Dmitri Medvédev: profeta y paladín de un Mundo Nuevo
Es vicepresidente del Consejo de Seguridad Nacional de la Federación Rusa, uno de los más cercanos colaboradores de Putin y uno de los más duros impulsores del conflicto con Ucrania.
El jefe del Kremlin, Vladímir Putin, conversando bajo la lluvia con Dmitri Medvédev, estoico ante el aguacero.
La imagen es una instantánea, pero dice mucho. En un acto al aire libre en el Kremlin, el presidente de la Federación Rusa, Vladímir Putin, ha sido alcanzado por la lluvia, mientras un asistente trata (al fondo de la fotografía) de cubrirlo con un paraguas; su saco y su pelo están húmedos, y su expresión es distendida, mientras se dirige a la persona a su lado.
Allí está Dmitri Medvédev, vicepresidente del Consejo de Seguridad Nacional, ex primer ministro (2012-2020) y también el único ex presidente vivo del país, ya que ejerció el cargo entre 2008 y 2012, cuando Putin no pudo presentarse a una tercera reelección consecutiva y fungió como primer ministro. Medvédev observa hacia adelante con el rostro adusto, impertérrito ante la lluvia que lo empapa, como si estuviera plastificado. El líder puede relajarse, pero él permanecerá de pie en la tormenta.
Hombre de Estado
Dmitri Anatolyevich Medvédev nació el 14 de septiembre de 1965 en Leningrado, ahora San Petersburgo. Estudió derecho en la Universidad de Leningrado y más tarde en el Instituto de Estado y Derecho de San Petersburgo, donde se graduó en 1990. Después de graduarse, trabajó como profesor de derecho y se unió al Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS).
En 1991, Medvédev comenzó a trabajar en la administración del alcalde de San Petersburgo, Anatoli Sobchak, como asesor legal. En 1996, se convirtió en el jefe de la administración presidencial de Sobchak. Después de que Sobchak perdiera su cargo como alcalde en 1996, Medvédev se trasladó a Moscú y comenzó a trabajar en la administración del presidente Boris Yeltsin.
En 1999, ya con Putin en la presidencia, Medvédev se convirtió en subdirector de la administración presidencial y, en 2000, asumió como jefe de la administración presidencial. En 2005, fue nombrado primer viceprimer ministro, y en 2008, fue elegido presidente. Durante su mandato se propuso modernizar la economía rusa y mejorar las relaciones con los países occidentales. También introdujo reformas en el sistema legal y la administración pública, y abogó por una mayor transparencia y lucha contra la corrupción (una rémora de los años de Yeltsin: la entrada de la mayor potencia socialista en el capitalismo neoliberal de los 90, sin anticuerpos).
Castillo de Praga, 8 de abril de 2010. Dmitri Medvédev con Barack Obama, cuando ambos eran presidentes.
Doble conflicto
Pero los tiempos cambian: aquel mandatario que se fotografiaba con rostro amable con líderes mundiales hace poco más de una década, se ha convertido en uno de los defensores de la operación militar en Ucrania, en su doble carácter de enfrentamiento con los que ve como herederos del nazismo en la "Kraína" (la vieja frontera del mundo ruso, del cual la Rus de Kiev fue uno de sus puntos fundacionales) y como parte de una guerra global en cuotas.
Sobre lo primero ha comentado: "La parte apasionada de los ucranianos ha estado rezando por el Tercer Reich durante los últimos 30 años. Literalmente. El asco lo despiertan las fotos, en las que los símbolos nazis -banderas, literatura, carteles- se encuentran en casi todas las unidades militares de Ucrania tomadas por nuestro ejército. ¡Incluso tazas con esvásticas! No se trata de un juego de estética fascista, como pretenden demostrarnos los occidentales. Es una ideología".
