Anotación 1:
Anotación 1:
Dos nenes están hablando junto al perro de uno de ellos.
-Le enseñé a Huesos a silbar -dice el dueño.
-¡No lo escucho silbando! -comenta desconfiado el otro mientras se agacha y pone su oreja al lado del animal.
-Dije que le enseñé. No, que él aprendió.
El chiste está en "Enseñar distinto"; su autora, Melina Furman, se interroga a partir de él: "¿Cuántas veces sentimos que dimos un tema pero los chicos, a pesar de nuestro esfuerzo, no lo aprendieron? ¿Cuántas veces nos sorprendemos de ver cómo año tras año tenemos que repetir una y otra vez los mismos contenidos? Ojalá la educación fuera más fácil. Ojalá dar un contenido fuera suficiente para que los estudiantes lo aprendieran."
Anotación 2
Leo una noticia de la primera semana de febrero: "El 40,8% de los niños brasileños entre 6 y 7 años no sabían leer o escribir en 2021, un aumento del 65,6% con respecto de 2019, antes del inicio de la pandemia de coronavirus, indican números oficiales divulgados hoy por la organización no gubernamental Todos por la Educación." Me pregunto qué tan lejos de estos números estamos en Argentina. El tema me afecta de cerca y de los dos lados del mostrador (como padre y como docente). De hecho, mi hija más pequeña, Catalina, tiene 7 años; cursó su primer grado durante el confinamiento estricto, en la virtualidad, con una maestra nueva y que hizo mil -¿insuficientes?- malabares para alfabetizar a niños y niñas con múltiples necesidades, con variadas inquietudes, con diversas inteligencias, con desparejos niveles de acceso a las tecnologías adecuadas para participar de clases on-line, con... Mi hija fue una de las últimas en alfabetizarse. Eso -para mí- fue como una patada en la autoestima paternal y profesional: ¿Cómo puede ser esto? ¡Papá y mamá son docentes! ¡Le leemos desde la panza! ¡Compartimos cuentos antes de dormir! ¡Somos asiduos visitantes de las librerías! ¡La casa está llena de libros! ¡Me he especializado en la mediación de textos literarios! ¡Mi tesis de maestría ronda ese tema!
Después de varias reuniones en busca de ayuda, parte de la respuesta llegó de labios de una psicopedagoga de confianza: "La pandemia fue como la explosión de la bomba atómica en Hiroshima: ¿Los japoneses siguieron su ritmo tradicional de vida al otro día del estallido? ¿Recuperan su 'normalidad' una vez que corrieron los escombros? El COVID -entre otras cosas y aunque a veces se abuse de él como pretexto- puso de relieve lo importante que son las emociones a la hora de aprender y emprender. Los primeros años (jardín, primer grado de primaria, primer año de secundaria e ingresantes universitarios) están entre los que más fueron perjudicados en el sistema educativo. No pudieron hacer su adaptación, una adecuada articulación con el nuevo nivel. En el caso puntual de los 'peques' de primer grado de primaria, no pudieron hacer vínculos con sus pares o con sus educadores. Entre otras cosas, les faltó lo que Frank Smith llama: la pertenencia a un club…"
Anotación 3
En "De cómo la educación apostó al caballo equivocado", Frank Smith sostiene que: "Aprender es -básicamente- una tarea social, más que un cometido individual. Aprendemos de otras personas, no tanto por emularlos conscientemente sino porque nos sumamos al 'club' de las personas que, vistas desde nuestra óptica, se nos parecen y tienden a incorporarnos a lo que hacen. Por lo general, no somos conscientes de lo que estamos aprendiendo. Una de las comunidades más importantes a las que puede sumarse un individuo es el 'club de los alfabetizados', porque la afiliación asegura a los individuos que aprenderán a leer y escribir, y porque la escritura es la puerta de ingreso a muchos otros clubes". Los miembros del club de los alfabetizados son personas que leen y escriben (incluso los principiantes) y el hecho de que uno no sea todavía muy competente no es motivo de exclusión o ridículo. Un principiante es una persona igual que el miembro más capacitado del club, con la diferencia de que aún no tiene la misma experiencia. Es lo mismo -sostiene Smith- que para cualquier club deportivo y recreativo. Los maestros deben facilitar y promover la admisión de los niños en el club. El aula debe ser un lugar lleno de actividades de lectura y escritura útiles y significativas, en el que es posible una participación sin evaluaciones asfixiantes y en el que siempre se consigue ayuda. Ningún niño debe ser excluido. Smith resalta la experiencia de Freire con adultos analfabetos de la selva amazónica y aclara: "No hace falta un sistema educativo ideal para que los chicos puedan ingresar al club de los alfabetizados. Siempre habrá un espacio para que los maestros amplíen las actividades en las cuales todos tengan oportunidad de participar, junto a miembros más experimentados, en actividades de lectura y escritura gratificantes, dentro y fuera del aula."
