Conversamos con el poeta y ensayista Mario Nosotti acerca de su último libro, titulado "La música vendrá", una biografía del gran poeta Edgar Bayley que fue editada por Gog y Magog.
Por Fabián Herrero.
Conversamos con el poeta y ensayista Mario Nosotti acerca de su último libro, titulado "La música vendrá", una biografía del gran poeta Edgar Bayley que fue editada por Gog y Magog.
- Mario me gustaría preguntarte por el origen del libro. ¿Cuándo comenzaste a imaginarlo?
- Fue hace unos cuatro años, poco después de que saliera "La casa de los pájaros", un ensayo biográfico sobre Juan L. Ortiz. Presenté la propuesta a una beca del FNA y la seleccionaron, de algún modo ese fue la envión para decidirme a hacer el viaje.
- El libro comienza con una anécdota de cómo fue tu primer contacto con la poesía de Bayley. ¿Qué es lo que crees que impacta de Bayley en tu propia experiencia de poeta e incluso en tus poemas?
- Bayley significó para mí la conciencia de que un poema puede contener el mundo. Yo era un adolescente cuando lo leí por primera vez, en unas vacaciones en la costa argentina. Mi cabeza era un hervidero, estaba lleno de temores, de complejos, y su poesía vino a rescatarme, me dio exterioridad, una oportunidad de ver lo que tenía adelante. Eso estaba, paradójicamente, en el poema. Y el poema era a la vez como un fractal de aquella realidad. Leer a Bayley impactó directamente en mis ganas de escribir poesía, me enseñó que era posible dar cauce a ese desborde, esa inmediatez ciega que supone de algún modo la experiencia, ordenándola pero manteniendo, es más, potenciando su don de presencia.
- En la primera parte del libro reflexionás en torno a la idea de biografía. ¿Podés decirnos qué idea tenías cuando empezaste a escribirlo?
- Al principio solo tenía el impulso de "hacer algo con Bayley". Quizá por esa experiencia pregnante que había quedado latente desde mi juventud. Bayley seguía estando en mi horizonte, era uno de mis autores fundantes. A medida que iba investigando, ordenando información y tanteando al narrador capaz de contar su historia, se me impuso la idea de una biografía más bien clásica, es decir, no un ensayo, no un abordaje donde predominara mi subjetividad (que es más el caso del libro de Juanele), sino un libro diese cuenta de su trayectoria, el contexto de varias décadas de la poesía argentina, y también de su intimidad. Con todo eso, y aun sabiendo que inevitablemente sería "mi Bayley" -el que se me impuso, el que pude construir-, quise alcanzar algo de la verdad de ese hombre, algo que se precipitaba cuando los materiales (testimonios, cartas, poemas, entrevistas que leí) pasaba de a poquito por el tamiz de la escritura. Ahí, de algún modo aparecía su voz, y esa voz me dictaba el narrador de esta historia.
- En un pasaje afirmás, "Los sesenta verán consolidar y transformarse a la obra poética de Bayley"... ¿Qué es lo que se transforma en esa década?
- En los sesenta Bayley publica su tercer y cuarto libros, uno a comienzos de la década, "Ni razón ni palabra" (escrito en la segunda mitad de los cincuenta), y el otro en 1968, "El día", con poemas escritos efectivamente en los años sesenta. Son los años en los que forma parte de ese grupo excepcional que llevó adelante la revista Zona de la poesía americana, en la que estaban Paco Urondo, César Fernández Moreno, Noé Jitrik, Miguel Brascó, Alberto Vanasco, entre otros. Las vanguardias se empiezan a agotar y la realidad política y social se impone. En ese libro, "El día", Bayley hace como una recapitulación de todo su recorrido, hay como una asunción de lo relativo y provisorio de todo. Por otro lado, Bayley es parte de un entorno muy politizado y hace equilibrio entre una poesía más cercana la sensibilidad del lector común, donde incluso entre a tallar cierta coyuntura, y su voluntad irrenunciable a que el poema no se subordine a ninguna agenda, ya que para él solo siendo fiel a sí mismo el poema puede dar cuenta de su tiempo.
- Con respecto a la faceta teatral de Bayley, contás que escribe obras, pero que además le gustaba improvisar, actuar. ¿Cuáles es la relación de su poesía con sus obras de teatro?
