La poeta habló con El Litoral acerca de su último libro. Al respecto, precisó: “Nunca escribo sobre la felicidad, aunque (en 'En el cielo de Tushita') aparecen chispazos”.
“Me siento más cómoda en la voz pequeña de la observación cercana", admite Jiménez España. Foto: Gentileza Sebastián Freire
“El cielo de Tushita” fue publicado en 2022 por Salta El Pez Ediciones. Además de escritora, su autora Paula Jiménez España es periodista (The Praxis Journal, y de 2008 a 2022: Pagina 12 y Clarín), psicóloga y astróloga. En su perspectiva, la obra refleja una nueva etapa. “No sólo por ser representativa de una realidad de cambio (fue escrito durante la pandemia, habiéndome mudado y recibiendo en este mundo a mi pequeña hijita Victoria), sino porque siento haber explorado más profundamente un registro poético”.
Trajo poesía
El tratamiento del lenguaje que denota el poemario “fue fruto de un detenimiento mayor durante el aislamiento. Fue un año que resultó para mucha gente de cierta claridad con las prioridades. Mi atención se orientó en gran medida hacia la naturaleza y hacia mi hija. En el libro abordé estos dos tópicos desde el lente de mi interés por la sabiduría natural del budismo”-
Para Paula, el nacimiento de Victoria Tupac “significó una gran pulsión de vida. Está el dicho de que los niños traen un pan bajo el brazo. Vicky trajo poesía, quizás porque ese es para mí un alimento que por supuesto redunda en alimento para ella. A partir de la escritura de ‘El cielo...’, mi voz poética incorporó algo novedoso: la ternura. Esa era -es- mi realidad más contundente, aunque el contexto fuera desolador. Quizás por eso mismo, esa ternura se tradujo en poemas, un modo de fijar lo más valioso y vital”.
Deseo
Algo se venía gestando. “Espacios naturales” (2009) y “Paisaje alrededor” (2015), fueron preparando el terreno al entrelazar naturaleza y sentimientos amorosos. Aunque la autora también encuentra anticipos en intentos de escritura, proyectos truncos. “No prosperaron porque ni yo misma creí en el tono trágico que aparecía en algunos poemas. Condicionada por la pasión de la ola feminista, la escritura se me había tornado grandilocuente. Y no al modo de ‘La suerte’ (cuyo sello es una grandilocuencia lírica, pegada al discurso de los Arcanos mayores del tarot), sino que era más bien una voz alta que exigía, enojada y herida. Y fue un forzamiento”.
Por esto, Paula se siente “más cómoda en la voz pequeña de la observación cercana” que sucede en “El cielo de Tushita”. De todos modos, “rescaté algunos versos escritos en esos años. Entre ellos los de ‘Las madres errantes’, uno de los poemas que mayor diferencia presenta con el discurso poético general de ‘El cielo…’, que es un trabajo basado en gran medida en la música y la rima. Sin embargo, lo que se dice en ‘Las madres errantes’ cuaja con el despliegue de una interioridad del yo poético. El trabajo con la música, en el que sigo profundizando, es un deseo de reencuentro con mis raíces familiares. Vengo de un árbol genealógico flamenco, cantaores de un lado y del otro. Pero yo no pude hacerlo de ese modo, sino con las palabras”.
Caminar volviendo
En cuanto al diálogo de la obra con sus hermanos/as mayores, Jiménez España rescata: “Me resulta interesante siempre poder pensar esa especie de oleaje que es el devenir de un camino en la escritura de poesía, tan distinto para cada persona. En mi caso, siento que hay cierta errancia con respecto a los tópicos que fui trabajando a lo largo de tantos libros publicados, pero pienso que también hay una coherencia en la construcción de un yo que es siempre más o menos el mismo: este yo que para mirarse, mira hacia afuera”.
Y esto, “no es sin montarse a una música. Incluso muchas veces, esta música me atrapa y mi decir voluntario se diluye. No sé si eso está bien o mal, sé que me sucede y que incluso se me arma como una especie de resistencia, de rebeldía. Hay un verso de Diana (Bellessi) que dice ‘o no hay cómo seguir si no se vuelve’. Yo creo que busco caminar al futuro volviendo a lo clásico, que es para mí la búsqueda de una determinada belleza en las palabras, lo logre o no. Del mismo modo, en la vida me encuentro queriendo regresar a un punto original, a una matriz que me hizo vibrar con su nota, negada por tanto tiempo”.
