En los temas de actualidad las personas opinan, discuten y también se pelean, a veces con vehemencia. No hay nada nuevo en esto, lo que no impide hacer conjeturas sobre las causas. Si bien existe una satisfacción cuando nuestro interlocutor nos concede la razón sobre un asunto cualquiera, es necesario suponer que en una discusión confluyen otros factores, además del simple hecho de imponer algunos argumentos.
De la clínica psicoanalítica se deduce que, cuando discutimos, en general peleamos con algo que va más allá del motivo anecdótico del momento. Por supuesto, esa otra cosa con la cual peleamos sin saberlo, solo puede ser traída a la luz uno por uno, en tanto es singular. Al mismo tiempo, es preciso admitir en las discusiones un motivo más general, que podría denominarse el "factor epistemológico".
Cuando alguien comienza a hablar de epistemología, asumimos que se vienen cosas bastante aburridas. Sin embargo, por paradójico que resulte, es una disciplina que funciona como un "reloj despertador", al menos para los espíritus inquietos. Dicho de otro modo, poseer algunos conocimientos de epistemología, permite mantener una relación menos ingenua y más humilde con el saber sobre las cosas y hechos del mundo circundante.
En su definición clásica, la epistemología estudia los fundamentos y métodos de la ciencia, procurando distinguir entre el conocimiento propiamente científico y las pseudociencias o discursos metafísicos. Junto a esta acepción, también se encontrarán otras más interesantes, como aquellas que investigan cómo se produce y se legitima el conocimiento en cada época y cultura. En pocas palabras, se trata siempre de la relación con el saber.
Por ejemplo, creer o no creer en la verdad es un problema de orden epistemológico. Si pensamos que la verdad existe, entonces esperamos que provenga de la ciencia, la religión, las energéticas holísticas o incluso la providencia y el destino. En consecuencia, defendemos la verdad donde creemos atraparla cada vez. Precisamente, allí reside una de las causas de las diferencias en las discusiones cotidianas.
Otra forma de posicionarse, es asumir que todo problema es siempre más complejo que el modo en el cual podemos representarlo a nivel del pensamiento, lo cual supone una destitución de la idea de verdad. A propósito, el psicoanalista Jacques Lacan solía repetir que la verdad es escurridiza y solo puede ser medio-dicha, o lo que es lo mismo, nunca decirse completamente. Es un límite de estructura para todos y no un defecto de tal o cual sujeto y sus capacidades cognitivas.
Se comprenderá entonces que, si la verdad no se deja atrapar del todo, en adelante solo se dispone de diferentes perspectivas a la hora de abordar un problema determinado. Por ejemplo, pensemos en el fenómeno de la agresividad en el ser humano. Los antropólogos la explican a partir de factores culturales, mientras que los sociólogos nos hablan de la conflictividad inherente al lazo social. Desde un enfoque biológico, los organicistas no pierden la esperanza de hallar el gen, hormona o neurotransmisor de la agresividad, los pedagogos acentúan el factor educativo, y al mismo tiempo los psicólogos se sirven del concepto freudiano de "pulsión de muerte" como un comodín aquí y allá. Asumir que nuestra perspectiva agota la comprensión de un problema, desemboca en una confrontación estéril con aquellos otros que también defienden sus propias certezas.
No se trata, sencillamente, de ser contemplativos y hacer lugar al saber del otro como un gesto fraterno o un ideal humanista, es aún más complejo. Al respecto, Lacan entendía que no hay progreso, que siempre se da vueltas en círculo en el campo del saber. Lejos de una posición pesimista, habita allí una concepción epistemológica particular, a saber, la verdad como imposible. Cuando se adopta una perspectiva, aunque sea siempre una aproximación parcial, permite asimismo atrapar una dimensión del asunto en cuestión. Pero, es lo que interesa destacar aquí, al mismo tiempo se pierde otra cosa, de allí el efecto de circularidad que se proyecta hacia el infinito. Hasta nuevo aviso, toda elección supone necesariamente la asunción de una pérdida correlativa. Así, cada perspectiva es potencia y límite, ni más ni menos, por mucho que nos simpatice aquella que llevamos en los bolsillos.
Esta forma de entender las cosas tiene diferentes aplicaciones. A la hora de investigar y formalizar la práctica clínica, la teoría psicoanalítica se orienta por estos mismos principios. Cuando se piensa un problema es frecuente rotar la perspectiva una vez que la actual ya ha dado todos sus frutos. Un ejemplo paradigmático puede encontrarse en la noción de síntoma, donde coexisten desarrollos muy diferentes entre sí. En un caso se destaca la cara de malestar del síntoma de origen psíquico, en otro su estructura de mensaje inconsciente, otras veces su función de satisfacción paradójica, entre otras.
De ningún modo se aplica aquí un criterio de exclusión, según la lógica binaria de verdadero o falso. Cada perspectiva permanece una junto a la otra, no se cancelan mutuamente, en tanto permiten pensar distintos aspectos del síntoma. En efecto, si la verdad no puede atraparse del todo, entonces cada perspectiva busca cercar un poco más el objeto de estudio, pero nunca en forma conclusiva.
No es sencillo adoptar este otro punto de vista, por razones que exceden a la epistemología en sí. Consentir a la destitución de la verdad es un encuentro sin velo con la ausencia de garantías en el campo del saber, lo cual es bastante difícil de soportar para cada uno. Si acaso estas consideraciones pudiesen escucharse, contribuirían sin duda a pacificar, así sea solo un poco, las convicciones y fanatismos que sostienen las discusiones entre los sujetos sobre las cosas y hechos del mundo.
(*) Psicoanalista, docente y escritor.
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