Anotación 4
Me vuelve a la cabeza una charla que tuvimos en una escuela secundaria privada de un barrio de la zona oeste de la ciudad de Santa Fe en diciembre pasado; la asesora pedagógica nos plantea una situación concreta: "Piensen bien la propuesta educativa para el 2022: ¿Queremos que los pibes lean a Borges, Cortázar o Hernández? ¿Pretendemos que en quinto año puedan participar de la clase de filosofía con soltura, con argumentos y con criterio propio? ¿Contamos con un proyecto institucional de comprensión lectora? Ahora bien, tenemos un obstáculo previo básico: ¡Muchos alumnos de primer año están semi-alfabetizados! ¡Nos han pasado la posta! ¡Esto cambia sustancialmente nuestros planes!"
Anotación 5
Leo una entrevista publicada en enero 2022: "Ana Borzone: 'La escuela está generando niños prescindibles y la causa tiene nombre y apellido'". El texto señala que: las burocracias ministeriales disimulan el fracaso escolar con medidas tales como unir los tres primeros años de enseñanza en un sólo ciclo y prohibir la repitencia; se ha abandonado la enseñanza intensiva de la lecto-escritura en los primeros meses de escolaridad; y las consecuencias son dramáticas y se experimentan a lo largo de toda la primaria y secundaria. Según Borsone: "Esto es una gran estafa; disfrazan el fracaso diciendo que los chicos tienen tiempo para aprender a leer y a escribir. No tienen. Tenemos un problema serio. Tenemos que ir a las causas. No hablemos más de las consecuencias porque están a la vista: los chicos llegan a las universidades, a los institutos, y no leen ni escriben. No hablemos más de los datos del fracaso, hablemos de las causas. ¿Por qué no nos preguntamos por qué y tratamos de solucionarlo?"
Anotación 6
En estos días, Ana Borsone se ha sumado a un fuerte reclamo de personalidades de la cultura por el "vaciamiento educativo que compromete el porvenir de la Patria". Este pedido dirigido a las autoridades nacionales sostiene : "Todo niño tiene derecho a que le enseñen, a que le permitan acceder y apropiarse del acervo cultural acumulado por generaciones anteriores. Y solamente la escuela se lo puede garantizar. Eso le permitirá en el futuro defenderse y actuar en el mundo ya sea laboral, relacional, universitario. Pero hoy, con una concepción paternalista y bajo la etiqueta de la inclusión, verificamos que se promueve, junto con la desvalorización del esfuerzo personal y el vaciamiento de los programas, una estigmatización de la disciplina, que mina la autoridad del maestro. Sin aceptación por parte del alumno de la autoridad del docente, no hay transferencia de conocimiento posible. El Estado tiene que hacer respetar esos valores que hicieron grande a nuestra escuela y recuperar la alianza virtuosa de autoridades, padres y maestros que hace posible el aprendizaje."
Anotación 7
En "Pasado y presente de los verbos leer y escribir", explica Emilia Ferreiro: "La alfabetización no es ni un lujo ni una obligación: es un derecho de niños y niñas que serán hombres y mujeres libres (al menos eso es lo que deseamos), ciudadanos y ciudadanas de un mundo donde las diferencias lingüísticas y culturales sean consideradas como una riqueza y no como su defecto." Para ella, resulta más apropiado hablar de "acciones destinadas a elevar el nivel de alfabetización de la población" antes que de "lucha contra el analfabetismo". Afirma: "El ejercicio pleno de la democracia es incompatible con el analfabetismo de los ciudadanos. La democracia plena es imposible sin niveles de alfabetización por encima del mínimo del deletreo y la firma. No es posible seguir apostando a la democracia sin hacer los esfuerzos necesarios para aumentar el número de lectores plenos, no descifradores."
Hoy, con una concepción paternalista y bajo la etiqueta de la inclusión, verificamos que se promueve, junto con la desvalorización del esfuerzo personal y el vaciamiento de los programas, una estigmatización de la disciplina, que mina la autoridad del maestro.
Sin aceptación por parte del alumno de la autoridad del docente, no hay transferencia de conocimiento posible. El Estado tiene que hacer respetar esos valores que hicieron grande a nuestra escuela y recuperar la alianza virtuosa de autoridades, padres y maestros.