Pese a este escenario positivo, el Banco Central de la República Argentina (BCRA) no pudo incrementar sus reservas netas de divisas.
El año 2024 concluyó con el mayor superávit comercial de los últimos veinte años (18.900 millones de dólares), en un contexto de desaceleración inflacionaria que actualmente parece haberse estabilizado en torno al 2% mensual.
Pese a este escenario positivo, el Banco Central de la República Argentina (BCRA) no pudo incrementar sus reservas netas de divisas.
Esto sucede porque si bien el control monetario y la eliminación del déficit fiscal fueron muy importantes para la baja de la inflación, hay una tercera herramienta que es clave para el anclaje de precios y es el control que ejerce el BCRA sobre todos los tipos de cambio (MEP, oficial, blue, etc.) manteniendo sus precios por debajo del nivel que tendrían en un mercado totalmente libre.
Esta política conlleva una apreciación real del peso que perjudica significativamente a los sectores exportadores e industriales, lo que posiblemente represente el mayor desafío económico para el gobierno durante este año. Sin embargo, el ministro Luis Caputo no ha dado ninguna señal de cómo piensa solucionar los efectos colaterales sobre la actividad económica del programa actual de estabilización.
De hecho, tanto él como el presidente Javier Milei se ponen muy evasivos cuando se los consulta al respecto. Lo cual ha incrementado el nivel de incertidumbre, forzando una mayor intervención del gobierno en el mercado cambiario (desprendiéndose de más dólares) y generando mayores expectativas de una futura devaluación.
Por otro lado, sería lógico que el gobierno evite tomar medidas hasta después de las elecciones, ya que teme un posible impacto inflacionario y la eliminación del único "logro" que tiene para mostrar hasta ahora en su gestión
El problema en este contexto, es que no se puede mantener indefinidamente un dólar barato (en Argentina sobran los ejemplos), y además la postergación de medidas es sumamente cara.
De hecho según estimaciones de JP Morgan, el gobierno gastó cerca de 40.000 millones de dólares para intervenir el mercado cambiario y sostener el precio del dólar. Quizás por eso el apuro del gobierno por acceder a un nuevo financiamiento del Fondo Monetario Internacional (FMI).
Aunque lo único que ganaría con eso, sería un poco de tiempo, pero la insostenibilidad del plan económico es evidente.
¿Cuánto tiempo puede durar el dólar barato? Acá la respuesta viene determinada por la simple ley de oferta y demanda. Es decir, depende la cantidad de dólares que tenga para ofrecer el banco central y la demanda que exista de los mismos.
En este contexto el gobierno necesita un ingreso constante de divisas para satisfacer la demanda creciente del dólar barato.
Este escenario ocurrió muchas veces en la historia de Argentina. En la década de los 70, José Martínez de Hoz lo sostuvo con deuda externa; en los 90, Carlos Menem lo hizo con la venta de empresas públicas y deuda, mientras que en los 2000, Néstor Kirchner con los ingresos provenientes de los altos precios de nuestros comodities (soja).
¿Milei lo va a sostener desprendiéndose de los ingresos provenientes de vaca muerta y el sector energético? Hasta ahora pareciera que sí. Por otro lado, cabe aclarar que otra característica que tuvieron en común todos los procesos anteriores, fue que terminaron en una fuerte crisis económica.
En este marco, es crucial que el gobierno reconozca la gravedad del problema cambiario y tome medidas efectivas para resolverlo. Una simple devaluación, aunque inevitable en este punto, no sería suficiente para solucionar el problema de fondo.
Lo que realmente se necesita es un cambio radical en la la matriz productiva. Es decir, fomentar la inversión pública y privada en tecnología e innovación, promoviendo la especialización en sectores de alto valor agregado. Los ejemplos abundan:
Estados Unidos, Alemania, Japón, Corea del Sur y, más recientemente, China e India, son experiencias paradigmáticas de naciones que gracias a su fuerte inversión en I+D (Investigación y Desarrollo) y a su capacidad de innovar, lideran la generación de patentes a nivel global.
Para emularlos, necesitamos un marco normativo ágil y simplificado, una estructura impositiva que incentive la producción en sectores estratégicos y un Estado que actúe como motor de la innovación y el crecimiento constante.
(*) Economista.
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