La historia lo asiste: hasta 1945 la actual Ucrania estuvo dividida entre la mitad rusa/soviética del este y la occidental, que fue parte de la Galitzia austrohúngara hasta 1917, polaca entre las dos guerras y finalmente parte del Gobierno General del Reich alemán, a cargo de por Frank, dentro del distrito de Galitzia dirigido por Otto Wächter. Este último fue el fundador de la 14ta. División de Granaderos Waffen-SS ("Division Galicien"), integrada por ucranianos del oeste, territorio con sede en Lemberg (actual Lviv), cuyos estandartes ondean todavía.
También fueron nacionalistas ucranianos los policías que colaboraron con la masacre de judíos de Babi Yar, en Kiev; y también lo fueron los seguidores de Stepán Bandera (un prócer para el aparato de Estado ucraniano posterior al Euromaidan de 2014), de Pavlo Shandruk y de Román Sujévich (que hoy tiene un estadio de fútbol con su nombre, algo que hasta la Fifa ha repudiado).
Hacia una "catástrofe global"
En lo que respecta al conflicto mundial, el pasado 12 de mayo, en el marco del Foro Jurídico Internacional de San Petersburgo, sostuvo que Occidente desató "una guerra híbrida a gran escala" contra Rusia. En este sentido, recordó en su discurso que Estados Unidos y los países occidentales están suministrando todo tipo de armas a Ucrania, "fomentando el terror en las provincias fronterizas de Rusia, cometiendo sabotajes y asesinatos políticos".
Así, "están, de hecho, allanando el camino hacia la Tercera Guerra Mundial, una catástrofe global en la que, como sabemos, no puede haber ganadores por definición".
Medvédev denunció que Occidente ejerce "el dominio económico y la expansión política y militar" bajo "el lema de reforzar los valores de la democracia" y que "cualquier intento de vivir fuera de estos moldes anglosajones" se suprime. Entre otras cosas, recalcó que se modificó el equilibrio de poder en el mundo tras el desmoronamiento de la URSS, algo que los países de la OTAN empezaron a percibir como su victoria, momento en que empezaron a hablar del "fin de la historia".
"Nuestra paciencia no es infinita. Hay límites a cualquier compromiso, más allá de los cuales la seguridad y la soberanía se ven amenazadas", recalcó, agregando que "si las instituciones jurídicas no funcionan, se sustituyen por otras que sean eficaces y capaces de expresar la voluntad de un Estado concreto". Y sentenció que cuando no funciona el derecho internacional, "funcionan los cañones de artillería y la artillería reactiva, y vuelan los misiles hipersónicos".
El presidente estadounidense, Barack Obama y su homólogo ruso, Dmitri Medvédev, durante la firma de un nuevo acuerdo de desarme nuclear.
Un programa trascendental… una encendida proclama
Cada 4 de noviembre, desde 2005, la Federación Rusa celebra el Día de la Unidad Popular. Recupera una festividad presoviética, conmemorada entre 1613 y 1917, bajo el nombre de "Día de la liberación de Moscú de los invasores polacos". El origen se remonta al levantamiento popular que expulsó a las fuerzas de ocupación de la Mancomunidad de Polonia-Lituania en noviembre de 1612, lo que puso el fin a la época de revueltas del denominado "Período Tumultuoso" (el interregno entre la muerte del zar ruso Teodoro I Ivánovich de la dinastía ruríkida, en 1598, y el establecimiento de la dinastía Románov en 1613) y a la intervención de Rusia en la guerra con Polonia.
Alude a la idea de la unidad de la sociedad rusa que pudo proteger al Estado, incluso en la ausencia de un zar que pueda guiarla. Es una afirmación de Rusia como Estado-Civilización, y algo que seguramente no agrade a los polacos. En su última edición, Medvédev aprovechó para publicar una encendida proclama, en la que expuso su visión del mundo: los conflictos del presente, los "años de silencio" tras la caída de la Unión Soviética, el sistema de alianzas y la idea de que la confrontación no es territorial ni táctica, sino emancipatoria, civilizatoria y global.
Ante la pregunta "¿Por qué luchamos?", el ex presidente afirma: "Rusia es un país enorme y rico. No necesitamos territorios extranjeros, tenemos mucho de todo. Pero está nuestra tierra, que es sagrada para nosotros, donde vivieron nuestros antepasados y donde vive hoy nuestro pueblo. Y no se lo daremos a nadie. Defendamos a nuestro pueblo. Luchamos por toda nuestra gente, por nuestra tierra, por nuestra historia milenaria".
