El Litoral
El debate surgido en la Unión Europea (UE) sobre la prohibición paulatina del herbicida glifosato, uno de los más utilizados a nivel mundial, es seguido de cerca en América Latina y particularmente en Argentina, donde fueron advertidos los posibles efectos negativos del producto en la salud.
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El debate surgido en la Unión Europea sobre la prohibición paulatina del herbicida glifosato, uno de los más utilizados a nivel mundial, es seguido de cerca en América Latina y particularmente en Argentina, donde fueron advertidos los posibles efectos negativos del producto en la salud.
Organizaciones defensoras del medio ambiente, médicos y científicos presentaron en los últimos años diferentes pedidos al Estado argentino para que prohíba al herbicida bajo la sospecha de que provocaría consecuencias nocivas en las personas y hasta podría ser cancerígeno.
La Justicia argentina dictó el 3 de octubre un fallo histórico al condenar a un año y seis meses de prisión a tres personas por fumigar en 2014 con glifosato desde una avioneta una escuela rural situada en las afueras de la ciudad de Basabilvaso, a unos 300 kilómetros al norte de Buenos Aires.
Un tribunal los encontró culpables de los delitos de contaminación ambiental y lesiones leves provocadas un grupo de alumnos y su maestra. "El olor a veneno era impresionante. Cerré las ventanas y la puerta de la escuela, pero penetraba igual", comentó a dpa la docente Mariela Leiva. Tanto ella como sus alumnos, de entre cinco y diez años, sufrieron vómitos, dolores de cabeza, estómago y garganta, irritación en los ojos y en la piel.
A 79 kilómetros al sur de Basavilbaso, en la ciudad de Gualeguaychú, también en Entre Ríos, Estela Lemes, directora de otra escuela rural, aseguró a dpa que tiene en su cuerpo dos tipos de herbicidas desde 2012, cuando una máquina pulverizó un campo de soja situado enfrente del establecimiento educativo.
"Tengo clorpirifós (insecticida) y glifosato (herbicida) en la sangre", indicó Lemes. Debido a eso sufre intensos dolores musculares, problemas respiratorios y pérdida de la memoria.
Según diferentes organizaciones ambientales, unas 700.000 niñas, niños y adolescentes que concurren a escuelas rurales argentinas "viven en riesgo por las fumigaciones con agrotóxicos que se realizan en los campos aledaños a los establecimientos".
Argentina aprobó en marzo de 1996 el uso de una variante de la soja creada por la empresa Monsanto y resistente al glifosato, el hercibida más utilizado en el país desde aquel momento.
El acuerdo resultó, según algunos especialistas, un punto de quiebre en la producción agraria de Argentina, considerada durante gran parte del siglo XX "el granero del mundo" por su capacidad exportadora de alimentos.
Damián Verzeñassi, médico y profesor de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Rosario (UNR), a 400 kilómetros al norte de Buenos Aires, aseguró a dpa que desde aquel acuerdo las fumigaciones realizadas sin control con herbicidas como glifosato provocaron enfermedades respiratorias, hipotiroidismo, malformaciones, abortos espontáneos y cáncer.
"Tenemos evidencia de que cambiaron las formas de morir en los últimos 20 años", afirmó Verzeñassi, que en 2016 declaró como testigo ante el primer Tribunal Internacional Monsanto (TIM), que se realizó en La Haya, en los Países Bajos.
Francisco Iguerabide, presidente de la Asociación Argentina de Consorcios Regionales de Experimentación Agrícola (AACREA), que agrupa a productores agrarios, dijo a dpa que el glifosato puede ser perjudicial para la salud "cuando no se cumplen las normas del buen uso".
La filial en Argentina de la multinacional Monsanto sostiene que "los herbicidas a base de glifosato son de los más exhaustivamente probados en el mundo" y tienen una "historia de uso seguro".
Aunque existen sospechas de que el glifosato es cancerígeno, los resultados de las investigaciones son controvertidos.
La Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC), que forma parte de la Organización Mundial de la Salud (OMS), calificó en 2015 al glifosato como "probablemente cancerígeno".
La Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA), por su parte, indicó que eso no significa un peligro para los humanos porque es insignificante el riesgo de cáncer que existe por la ingesta del glifosato a través de los alimentos.
Seis años antes que la IARC, el científico argentino Andrés Carrasco, de la Universidad de Buenos Aires, aseveró que el glifosato producía malformaciones en embriones anfibios, incluso en dosis muy inferiores a las usadas en los campos del país. El estudio fue desacreditado por el actual ministro de Ciencia y Tecnología argentino, Lino Barañao.
Además del glifosato, Argentina utiliza otros herbicidas, algunos de los cuales se encuentran prohibidos.
El 9 de septiembre pasado una niña de 12 años murió en pocas horas en la provincia de Corrientes, a unos 880 kilómetros al norte de Buenos Aires, luego de comer una fruta rociada con un agrotóxico denominado Furadán, cuyo uso está prohibido en Argentina.