Rutina ideal para reparar la piel después del verano
El sol, el cloro y la sal dejan huellas visibles en el rostro y el cuerpo. Con algunos gestos simples y productos adecuados, es posible restaurar el equilibrio y recuperar el brillo natural.
Hidratación profunda para restaurar la barrera cutánea.
El final del verano deja más que recuerdos de playa y días soleados: también puede dejar su huella en la piel. La exposición prolongada al sol, el cloro de las piletas, el agua salada y la falta de hidratación adecuada afectan directamente la salud cutánea. Por eso, con la llegada del otoño, es fundamental implementar una rutina de cuidado que repare y revitalice la piel.
Durante el verano, incluso con protección solar, la piel puede sufrir efectos acumulativos por los rayos ultravioleta (UV). Los signos más comunes incluyen sequedad, descamación, manchas solares, enrojecimiento, pérdida de luminosidad y, en casos más severos, envejecimiento prematuro.
Los exfoliantes suaves ayudan a renovar la superficie del rostro.
Las áreas más expuestas —rostro, cuello, escote, brazos y manos— son especialmente vulnerables. El fotoenvejecimiento se manifiesta en forma de arrugas finas, tono desigual y textura áspera. Por eso, los especialistas en dermatología insisten en no subestimar los efectos de la exposición solar prolongada, aunque no haya quemaduras visibles.
Exfoliar, hidratar y nutrir
El primer paso para recuperar la piel es eliminar las células muertas acumuladas en la capa superficial. La exfoliación suave, una o dos veces por semana, ayuda a renovar el cutis y mejora la absorción de los productos hidratantes. Es importante elegir exfoliantes adecuados al tipo de piel, evitando aquellos demasiado abrasivos.
Texturas ligeras y efectivas para una rutina diaria.
Tras la exfoliación, la hidratación es clave. Las lociones con ácido hialurónico, glicerina, aloe vera o urea ayudan a restaurar la humedad natural. En pieles secas o sensibilizadas, se recomienda incorporar productos con ceramidas, que refuerzan la barrera cutánea.
También es momento de aplicar tratamientos nutritivos. Los sueros con vitamina C ayudan a reparar el daño oxidativo, mientras que los productos con niacinamida o retinol pueden mejorar la textura y reducir manchas, siempre con supervisión dermatológica.
Visita al dermatólogo y chequeo de lunares
Otro paso importante es realizar un control dermatológico, especialmente si se notan nuevas manchas, lunares que cambiaron de forma o color, o zonas con descamación persistente. El chequeo anual de piel es clave para detectar lesiones precancerosas o melanomas en etapas tempranas.
Productos con antioxidantes, aliados para un cutis saludable.
Además, en esta etapa del año es posible comenzar tratamientos despigmentantes o procedimientos como peelings químicos o láser, que no se recomiendan en verano por la exposición solar, pero sí son ideales durante el otoño e invierno.
Alimentación, agua y protección continua
Más allá de los productos tópicos, la salud de la piel también se cuida desde adentro. Una alimentación rica en antioxidantes (frutas, verduras, semillas) y el consumo suficiente de agua ayudan a mantenerla nutrida y flexible.
Por último, no hay que abandonar la protección solar. Aunque los días sean más frescos o nublados, los rayos UV siguen presentes. Usar protector con un FPS mínimo de 30 sigue siendo indispensable, incluso en otoño.
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