La segunda pregunta que se hace es "¿Quién lucha contra nosotros?". Allí responde: "Luchamos contra los que nos odian, que prohíben nuestra lengua, nuestros valores y hasta nuestra fe, que incitan al odio por la historia de nuestra Patria. Contra nosotros hoy es parte de un mundo moribundo. Son un grupo de drogadictos nazis locos, una nación drogada e intimidada por ellos, y una gran jauría de perros ladradores de la perrera occidental. Con ellos hay un grupo variopinto de gruñones primerizos y filisteos de mente pequeña de un imperio occidental colapsado, con baba goteando por sus barbillas debido a la degeneración. No tienen fe ni ideales, excepto sus propios hábitos obscenos inventados y sus propios estándares de pensamiento bimundanos que niegan la moral otorgada a la gente normal. Por lo tanto, al levantarnos contra ellos, hemos obtenido un poder sagrado".
"¿Dónde están nuestros viejos amigos?"
Una de los ítems centrales es "¿Por qué estuvimos en silencio durante tanto tiempo?": "Estábamos débiles y devastados por la ausencia de tiempo. Y ahora nos hemos sacudido el sueño pegajoso y la neblina lúgubre de las últimas décadas, en las que nos había sumido la desaparición de la antigua Patria. Nuestro despertar era esperado por otros países, violados por los amos de las tinieblas, los amos esclavistas y opresores, que sueñan con su monstruoso pasado colonial y anhelan mantener su poder sobre el mundo. Muchos países no han creído durante mucho tiempo en sus delirios, pero todavía les tienen miedo. Pronto ellos también finalmente despertarán. Y cuando el orden mundial decrépito se derrumbe, enterrará a todos sus sacerdotes arrogantes, adeptos sedientos de sangre, sirvientes burlones y títeres sin voz bajo sus muchas toneladas de escombros".
Un pasaje que debería interesar a los países de lealtades lábiles, es el que se interroga: "¿Dónde están nuestros viejos amigos?". Allí Medvédev afirma: "Fuimos abandonados por algunos socios asustados, y no me preocupo por ellos. Así que no eran nuestros amigos, sino solo compañeros de viaje ocasionales, aferrados y parásitos. Los traidores cobardes y los renegados codiciosos se han ido lejos: deja que sus huesos se pudran en una tierra extranjera. Ya no están entre nosotros, y somos más fuertes y más limpios".
El mensaje cierra con la pregunta más trascendental: "¿Cuáles son nuestras armas?". Y se contesta, alejando su espíritu de los misiles: "Las armas vienen en muchas formas. Tenemos la capacidad de enviar a todos los enemigos al infierno, pero esa no es nuestra tarea. Escuchamos las palabras del Creador en nuestro corazón y las obedecemos. Estas palabras nos dan un propósito sagrado. El objetivo es detener al gobernante supremo del infierno, sin importar el nombre que use, Satanás, Lucifer o Iblis (nombre musulmán del Diablo). Porque su propósito es la destrucción. Nuestro objetivo es la vida. Su arma es una mentira intrincada. Y nuestra arma es la Verdad. Es por eso que nuestra causa es correcta. ¡Por eso la victoria será nuestra! ¡Felices Fiestas!".
Meses antes, en abril de 2022, había sido más específico: "El objetivo es la paz de las futuras generaciones de ucranianos y la posibilidad de construir finalmente una Eurasia abierta, desde Lisboa hasta Vladivostok". Ante la crisis de la globalización del Consenso de Washington, y los sueños húmedos de la nueva generación de halcones estadounidenses (que han olvidado las enseñanzas de los mejores entre los suyos, como Zbigniew Brzezinski y Henry Kissinger, ninguno nacido en el continente americano), Medvédev es de los que esperan por un Mundo Nuevo, multipolar, moderno y milenario a la vez. Y promete estar allí, de pie en la tormenta.
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