Silvia Barrera es instrumentadora quirúrgica. En junio de 1982 emprendió el viaje al sur rumbo a Puerto Argentino. A Malvinas, en plena guerra. Viajó junto a otras cinco mujeres con la misma profesión. La misión era atender a soldados heridos.
En junio de 1982 Silvia Barrera estuvo diez días en el Irizar con otras cinco instrumentadoras quirúrgicas para atender a soldados heridos en los combates. Dice que la "semillita" que plantan desde hace años con charlas en colegios y entrevistas rindió sus frutos, y hoy se conoce su historia.
Silvia Barrera es instrumentadora quirúrgica. En junio de 1982 emprendió el viaje al sur rumbo a Puerto Argentino. A Malvinas, en plena guerra. Viajó junto a otras cinco mujeres con la misma profesión. La misión era atender a soldados heridos.
Un total de 16 mujeres fueron las que trabajaron en distintas funciones durante la contienda de la que se cumplen hoy 40 años. Fue hace mucho tiempo. Pero mucho menos es el tiempo que se habla de ellas, de las mujeres en Malvinas.
La charla con El Litoral es telefónica, desde el Hospital Militar Central donde Silvia trabaja desde hace 42 años. Allí comenzó cumpliendo tareas como instrumentadora. Después, "por circunstancias militares ajenas a mis deseos tuve que dejar de instrumentar y pasé como encargada de distintos consultorios, hasta que me puse a estudiar carreras paralelas, como Control de Gestión, Comunicación institucional, Administración hospitalaria y, más tarde, Ceremonial y Protocolo. Hace 15 años que estoy en esa función", cuenta.
- Silvia, llevás 42 años de trabajo en el hospital; o sea más de los que se cumplen este 2022 de la guerra de Malvinas...
- Ya hacía dos años que trabajaba acá. Me recibí a los 19 de Instrumentadora, que en ese momento era una tecnicatura, y enseguida empecé a trabajar.
- ¿Qué te decidió a irte al sur?
- Vengo de familia militar y cuando eso ocurre tenés muy arraigados los signos patrios. Por ejemplo, por acompañar a mi papá a las ceremonias, cantaba el Himno varias veces por día. Entonces, como era personal de sanidad y trabajaba en el Hospital Militar, era casi natural ofrecernos como voluntarias. De las seis instrumentadoras que fuimos, cuatro venimos de familia militar.
- ¿Cómo ves hoy, en perspectiva, aquel momento en que decidieron ir a Malvinas?
- Nos lanzamos a la aventura, en ese momento evaluamos que íbamos a cumplir nuestro sueño de ayudar a curar a nuestros soldados y se nos cumplió, porque nos habíamos ofrecido a viajar el 2 de abril. En ese momento no había perspectiva de ir porque todavía no había mujeres en las fuerzas; estaban en las escuelas y no podían ser movilizadas. La orden era que solamente irían los hombres.
Pasaron los días, comenzaron a llegar los heridos al hospital de Puerto Argentino y vino el pedido de instrumentadoras quirúrgicas.
- ¿Era una función que en ese momento cumplían únicamente mujeres?
- Únicamente mujeres, porque los hombres empezaron a estudiar la carrera varios años después.
- ¿Y qué sentiste cuando te dijeron que podías ir?
- Sentí toda la expectativa de ir, de cómo íbamos a viajar. Teníamos también el impulso de la juventud. Para nosotras era un sueño cumplido.
- No habrá sido fácil, porque eran mujeres en un mundo de varones.
- Esa es una de las cosas que, tal vez ingenuamente, no tuvimos en cuenta. Pensamos que nos iban a recibir con los brazos abiertos en todos lados, que nos iban a tratar como a un par. Pero eso se fue dando a medida que los hombres con los que nos tocó trabajar nos fueron conociendo. Al principio fue un choque de géneros.
- Hace muy poco que se habla de las mujeres en Malvinas y la tuya fue una de las primeras voces que se escuchó para contar esta otra parte de la historia. ¿Había una deuda con ustedes?
- Creo que es una deuda de la sociedad porque mucha gente ni se preguntó si había mujeres. Les pareció normal que solamente vayan los hombres a la guerra. También es una deuda del periodismo que no se interesó y, por sobre todas las cosas, de las autoridades del Ejército que nunca divulgaron correctamente que también hubo mujeres.
- Ustedes seis no fueron las únicas.
- Somos 16 mujeres de distintas fuerzas, algunas enfermeras, operadoras de radio, comisario de a bordo. Todas cumplimos distintas funciones.
- ¿Cómo fue la travesía?
- Salimos desde Buenos Aires, del Hospital Militar Central a Aeroparque en un avión de línea rumbo a Río Gallegos. Una vez allí y después de una serie de desprolijidades de la fuerza llegamos al Irizar (rompehielos ARA Almirante Irizar) que se convirtió en nuestra casa. Nosotras íbamos al hospital de Puerto Argentino y cuando llegamos se dieron cuenta de que faltaba documentación. Tampoco querían que las mujeres se involucren mucho así que no nos dieron grado militar. Nosotras somos civiles, entonces faltaron requisitos que tampoco tuvieron mucho entusiasmo por cumplir.