Son dos, dijo Fito
“El cielo de Tushita” se divide en dos partes: Kāmadhātu y Warmayanay. La primera “alude a la esfera que para el hinduismo contiene a todos los cielos, entre ellos el de Tushita. Hablo de Kāmadhātu particularmente en uno de los poemas para referirme a esa integridad celestial, incorrupta, que mi hija encarnó para mí, quizás como todos los bebés la encarnan. Creo que fue una bendición haber podido tomar contacto con esa energía, cuando ya por mi edad no parecía viable que sucediera”.
Warmayanay “es un vocablo quechua que refiere al casamiento, en un sentido no matrimonial sino de complementación entre dos partes. El cielo y la tierra para mí; la vivencia de atravesar la experiencia humana para que lo sagrado venga de su mano, como consecuencia del amor a la vida. Es por eso que están explícitos los homenajes a Chola, una señora hermosa que conocí, y a mi querida Diana Bellessi, de las dos digo que me enseñaron a vivir sin darse cuenta”.
Maestras
A lo largo del libro, se encuentran diseminados saludos, en formas de citas, a distintas voces. Luego de referir a Pascual Quignard (“amo esa delicadeza, ese modo poético y filosófico escrito con una prosa casi transparente”), Paula se detiene en las dos mujeres: Gabriela y Diana. “Con Gabriela Mistral encontré la cita perfecta, sus palabras trazan el arco vital del que hablo indirectamente en el libro. Aunque la leí hace ya varios años, ese epígrafe me llegó casualmente (o no tan casualmente, porque creo en las sincronías y además la cita me ayudó a entender de qué quería hablar en ‘El cielo')”.
Además, la relación de Mistral con las infancias fue una referencia para Jiménez España. “Mi propia maestra Diana, la considera una maestra y hay muchas coincidencias entre ellas. La cuestión de la identidad latinoamericana y sexual no son menores, claro, pero la mayor coincidencia es que son voces excepcionales en nuestra poesía. Las dos de una gran luminosidad y perfección formal y dueñas de imaginarios, para mí, muy asociados”.
Respecto a Bellessi, homenajeada en “El tilo”, su discípula sostiene que “nos une una amistad forjada desde muchas aristas y la gran admiración que su poesía me despierta. Ahora estoy releyendo su obra reunida y redescubro poemas impresionantes de ‘Eroica’, de ‘Danzante de doble máscara’ o de ‘La rebelión del instante’. Es una obra inagotable en su belleza. Pero lo que yo digo en ‘El tilo’, creo que tiene también que ver con la apreciación de la vida, en un sentido de las experiencias compartidas en charlas, cenando, yendo al cine o tomando un café. Estaré infinitamente agradecida siempre con ella por el mundo que me abrió”.
Ese dolor
Uno de los ejes de la obra son los ancestros. Otras vidas, la madre de Paula, ancestros de Varsovia, ancestros poéticos, ancestros pájaros. Mostrando un carácter entre evocativo y anticipatorio, “Música”, se mete en ese túnel que comunica pasado, pasado del pasado, presente y futuro.
Paula recuerda que en el proceso de escritura, “me apareció como uno de los tópicos el peso de la historia política y social, y su entramado con mis vivencias familiares. Esta recapitulación de la memoria me ligaba a un mundo que parecía haber quedado de pronto del otro lado, sepultado en la ‘vieja’ normalidad. Yo me negué a eso, me niego. Creo en la continuidad, lo viejo y lo nuevo como realidades excluyentes son manipulaciones, imposiciones de un poder que se alimenta de la división entre personas, entre etapas de la vida, entre épocas. El negocio es siempre producir antinomias donde no las hay”.
Otro poema, “El golf”, dice “Nadie, solamente fue Evita / la que nos dio una mano a los Jiménez”. Y hace hablar a los que ya no están. “A ese pasado familiar que encontró un respiro en un gobierno y un mismo pasado familiar que era antiperonista. Venimos de esa construcción cultural de alienación. Ese dolor de creernos otros de los que somos, aún padeciendo las mismas necesidades y teniendo que tener las mismas gratitudes. Necesité hacer inventarios en ese tiempo aciago del 2020, traer otra vez a la vida ese pasado que me constituye”.
“A partir de la escritura de El cielo, mi voz poética incorporó algo novedoso: la ternura”, agrega. Foto: Gentileza Sebastián Freire
Chispazos
El amor, además de nombrar el segundo poema del libro, late fuerte en la obra. Es migrante en “Primer poema a Victoria”. Página a página, muta de cuerpos y especies, de reinos vegetales y animales. Es madre, hija, gata (Gaspeadita) que amamantó a todos los gatos. Es la flora que crece en la infancia y que sigue acompañando los días presentes. También, es el amparo (“hacer fuerte lejos del dolor”). Pero, aun así: el amor convive con el miedo, con ese “diminuto huevo de espanto”.
