría haber sido una oportunidad para una reflexión profunda sobre identidad y transformación. Pero muchos críticos lo vieron más como un recurso destinado a captar la atención de jurados en festivales progresistas.
El tema no está integrado de forma orgánica en la trama, no hay una evolución auténtica del personaje. Más allá de este tema específico, la cuestión de la identidad fue abordada en múltiples ocasiones en el cine.
Basta recordar “El cisne negro”, “La piel que habito”, “Mulholland Drive”, “El talentoso Sr. Ripley” o “Vanilla Sky”. Con mayor fortuna.
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En cuanto a la transexualidad, una película como “Una mujer fantástica” (2017) de Sebastián Lelio ofrece una representación mucho más profunda y empática de una mujer trans que enfrenta rechazo y discriminación tras la muerte de su pareja.
Su búsqueda de respeto en una sociedad poco comprensiva resulta verdaderamente conmovedora. Por lo tanto, “Emilia Pérez” tampoco es pionera en este terreno.
Una obra que divide
“Emilia Pérez” se presenta como un espejo incómodo de las tensiones entre representación cultural y responsabilidad artística. Algunos celebran su audacia formal, pero otros la ven como un ejemplo de cómo el cine puede fallar al abordar temas sensibles desde una perspectiva externa.
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Es posible que la película gane varios premios Oscar en marzo próximo, dada la cantidad de nominaciones que recibió. Sin embargo, esto no implica que esté a la altura de obras clásicas como “El Padrino”, “Forrest Gump”, “Titanic”, “La lista de Schindler” o “El silencio de los inocentes”.
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