- A Bayley le gustaba representar personajes, incluso creo a que a veces hasta hacía de sí mismo. Hay muchas anécdotas divertidas; podía decir las cosas más hilarantes con una seriedad inmutable. Los duetos con su amigo Francisco Madariaga eran muy celebrados. Bayley escribió tres obras de teatro, y fundó y dirigió un grupo a comienzos de los cincuenta. En esas obras lo que campea es cierta picaresca, cierto tono de farsa, una liberación a través del humor y el desborde, que era parte de su personalidad y que yo veo mayormente excluida en su poesía.
- Describís su vínculo con la revista Poesía Buenos Aires, pero al mismo tiempo marcás las tensiones que existían desde el punto de vista de la concepción de la poesía. ¿A tus ojos, sobre qué cuestiones concretas Bayley se relacionaba con la revista?
- A pesar de que se lo asocia indisolublemente con Poesía Buenos Aires (PBA), Bayley fue como una especie de satélite para ese grupo. Si bien su marca es innegable, e incluso fue codirector de varios números, en general no iba a las reuniones, ni era de los que más participaban. Compartía el afán de búsqueda, esa cosa vital de hacer de la poesía una experiencia cotidiana, y también el interés por toda una camada de poetas emergentes que el grupo empezó a difundir y a traducir. Pero creo que le molestaba un poco esa cosa altisonante, pretenciosa de la vanguardia, y del poeta como alguien especial, iluminado. Era un poco el contrapunto de su director, Raúl Gustavo Aguirre. A Edgar lo solemne lo ponía mal.
- Cuando analizás sus intervenciones como ensayista, anotás una frase muy bella: "He querido poner el espíritu crítico al servicio de la inocencia". ¿En tu opinión, qué ideas o líneas de Bayley en sus ensayos todavía resultan un material para pensar la poesía?
- Para Bayley pensar era empezar de cero, así interpreto yo esa frase. Él se hacía preguntas por momentos muy básicas, que son las más difíciles de contestar: de dónde surge el poema, qué fuerzas se ponen en juego, hasta qué punto el poeta controla ese proceso, cuáles son sus instancias, es el poeta un artesano o es alguien que de algún modo es hablado, todo eso se pregunta, y en sus preguntas hay un deseo real de entender, algo que lo comprometía íntimamente. Siempre le preocupó que la teoría no ahogue el fulgor del poema. Era meticuloso, rodeaba con mucho cuidado, mucho esmero el fenómeno poético. Conocía muy bien la tradición de la poesía anglosajona y europea, pero también sabía que cuando escribe el poeta está solo. Sus ensayos no solo son interesantes, dan ganas de escribir.
- Hablás de una "conexión litoral". Recuerdo que lo conocí a Bayley, justamente, en la ciudad de Santa Fe hacia mediados de 1980, a través de Hugo Gola. ¿Qué podrías comentar de aquella relación?
- Hay una temprana conexión que se da entre algunas publicaciones de Buenos Aires y de Santa Fe, ya desde mediados de los años cuarenta, una red de correspondencias. Pero el aglutinante principal es la presencia de Juan L. Ortiz. Paco Urondo, y también Hugo Gola, ambos cercanos a la gente de Poesía Buenos Aires, ofician como guías de los poetas porteños en los inicios de lo que será ese viaje iniciático a Paraná que durará casi tres décadas. El mismo año en que aparece PBA, Enrique Móbili viaja a conocerlo a Juanele y poco después también lo hará Rodolfo Alonso. Otro hecho fundamental es la realización de la Primera Reunión de Arte Contemporáneo organizada por la Universidad Nacional del Litoral en 1957, que reunió en Santa Fe a los principales nombres de la renovación artística. En ese lugar coincidieron Juanele, Carlos Drummond de Andrade, Bayley, Amelia Biagioni, Leónidas Lamborghini, y muchos de los miembros de PBA. Parte del centro de gravedad de la poesía argentina se trasladó a partir de entonces al litoral y lo que trato de mostrar en el libro es que Bayley es importante en esa articulación. Por otro lado, tanto Urondo como Bayley tenían a Juanele como la referencia del poeta que asume la poesía como una forma de vida. Edgar le dedica un poema precioso, "Descenso y ascenso de Juan L en su mundo de intemperie" que está en el libro "El día".
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