Admitamos que la escena es de una exasperante monotonía. La receta se empecina en recurrir a los mismos insumos No hay novedades. No hay sorpresas, no hay emociones que nos hagan vibrar de curiosidad, de miedo o de lo que sea. La postal la conocemos. Un político, si es peronista, mejor. Un bolso con plata, en la mayoría de los casos dólares y en negro, pero se admiten pesos o la moneda del caso. Una frontera preferida: Paraguay. Y una secretaria. Siempre tiene que haber una secretaria que cumple diversas funciones, desde las más sensuales y escabrosas, al rol conocido de chivo expiatorio. Nuestros corruptos criollos son canallas a tiempo completo. Con ellos no hay lugar para el bandido romántico, el bribón sentimental, el granuja generoso. Nada de eso. Nuestros corruptos locales al menor inconveniente no tienen reparos en responsabilizar a la mujer de todas sus fechorías. Alberto Fernández no está solo.
A estos chistes nosotros los conocemos. En este cuarto de siglo se reiteró con levísimas modificaciones. ¿Se acuerdan del bolso en el baño de Felisa Miceli? Convengamos que recurrir a un baño como puesta en escena es un acto que posee un chispazo de creatividad, sobre todo si quien lo propicia es ministra de Economía. ¿Recuerdan los bolsos aduaneros del compañero Guido Antonini Wilson, aguerrido y bizarro militante de la causa nacional y popular? Antonini Wilson y la embajada paralela en la muy chavista Venezuela que ya para entonces no disimulaba sus aficiones bolivarianas al narcotráfico en honda "socialismo siglo XXI". ¿Se acuerdan de los fajos de dólares contados con fruición de adictos por compañeros de la causa nacional y popular en la cálida Rosadita? ¿Recuerdan la excursión nocturna, los muros de un convento y el revoleo de bolsos bajo la mirada complaciente y anhelante de las monjas? Ni a Pedro Almodóvar se le hubiera ocurrido un operativo de semejante bizarría: la noche espléndida; luna llena y el aullido de los lobos en la lejanía; los bolsos, algo así como el símbolo nobiliario de la causa; un convento para lavar los pecados; los fajos de dólares; un empinado funcionario peronista y las monjas anhelantes. Ni Pedro Almodóvar ni Bram Stoker se hubieran animado a tanto. ¿Recuerdan a quien fuera en algún momento el delfín de la Señora, vareándose en un yate al que no vaciló en bautizarlo con el nombre de "Bandido"? Un yate, un gato y un peronista. Maravillas del Mediterráneo. Ah, me olvidaba: según el compañero la plata no la hizo él sino su esposa. Woody Allen postuló en varias películas que en esta vida se puede ser un canalla con absoluta impunidad y tranquilidad de conciencia porque no hay Paraíso ni Infierno. Al bueno de Woody habría que recomendarle que se dé una vuelta por estos pagos para encontrar abundante materia prima para su hipótesis. Nuestras sabandijas locales roban y se corrompen con inocencia. Su desparpajo es conmovedor y tal vez algo patético. En todos los casos saben que podrán disfrutar de sus botines y que jamás rendirán cuenta. Ni en la tierra ni en el cielo. En este punto, su ateísmo es absoluto.
El caso que nos ocupa esta semana incluye un toque singular: el senador, para muchos un kirchnerista de paladar negro, es al mismo tiempo el más mileísta de los peronistas. El compañero no vaciló en levantar la mano para aprobar todas las leyes que se le ocurriera presentar a Javier Milei, autodesignado, en un gesto de modestia franciscana, como el mejor presidente de la historia argentina y el mejor presidente del mundo. El senador peronista pareciera que no halla ninguna contradicción entre sus aficiones de pirata y su inesperado descubrimiento acerca de la revelación mileísta. Enrique Santos Discépolo hubiera dicho "en el mismo lodo todos manoseaos", pero ya sabemos que el autor de "Cambalache" nunca la vio. "Lo que hace falta es ganar mucho dinero,/ rifar el alma, vender el corazón/ tirar la poca decencia que te queda/ plata mucha plata, yo quiero vivir". A este tango Discépolo lo escribió antes de 1930. Nadie lo entendió. Incluso lo silbaron. Ahora, casi cien años después, lo entienden pero le dicen que no la ve.
La Argentina fue esta semana sede de un congreso internacional de la extrema derecha. No faltó nadie. Y el que por casualidad no pudo venir, envió un delegado que estaba un poquito más a la derecha que su patrón. En dicho contexto, nuestras revelaciones locales fueron Agustín Laje y el Gordo Dan. La estrella de la noche fue, por supuesto, Javier Milei. No perdonó a nadie. A esta altura encontró enemigos más temibles que los comunistas. Ahora el objetivo a demoler son los miserables centristas, los Lousteau, los Macri, los Pichetto, los López Murphy y toda la canalla que pretende ser moderada en tiempos de guerra cultural. En la lista de candidatos a ser demolidos por el empuje revolucionario están los periodistas ensobrados, los intelectuales genuflexos y la lacra keynesiana. Las exigencias están claras. A Milei no alcanza con votarlo, no alcanza con adherir a su credo. A Milei se lo adora y se lo idolatra. ¿O alguien osa tener alguna duda de que estamos ante el mejor presidente de la Argentina y el mejor presidente del mundo?
Cristina deberá dar explicaciones por el Memorándum firmado con Irán y cuya denuncia le costó la vida al fiscal Alberto Nisman, el cual volvió a ser noticia porque la justicia, entre otras cosas, quiere saber por qué los policías encargados de la investigación ensuciaron la cancha. Regresan los fantasmas del pasado reclamando Verdad. Algunos datos para tener presente. El 26 de marzo de 2011, Pepe Eliaschev denunció el operativo de impunidad para los terroristas iraníes que se estaba preparando y las autoridades kirchneristas le respondieron con insultos y acusándolo -cuando no- de ensobrado. Particular interés tiene la intervención del legislador Ernesto Sanz, quien a principios de febrero de 2013 denuncia que el objetivo del Memorándum es levantar las alertas rojas de Interpol contra los iraníes, dos de los cuales fueron candidatos presidenciales. Lo notable de la intervención de Sanz es la ponderación que hace de la labor del fiscal Nisman. No sólo dice que trabaja las 24 horas del día, sino que es una vergüenza que el gobierno de Cristina no lo convoque en tanto se trata del funcionario judicial más informado. Lo notable que toda esta ponderación al trabajo del fiscal Nisman, el senador Sanz la hace dos años antes de su asesinato, perpetrado, como todos sabemos, cuando estaba a punto de denunciar al gobierno K. Casi diez años después, el tema vuelve a instalarse. La firma de un Memorándum canalla y el magnicidio contra un fiscal
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