"A sangre fría": un recordatorio de la esencia del periodismo
En un mundo hiperconectado y veloz, donde las redes sociales dominan la escena informativa, la novela que fue precursora del nuevo periodismo hace más de medio siglo alerta sobre la importancia de la investigación, la narración y la ética.
Un fotograma de la película de 1967 basada en la novela de Capote. Foto: Columbia Pictures
Dentro del cúmulo cotidiano de información que cada día llega en cantidades abrumadoras desde distintas fuentes, hay una reciente noticia que publicó Télam y llama la atención: la casa de la Costa Brava en la que Truman Capote escribió la novela “A sangre fría” será convertida en una residencia de escritores. Es una iniciativa de la Fundación Finestres, que apunta según los propios impulsores a ofrecer “un espacio idóneo para el cultivo de la imaginación, el pensamiento y el intercambio cultural”. Se trata de un hecho anecdótico, de no ser por el valor de la obra que Capote, uno de los grandes escritores norteamericanos del siglo XX concibió en ese lugar.
Anagrama
El ejercicio del periodismo se modificó sustancialmente desde los años ‘60 del siglo pasado hasta 2023. Casi aparece la tentación de pensar que el de entonces no tiene nada que ver con el de hoy. Antes de que la digitalización impacte de lleno en el seno de las redacciones, en 1996, Gabriel García Márquez lo intuyó: “los periodistas se han extraviado en el laberinto de una tecnología disparada sin control hacia el futuro” señaló ante la Asamblea de la Sociedad Interamericana de Prensa, celebrada en Los Ángeles.
Sin embargo, hay algunas banderas que son (o deberían ser) irrenunciables. Las principales, hoy puestas permanentemente en entredicho a partir de los discursos sesgados, las posturas cerradas, la falta de escucha, la pobreza argumental y los debates de escaso vuelo, es el apego a la verdad. Javier Darío Restrepo lo expresa con claridad: “para los periodistas, la palabra verdad significa fidelidad a los hechos sobre los que se informa. Las del periodista son las verdades humildes de los hechos de cada día”.
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El asunto es cómo hacer para que esas verdades, que muchas veces son, como diría Roberto Arlt, un “cross” a la mandíbula, conecten con los lectores. Tal vez esa necesidad explique por qué “A sangre fría” todavía posee argumentos para ser bibliografía obligatoria de estudiantes de periodismo o de cualquiera que desee ejercer esta actividad. Es que esta novela fue precursora de lo que, en su momento, se conoció como “nuevo periodismo” o “periodismo literario”.
¿Qué hizo Capote? Básicamente, combinó técnicas periodísticas y elementos narrativos y literarios para informar, pero al mismo tiempo involucrar emocionalmente al lector en los hechos aludidos. Esa fusión de narrativa literaria e investigación periodística brinda herramientas para contar historias, lo cual continúa siendo el desafío central del periodismo, junto con el apego a la verdad. La obra plantea, además, preguntas éticas relacionadas con la cobertura de crímenes y la privacidad de las personas. Reflexionar respecto a cómo Capote manejó estas cuestiones sirve para ver cómo actuar en el ejercicio del periodismo.
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Contrapunto a la premura
La obra toma como punto de partida el asesinato de una familia de granjeros en un pueblo rural de Estados Unidos y ofrece una descripción precisa de los escenarios, un detallado relato de los hechos y un retrato íntimo y psicológico de los protagonistas (sobre todo, de los asesinos) sus motivaciones, y personalidades. En este sentido, “A sangre fría” es un producto de su tiempo: se publicó en un tiempo en el cual la sociedad estadounidense se cuestionaba la seguridad y la percepción de la violencia en su país: los más confortables años ‘50 habían quedado atrás y los ‘60 llegaban con turbulencias varias.
“La impresión que nos hubiera sido tan fuerte si no se hubiese tratado precisamente de los Clutter. De alguien menos admirado que ellos. Menos próspero y seguro. Pero es que esa familia representaba todo cuando la gente de por acá de veras aprecia y respeta. Y que una cosa así les haya podido suceder precisamente a ellos... bueno, es como si nos dijeran que no hay Dios. Hace que la vida parezca absurda. Creo que la gente se halla más bien profundamente deprimida que asustada”, escribe Capote en un tramo de su novela.
Capote fotografiado por Cartier-Bresson. Foto: Archivo
En un contexto como el actual, de actualización permanente sin tiempo para chequear informaciones o buscar en el detrás de escena, “A sangre fría” ofrece un claro contrapunto: plantea la necesidad imperiosa de un enfoque más pausado y reflexivo, una alerta respecto a la necesidad de proporcionar una comprensión más profunda de los hechos y las personas. Releer a Capote 60 años después obliga a salirse de la zona de confort y advierte que en un mundo donde la inmediatez parece ser la norma, es necesario volver a contar historias.
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