Vivencias y recuerdos ante un nuevo aniversario de las exequias de monseñor Vicente Zazpe
El próximo 24 de enero se cumplirán cuarentaiún años del fallecimiento del entonces arzobispo de Santa Fe. Más allá de su condición de pastor y religioso, fue una figura muy respetada, fundamentalmente por su compromiso social y comunitario, en especial en una época muy dura y difícil de la Argentina.
Monseñor Vicente Faustino Zazpe Zarategui (1920-1984). Fue el primer obispo de la diócesis de Rafaela, entre el 12 de junio de 1961 (nombrado por el papa Juan XXIII) y el 3 de agosto de 1968. Estuvo a cargo del arzobispado de la arquidiócesis de Santa Fe de la Vera Cruz desde el 13 de agosto de 1969 hasta el día de su muerte. El Litoral
Era la mañana del 24 de enero de 1984 y ya circulaba en todos los ámbitos y comunidades la triste novedad; en los barrios, las ciudades, iba haciendo mella en todos, en distintas personalidades y en humildes trabajadores: "¡Ha fallecido monseñor Zazpe!" "¡Se lo llevó Dios!" La gente se hacía eco de la noticia y opinaba sobre su deceso, a la vez que en una inmensa mayoría, entre lágrimas y mucho dolor, afloraba un sincero reconocimiento hacia el valor de su obra y su persona. Había nacido en Buenos Aires el 15 de febrero de 1920, faltaban pocos días para que cumpliera 64 años.
"¡Nos dejó el gran pastor!" decían algunos, mientras muchos empezaban a sentirse humanamente huérfanos del testimonio vivo del resucitado, tan cercano siempre a cada uno de nosotros, con esa diminuta pero ágil y serena figura humana, la del querido Vicente Faustino. Hoy, enero de 2025, a cuarenta y un años de su fallecimiento, la propuesta es imaginarlo y sentirlo, compartirlo, despedirlo transitoriamente, como aquel atardecer del caluroso mes de enero de 1984.
Primero en la misa exequial, en la explanada de Tribunales, en Plaza de Mayo de Santa Fe y después llevarlo hasta la catedral y su sepultura, recorriendo San Jerónimo, 3 de Febrero, San Martín, General López. Previamente hubo muchísima gente en Plaza de Mayo para decirle: "¡Chau, querido Zazpe!" Una verdadera multitud acompañó y lo hizo con el aplauso espontáneo, sin parar, muy fuerte y potente, a tal punto que no se escuchaban los cantos del coro, en un ambiente acostumbrado a los ruidos, bombos, tambores, cornetas y demás.
El bullicio y los ruidos acostumbrados eran reemplazados por la delicada y respetuosa despedida del público, las manos de miles y miles que querían estar cerca de monseñor Zazpe como él estuvo en los peores momentos de la vida de la patria, en aquellos difíciles años posteriores al concilio Vaticano II. En esos aplausos del pueblo en dinamismo, de esa multitud extraordinaria, la que colmó la Plaza de Mayo, al solo grito de un pueblo, "¡Zazpe, Zazpe!", quizás sin tener en cuenta que ese lugar fue el epicentro de grandes jornadas históricas, patrióticas, sociales, deportivas y hasta funerarias.
Vista parcial de la tapa del diario El Litoral del martes 24 de enero de 1984, donde se informa en primera plana la muerte del arzobispo de Santa Fe, monseñor Vicente Zazpe, "El pregonero evangélico". Mariano Rinaldi/Archivo El Litoral
La ciudad sin Zazpe (*)
Nunca falta el amigo que pregunte: "Pero al final… ¿este no era un cura medio zurdo?" Sucede que cuando alguien -sea cura o no cura- habla de los pobres, mucha gente se los regala a los zurdos... como si ellos hubieran inventado las reivindicaciones sociales. Y la confusión viene cuando la gente no recuerda que todas las izquierdas hablan de los pobres hace 100 años y Jesucristo se refirió a ellos hace 2.000 años, porque los pobres ya se habían inventado.
