La nota de Lucas Ameriso en el diario La Capital dice: "Rosario festeja su tricentenario con una batería de obras. El intendente Pablo Javkin dio a conocer los proyectos que recuperarán sitios históricos y darán un salto de calidad a la costa central, los galpones del parque a la Bandera y el parque Regional Sur".
Tiene ese título. No se ha corregido nada para esta nota. Así fue escrita. Es un largo texto donde, con cierta acumulación de datos de mayor y menor valor patrimonial, tiempos de realización y costo social -que no es lo mismo-, suma lo que se corresponde con el "Tricentenario de Rosario". Larga tarea de trabajos, proyectos y promesas.
Jean Paul Sartre, después de eso tremendo que fue Europa en los primeros cincuenta años del siglo XX, asumió el porvenir, su tarea hacia el mañana, con una frase que no es exactamente como la escribo, pero es justamente como la entiendo: no es lo que nos dejaron nuestros padres, es lo que nosotros podemos/debemos hacer con lo que nos dejaron. Eso hace Pablo.
Javkin, Pablo Lautaro ("Pablito"), ya está dicho, pertenece a la política partidaria desde el colegio secundario. Toda una vida en comités, centros de estudiantes, recintos deliberativos municipales, provinciales, nacionales, participación en la administración municipal, finalmente intendente de Rosario. Y el futuro, claro está, nadie piensa que allí se termina su tarea y sus ganas.
En su primera intendencia (2019-2023), una tromba sacudió toda la arboleda: Covid. Nada fue sencillo. Es necesario agregar Alberto Fernández y Omar Perotti. Presidencia y Gobernación.
Y el socialismo, con su fortaleza en un poder legislativo provincial; "los pesepos" son aliados que siempre pesan mucho. Rosario había tenido a Mónica Fein como el antecedente más cercano. Los intendentes, en mitad de una peste solo pueden controlar daños y, si se puede, evitarlos.
Para su segundo mandato (2023-2027), con votaciones más frágiles, pero absolutamente sinceras, el panorama socio político de Argentina quitó capacidad de lectura a sociólogos, historiadores, analistas y políticos tradicionales como Javkin. Justo es advertirlo: a buena parte de la clase política le sucedió algo similar: Javier Milei.
No se trató de un presidente que sorprendió por su triunfo final sino que, al parecer antiperonista y novedoso en su lenguaje, podía ser parte de una estrategia que los contuviese. Error. No fue así. No es así. Ni es básicamente antiperonista, como tampoco puede indicárselo cercano a los viejos troncos de "la grieta". No contiene a nadie, en ocasiones ni se contiene íntimamente.
Javkin, como otros tantos políticos crecidos en la fragua del siglo XX, se encontró con eso. Eso es Javier Milei, su hermana y poco más.
Una mayoría inapelable de votos lo puso en la presidencia. Sin partido, sin grandes líneas troncales en los principales territorios de Argentina. Un presidente sin territorio propio pero lleno de votos. Su discurso. Su leguaje. Raro. Nuevo. Inesperado para los clásicos políticos argentinos. Enfrentarlo todavía es materia de estudio en el cómo, dónde, cuándo y para qué.
Desde el peronismo de CFK, como desde la izquierda tradicional, el asunto está resuelto. Con lenguaje que atrasa y objetivos que no se cumplieron es banal el reproche (Milei llegó por los defectos del peronismo) e inauditas las respuestas ante el hecho.
El facto es Milei. El peronismo con ese discurso lo consolida. Distinto es el caso de quienes no son "libertarios" pero el antiperonismo los une, aunque no tanto, no tanto. Nadie puede mirar lo que pasa en el plano nacional y tener proyectos con los pies en la tierra.
Javkin, al mirar hacia la provincia, encontró que el radicalismo, representado por alguien con muchos años de fragua partidaria, cosechaba todos los votos posibles. Muchísimos. Maximiliano Pullaro apabulló a la oposición en esas elecciones.