Así, se tomó la decisión de que nos quedemos a trabajar en el Irizar. Ahí estuvimos diez días, del 8 de junio hasta el 18. Pasamos los cuatro peores días de bombardeo que hubo en la guerra, que fueron los de mayor combate. Vivimos la firma del cese el fuego que fue el día 14 y vinieron cuatro días más de tratar de rescatar la mayor cantidad de soldados para que no cayeran prisioneros.
- ¿Tuviste miedo en algún momento?
- No. Miedo no. Tenía la inconciencia de la juventud. Y lo que nos pasó fue que hasta llegar al Irizar fueron una serie de descoordinaciones que nos hacía plantearnos "qué improvisado todo". No es que teníamos miedo, pero llegar a un lugar donde nadie te está esperando, nadie sabe nada… Éramos civiles así que por más que estábamos trabajando en el medio militar había cosas que no eran normales.
- ¿Se mantuvo el vínculo con alguna de las personas que atendieron allí? Tuvieron contacto con aquellos que sobrevivieron?
- Si, porque al seguir trabajando en el hospital ellos vienen a atenderse acá así que los sigo viendo. De alguna forma los sigo ayudando porque a veces necesitan algún estudio de urgencia o una receta. Es mi rol de enlace con los veteranos de guerra.
- Vos también sos veterana de guerra.
- Si. De las 16 que somos, a 12 nos reconocieron al año siguiente. Al resto le costó un poco más. Hasta ese momento era un reconocimiento de cada fuerza, o sea el Ejército nos reconoció como veteranas de guerra, la Armada a otro grupo. Pero no teníamos un documento oficial de Presidencia y del Ministerio de Defensa. En 2012 se nos entregó una resolución por la que las 16 somos las únicas mujeres veteranas de guerra.
- Siempre analizamos lo que ocurrió esos primeros años con la desmalvinización que siguió a la guerra, y lo que pasa ahora en que todas las miradas están puestas en este aniversario. ¿Qué pasó en el medio para que cambie la perspectiva sobre Malvinas?
- Creo que el cambio lo hicimos nosotros en un camino muy lento. Fue sembrar una semillita entre todos los veteranos, salir a contar nuestra historia, dar reportajes, participar en homenajes; en definitiva, hacer que todo el mundo conozca nuestra historia. Sobre todo fue el trabajo de ir a los colegios para que los chicos se vayan enterando de que había veteranos de guerra. Esos chicos que ahora son grandes, los que eran productores de televisión que ahora son periodistas conocidos, esa semillita venimos sembrando desde hace años todos los veteranos mientras contábamos nuestra historia.
Y este año fue un estallido de querer hacer visible todo lo que veníamos contando.
- Al principio de la charla te pregunté dónde estabas porque, al igual que otros veteranos, estarás recorriendo otros puntos del país para contar tu historia.
- Tremendamente. Fui dos días a Tucumán para dar charlas en colegios secundarios, en la Legislatura y en municipalidades. Vine de ahí, trabajé un día y me volví a ir a Laguna Paiva donde me recibieron con todo el cariño; luego viajé a Arequito donde estuve dos días para hablar en cuatro colegios y con un grupo de mujeres. En todos lados me reciben con mucho cariño y con mucho interés por conocer la historia porque todavía hay gente que no sabe que hubo mujeres en Malvinas.
- Cuando volviste de la guerra, ¿qué reacciones encontraste en tu entorno?
- En la familia, el mismo acompañamiento que hubo en la decisión de ir. Mis amigos son todos hijos de militares como yo, y era más fácil hablar con ellos. Pero lo difícil fue el resto de la gente: nos fuimos 15 días y cuando volvimos Malvinas ya había pasado. Buenos Aires es una ciudad cruel con la memoria, pasan las cosas tan rápido que cuando volvimos, Malvinas ya no era noticia. Eso fue muy doloroso porque veníamos de estar con nuestros soldados heridos, desnutridos por falta de comida. Cuando llegamos fuimos a comer y veíamos que la gente comía como si nada y sin acordarse de nuestros soldados. No digo que todos tienen que flagelarse porque nosotras fuimos a Malvinas; pero un respeto, un recuerdo…
- En una charla que tuvimos hace unos años dijiste que Malvinas es un hilo que los une; ¿siguen manteniendo ese contacto? ¿Cuántas personas siguen sosteniendo ese vínculo?
- No puedo decir un número porque desde que empezó Facebook nos fuimos conectando. Casi todos tenemos problemas para dormir y a la noche nos empezamos a conectar. Todavía hoy me conecto con veteranos a los que no conozco personalmente y sin embargo en estos años conocí a las esposas, hijos y nietos. Me contacté con pacientes a los que hacía 40 años que no veía. Así que las redes sociales nos sirvieron para mantenernos unidos y saber cómo fue avanzando cada uno. Y si uno necesita algo, vamos todos los demás a tratar de ayudarlos aunque sea para escuchar su problema.
- ¿Qué es Malvinas para vos en este momento?
- Malvinas es algo muy importante en mi vida. Primero es la obligación de salir a contar nuestra historia para que quede visible la función de una mujer durante la guerra. Y después creo que todo veterano tiene la obligación de continuar haciendo que la historia se haga carne.
En mi vida, mis hijos y mi esposo son lo que más quiero, pero Malvinas ocupa, te diría, un lugar paralelo.