Días atrás se realizó la presentación del libro “De donde venimos y adonde vamos. Miradas sobre la vida, obra y legado de Fray Francisco de Paula Castañeda”, de Graciela Zarza de Alarcón y Fernando Marchi Schmidt. El Litoral conversó con la docente sobre la voluntad de recrear las vivencias de aquel sacerdote, con tanta vocación por la fundación de escuelas como de periódicos políticos.
La profesora Alarcón reivindica su experiencia formativa en el Almirante Brown y el Instituto del Profesorado UNL (actual Fhuc). Foto: Mauricio Garín
Días atrás, en estas mismas páginas, contábamos sobre el acto de cierre del Foro del Bicentenario de San José del Rincón, entre cuyas actividades se contó la presentación del libro “De donde venimos y adonde vamos. Miradas sobre la vida, obra y legado de Fray Francisco de Paula Castañeda”, escrito por la profesora Graciela Zarza de Alarcón junto al escritor (y coordinador del Foro) Fernando Marchi Schmidt. Justamente, el Bicentenario que se celebra es el la fundación de la Escuela de Artes y Oficios y la capilla, dos de las obras de un personaje siempre en movimiento, debido a su ejercicio de un periodismo ácido en publicaciones efímeras, como así también por su pasión por crear instituciones educativas.
El Litoral conversó con Zarza para adentrarse en su proceso de reconstrucción de una historia ligada a nuestra región.
Fray Francisco de Paula Castañeda, retratado por Charles Decaux en la década de 1820, cuando vivió en San José del Rincón. Foto: Archivo El Litoral
Legado
-¿Qué nos puede contar sobre el libro?
-El libro tiene que ver con la presencia de Fray Castañeda en San José del Rincón. La palabra fraile, fray, significa hermano; o sea que ahí ya estamos estableciendo un plano de igualdad, de solidaridad, de equidistancia, de correspondencia, de autodeterminación, de libertad, de trabajo. De arte, en síntesis, porque el arte justamente es lo inexplicable del ser humano, que se adentra en un espacio como el de Rincón, que da para la contemplación. Cierra con el paisaje.
Se entiende por qué ha sido aceptado y género dos cosas importantísimas institucionales: la escuela y la capilla. Toda la formación de este ser humano que ocupó este espacio, que era un espacio absolutamente libre, ocupado por el Ubajay, que es nuestro arroyo. Y ese testimonio perdura: no sólo en el paisaje, sino en el apasionamiento por lo educativo, por la creatividad, por la necesidad de sostener esos principios de base.
-Un legado de alguien que fue muy nómade, por razones de fuerza mayor.
-Dejó 15 instituciones para definir lo que era su tarea de anclaje en un espacio. Pero, en definitiva, lo que quedaba era tan importante que atraía a otros pobladores. Aquí, en la primera Escuela de Artes y Oficios de la República Argentina, y se dice que de Sudamérica, hubo alumnos de Buenos Aires, de Corrientes, de Entre Ríos; lo que significa que la acción educativa fue de orden mayúsculo.
Volver al territorio
-¿Cómo fue reconstruir ese paso en el libro?
-Como alumna de la escuela, como maestra, como vice, como directora y como supervisora de esa misma escuela no podía dejar de contener el mandato fundacional. Empecé a trabajar al tema ya cuando cambiaron los programas en el 85, que tuvimos que estudiar (los docentes) historia santafesina, y el lugar; entonces nada de Asia, nada de Europa, nada de África: volvamos a nuestro espacio. Y ahí hubo que ver Geografía e Historia, formación; y había que crear lo que había que enseñar.
-No existía, no estaba hecho.
-Pero nosotros, los profesores del Instituto del Profesorado dependiente de la Universidad (actual Fhuc), estábamos formados para poder tomar de cada área lo propio, para poder contener interdisciplinariamente lo que íbamos a dar. Eso fue una satisfacción enorme: porque poder dar clases en el lugar donde nosotros crecimos fue muy valioso; porque el niño el y el adolescente tuvieron que recorrer sus propios espacio, caminar el suelo.
-La tarea de Geografía era volver a recorrer el barrio.
-Calculá la simplicidad del tema, pero la profundidad que nosotros le tuvimos que dar.
Edición artesanal del libro, junto a obras de los ilustradores que colaboraron con el mismo. Foto: Mauricio Garín
Viejos y nuevos compañeros
-La escuela Almirante Brown fue pionera en eso.
-El Almirante Brown era del Proyecto 3, inicialmente: con horas de 80 minutos, con comedor, con integración de alumnos en el aprendizaje: estudiábamos en la misma hora y trabajamos la asignatura no en forma memorística; la trabajábamos en serio. Tuvimos los mismos profesores que después crearon el programa del Instituto del Profesorado, continuaron con la experiencia. Por eso somos lo que somos: difíciles, pero integradores. No éramos de la Escuela Normal de Paraná, que se especializaban sólo en Historia: profundizaban, y había una gran competencia entre Santa Fe y Paraná. Pero los resultados nuestros de la Brown y del Profesorado se han visto a lo largo de la historia de la educación santafesina; y hablamos de personalidades que ha tenido la educación, como Ramón Caropresi, que realmente fue maravilloso.
El libro no es solamente mío, sino que es de Fernando también: él me ayudó mucho a poner la cara para poder discutir, y encontrar que uno solo no hace un libro. Siempre con otro que entiende, que discute, que debate, que agrega, que corrige, que modifica. Y en definitiva, sabiendo todo eso, le pedí a Fernando que me acompañara en la autoría. Rechazo la parte individual: venga la parte colectiva, venga el trabajo compartido. Ese es el sentido de este libro, porque es una invitación para continuar la tarea: hay mucho para hacer.
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