El Litoral
Jerusalén es una ciudad que tanto Palestina como Israel reclaman como capital. Más allá de que en 1980 el Estado de Israel declaró a la ciudad como su capital y los palestinos designaron a Jerusalén del Este como la sede de su Estado, nungún país ha reconocido nunca el reclamo.
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BBC
Este miércoles, Donald Trump ha decidido dar ese paso y va a reconocer a Jerusalén como capital de Israel, ante el reclamo y advertencia de muchos países que aseguran la decisión no contibuye a la paz de Medio Oriente.
El proceso va a comenzar con el traslado de la embajada de Estados Unidos desde Tel Aviv (actual capital israelí) hasta Jerusalén. Esta medida, desde su aprobación en 1995, ha sido postergada con la firma -cada seis meses- de todos los presidentes de Estados Unidos desde esa fecha.
Esta negociación debería ser entre Palestina e Israel. Pero ¿por qué existe tanta tensión entre estos estados?
El ser considerada como una ciudad sagrada por los fieles de las tres grandes religiones monoteístas -judíos, cristianos y musulmanes- paradójicamente convirtió a Jerusalén en objeto de numerosas disputas que, a lo largo de siglos, derivaron en reiteradas conquistas y reconquistas.
Cuando en 1947 la Asamblea General de la ONU aprobó la resolución 181 para la partición de Palestina en un Estado judío y otro árabe, se pensó en considerar a Jerusalén como una "entidad aparte", una ciudad internacional que sería administrada durante diez años por la ONU. Pero el estallido de la primera guerra árabe-israelí en 1948, derivó en la división de la ciudad en dos partes: Jerusalén este, bajo control árabe; y Jerusalén oeste, en manos de Israel.
La parte oriental de Jerusalén, que incluía la ciudad vieja y los lugares sagrados, quedaron en manos de Jordania desde entonces hasta 1967, cuando durante la Guerra de los Seis Días, Israel quedó en control de toda la ciudad.
Presencia judía en Jerusalén en tiempos muy antiguos
Según la Biblia, históricamente y comprobado por evidencia arqueológica, Jerusalén fue la capital del Estado hebreo de Judea poco después del año 1.000 a.C., y así permaneció hasta que fue conquistada y destruida por Nabucodonosor II, rey de Babilonia, en el año 586. Esta información se encuentra en el libro del historiador británico Simon Sebag Montefiore, autor del libro "Jerusalén, la biografía". Después la presencia hebrea allí, explicó Sebag Montefiore a BBC Mundo, fue restaurada por Ciro II el Grande de Persia hasta la conquista por parte de Alejandro Magno, aunque el templo siguió siendo el centro de la vida judía hasta que intentó destruirlo Antíoco IV Epífanes, un rey de la dinastía Seléucida cuya represión aceleró una rebelión por parte de los judíos.
"Jerusalén fue la capital de un Estado judío independiente con los macabeos, que entonces era un reino satélite de Roma bajo Herodes el Grande, quien reconstruyó el segundo templo que luego fue destruido por Tito en el año 70 D.C., cuando tomó control de la ciudad y ordenó la expulsión de los judíos", contó el historiador.
En el siglo II, Adriano intentó destruir la Jerusalén hebrea y colocó un templo idolatra en el lugar del templo judío. Lo que llevó a una amplia revuelta que fue reprimida por el emperador, quien volvió a expulsar a los judíos.
"Desde aquel momento, los judíos han reverenciado ese lugar y han orado en torno al muro del templo destruido. Habiéndola tenido por algunos momentos bajo su control, los judíos han soñado y han anhelado volver a Jerusalén… hasta que en el siglo XIX comenzaron a emigrar a Palestina. Desde 1880 ha habido una mayoría judía en Jerusalén", explicó.
Y destacó: "Mahoma veneraba las escrituras judías y a Jerusalén misma, al punto que los primeros musulmanes oraban hacia Jerusalén y no hacia la Meca".
Aunque desde 1967 Israel ha ejercido una soberanía de facto sobre Jerusalén, esta no ha sido reconocida internacionalmente al punto que, incluso los países más cercanos a Israel, mantienen sus embajadas en Tel Aviv.
Detrás de esta negativa aparece reiteradamente el argumento de que el estatus de la ciudad debe definirse en el marco de las negociaciones para el establecimiento de dos Estados, uno palestino y otro israelí, que convivan con paz y seguridad.
También se cuestiona que Israel ha creado numerosos asentamientos, considerados ilegales por la legislación internacional, en los territorios ocupados de Cisjordania.
Montefiore concluye diciendo: "Creo que la paz no puede llegar hasta que Jerusalén sea reconocida como una parte legítima y auténtica de la narrativa histórica y de la herencia cultural de ambos. Debería ser y ya es en efecto la capital de Israel, pero no indivisible porque para alcanzar la paz también necesita ser la capital de Palestina".