El peronismo es un minusválido en la provincia de Santa Fe. Al gobernador le queda una colina sin conquistar y no la conquistará hasta las elecciones del 2027: disminuir el número de diputados provinciales socialistas, que todavía determinan demasiado en un gobierno que les pertenece solo lateralmente.
Javkin no es Pullaro y Pullaro no es Milei pero las coordenadas espacio/ tiempo son implacables. Pullaro llegó con un plan que está ejecutándose. Un plan sobre el poder provincial. Tener, retener, acrecentar.
Milei tiene ideas muy concéntricas, un lenguaje procaz y muy limitado… y un poder muy importante. El mundo le pone espaldas a las derechas atrevidas y Milei avisa que las tiene. Gobierna pensando en esos apoyos.
Pullaro tiene ideas muy claras, desde la Reforma de la Constitución Provincial (su listado de constituyentes es una declaración de pragmatismo político), hasta el uso de la fuerza policial y el trabajo en obra pública, y la relación con el más allá de la provincia, pero… Rosario es parte de su provincia. Pullaro es del sur profundo, conoce muy bien la ciudad de Santa Fe, pero Rosario fue su Casa de Estudios y Franja Morada bastante más que una tirita en los actos.
Javkin debe actuar el día a día y proyectar lo que viene, lo certero son cuarenta años más de vida política (hasta más allá de los 90 años calendario) y tiene un plan. Suya es la oportunidad. La fisura apareció, la está cruzando.
No hay certeza, no hay fecha cierta, no pasó Juan de Garay ni Pedro de Mendoza, ni siquiera el más importante: Juan Díaz de Solís, Fuerte Sancti Spíritu, Puerto Gaboto pero… ¿quién puede enojarse por buscar una fecha de fundación y convertirla en bandera?
Convertirla en motivo de impulso, colocar detrás de ese juego fundacional lo dicho, obras mayores, menores, anhelos, proyectos, pone el centro en la ciudad (sigo creyendo que Rosario es Región Rosario) y eso es bueno. Pullaro debe acompañar; de hecho: acompaña.
Si Milei no acompaña no alcanza para enojarse con él, simplemente si no está se quita protagonismo regional (el presidente). Todo ganancia.
Luis Carballo tuvo una impronta edilicia. Horacio Usandizaga duplicó las calles asfaltadas, le trajo independencia política a la ciudad y la fijó. Rosario no es revolucionaria ni peronista.
El socialismo programó una ciudad y la ciudad creció de otro modo, pero creció (yo elegiría el entubamiento del Arroyo Ludueña como la gran obra y la Reformulación de Refinería como el proyecto inmobiliario más grande de estos años), aunque quedaba un nicho: la historia.
Cuando se revisa el papelerío, desde el curita Ambrosio de Alzugaray hacia acá, aparece claramente que lo descripto por Chacho Müller para una historia del río ("fue un bajo, después laguna, con el tiempo se hizo isla") sirve para explicar el suceso: la vida fue acomodando los tantos de la Región Rosario.
Camino al Buenos Aires, camino al Paraguay, camino a Córdoba, o camino a los sembradíos de una zona rica en tierra feraz, estaba creciendo sin dueño y Santa Fe, ciudad y administración, lo advirtió y le dio entidad a un hijo natural. Mandó un delegado para certificar que existía y, por tanto, podía tributar.
Impecable Javkin. Suyo es el mérito de la Partida de Nacimiento. No dicen fecha de los primeros habitantes porque no fue una corriente colonizadora.
Los fastos del Tricentenario, que era una propuesta difusa y ahora es súper legal, son un corral propio. Piedras basales, cintas de inauguración, licitaciones, concursos, visitas, actos, festivales y una historia que "nojodeanadie" e imanta, da entidad e identidad.
Sin perjuicio de otras obras, diferentes tareas, su propia vida política en juego, Pablo Javkin eligió lo mejor: es el intendente que le ha dado una fecha a una ciudad sin fecha, sin autores, sin dueños, pero que precisaba una fundación: no es poco. Es para siempre. No se lo pueden quitar.
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