¿Será que “El cielo de Tushita” ayudó a Paula en la tarea de “capturar” pequeñas cápsulas de felicidad? O, dicho de otro modo, ¿una suerte de elogio de la felicidad, mesurado por el miedo y las preocupaciones ante lo desconocido, lo novedoso? “Nunca escribo sobre la felicidad, aunque sé que en ‘El cielo’ aparecen chispazos. La escena de ese ‘Primer poema a Victoria’ es uno, una felicidad determinada por la fugacidad, por la no permanencia. Eso es lo que hace avizorar el miedo, sentir los límites del tiempo o de los cuerpos como una amenaza”.
Sin embargo, continúa reflexionando la autora, “¿quién puede asegurar que en la eternidad y en la desmesura existiría la posibilidad de esos chispazos de felicidad que trae el amor? El amor repele lo absoluto, el amor real no es romántico. Conocemos distintos amores y distintos miedos, son pares antitéticos. No hay temor alguno en el amor, dice el ‘I ching’. Cuando uno aparece el otro se va. Como el poema de Wislawa, son esos amantes que van en la misma puerta giratoria, pero en distintos compartimentos. Nunca se verán la cara pero comparten el mismo espacio psíquico”.
La licencia
Si de recursos se trata. las preguntas cobran fuerza en el poemario de Jiménez España. “No fue un recurso pensado de antemano. Apareció sobre todo en ‘La danza de la araña’ y no tengo claro por qué el poema tomó ese camino. Sí sé que la pregunta invita, abre una puerta al pensamiento y también a la fe. El punto de fuga del poema es una no respuesta, una salida a lo taxativo de la ignorancia y de los regímenes. El loco en el Tarot es el arcano número cero, va sin rumbo, sin riquezas materiales, no tiene casi nada. Suelo asociarlo a los poetas del haiku; se divierte (la escritura de haikus empezó como un juego), es inocente y creativo”.
Pero hay algo más. Cuando un/a poeta afirma una verdad, precisa Paula, “le es concedida la licencia de decir en otro poema lo opuesto. Y aún así no incurriría en una contradicción, porque no hay puro significado en verdad, no hay piedras atadas a los tobillos en poesía. Hay un deslizamiento de la pregunta que va a asociándose a las palabras, montándose a las metáforas, a las estructuras que son cajas musicales donde baila el poema”.
Gran puente
“No trabajo con métodos y te confieso que me encantaría, pero a la hora de escribir hace agua la voluntad”. La explicación viene a colación de lo que se afirma en “Los del amanecer”. Allí Paula dice: “De lo que no consigo dominar, de este fracaso de la voluntad saco el poema”.
Siguiendo en el poema, asoma su voz Spinetta para dejar susurrado el verso “sin dirección las horas bajan”. Paula cuenta que llegó por primera vez a la canción de Pescado Rabioso través de la famosa versión de Gustavo Cerati. Te diría que es una marca generacional. Yo no sé si Luis Alberto trabajaba con método a la hora de escribir las letras, probablemente sí. Pero siento que la influencia del rock argentino en mi escritura es grande y viene de la mano más de la inspiración desbocada que de la formación académica”.
Charly también dice presente, en “La suerte”, donde se lee “Las lágrimas, mis hijas”. Paula fue adolescente en los 80. Recuerda: “Deseé con todo mi corazón salir de las estructuras rígidas de la infancia en los 70. Esa música fue el gran puente, esos referentes descomprimieron definitivamente el duro clima de espanto del que éramos emergentes. Tengo una novela inédita que reconstruye esa época juvenil y el difícil aprendizaje de la Libertad. También la escribí en pandemia, en el marco de una de las restricciones más importantes que existieron”.
Sinceramente
-¿Quién es Paula Jiménez España después de “El cielo de Tushita”?
-Ojalá supiera, pero seguro que alguien muy diferente a esa que una vez llamó Marina Baudracco para proponerle publicar un libro en su editorial. Pienso en ese momento y siento que muchos procesos se precipitaron en los últimos años. No solo personalmente, sino sociales, políticos, tecnológicos. Y fundamentalmente de vidas de repente terminadas, enfermedades, pérdidas.
“El cielo de Tushita” coincide con el final de una era y el comienzo de otra, la de Acuario. No sé quién soy yo, no sé qué es el yo o en qué derivará esa identidad singular con la que antes me reconocía. Han pasado demasiadas cosas raras como para que todo pueda seguir tan normal. Y yo me siento en un tembladeral sinceramente, no podría responderte a esa pregunta.
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