Zazpe, que no tenía pelos en la lengua, habló muchas veces de los pobres, y también habló de la vida y de la muerte, y de la Pascua y de la Navidad, de la economía y de la política, en tiempos muy difíciles, para querer desentrañar los vericuetos de la economía y los tejemanejes de la política. Si bien dictó cátedra -como correspondía- y dijo en qué medida muchos políticos traicionan al pueblo, también reivindicó a la política como actividad integradora del hombre y llegó a decir que el voto en blanco era una inmoralidad.
- Eso es meterse en política (dijo un anti-Zazpe). Y a mí no me gustan los curas que se meten en política. Si un obispo no tocara el tema, la gente se lo preguntaría, porque hay momento en que las leyes que pueden ser injustas, los impuestos que pueden ser confiscatorios, la economía que puede ser inhumana, tocan los límites éticos, vapulean la dignidad del hombre, irrumpen en la moral y al final se plantean en términos filosóficos. Todo lo que hace al hombre, a su destino temporal o eterno –para los creyentes- obliga a cualquier obispo a hablar, y Zazpe no esperaba que se lo pidieran.
- A mí me gustaba cómo le daba a los milicos. Debe ser por eso que no lo querían mucho (decía un pro-Zazpe anti-botas). Zazpe les hizo un gran favor a los gobernantes con botas cuando señalaba con bastante claridad –y con respeto y altura- muchas cosas que no inventaba él si no que eran el comentario y la opinión del hombre de la calle. Pero no fue suficientemente escuchado, porque si se lo hubiera atendido en sus observaciones, no hubieran pasado muchas cosas de las que hoy está el país arrepentido.
Zazpe tenía un defecto –virtud para algunos- y era el de recibir a todo el mundo. Si alguien sufría algún tipo de persecución, terminaba yendo a ver al arzobispo. Si alguien se quedaba sin empleo iba corriéndolo a contárselo. Y allá hacían antesala por los motivos más increíbles gente que en la calle ni se saludaba. Dirigentes sindicales planteaban sus problemas, y muchos políticos se enriquecieron con la capacidad de análisis que tenía Zazpe. Familias enteras reconocen deberle orientación, apoyo, techo, comprensión. La ciudad, que prendía la radio o la televisión para verlo y escucharlo, que después lo leía en el diario, y las radios y diarios de Buenos aires que lo comentaban al día siguiente, saben cuanta instrucción no solamente religiosa si no cívica sembró con ese estilo fácil, hasta florido, que tenía para hablar.
A Zazpe le tocó -como a cualquier obispo- resolver de todo. Desde tirar la rienda al curita más o menos desobediente, recordar a tal o cual monja sus votos, combatir el boato en determinado colegio y las fiestas demasiado ostentosas, hasta darse una vuelta por Cuba para indicar -misión diplomática al fin- conductas prudentes. Hasta cuando a un funcionario se le ocurrió sacar el archivo de la provincia de la Casa de López para llevarlo mucho más lejos, el asunto hubo que planteárselo a Zazpe. Y allá fue el arzobispo a solucionar un problema histórico-archivístico, al que le dio una solución justa. También se encontró con el mal empleado que metió la mano en la lata y volvió arrepentido, pero con las manos vacías; y con la desilusión de tramitar un subsidio que el gobierno le dio con una mano y le quitó con la otra.
Hay muchos problemas que Zazpe no pudo solucionar, pero se multiplicó para estar en todas partes, para resolver de todo. Por eso estuvo tantas veces con los inundados y los presos, con los enfermos y con los habitantes de las villas de emergencia. Por eso hubo tanta gente humilde en la Catedral durante los días del velatorio, y por eso los insólitos aplausos que lo despidieron cuando entró por última vez a la Catedral como si entrara en triunfo.
(*) Semblanza de Vicente Zazpe escrita por el reconocido autor santafesino Hugo Néstor Mataloni (1931-2014).
Padre conciliar y "no alineado"
Vicente Fautino Zazpe participó en carácter de padre conciliar de las cuatro sesiones del Concilio Vaticano II, realizadas entre el 11 de octubre de 1962 y el 8 de diciembre de 1965. Formó parte del bloque de padres progresistas y, como tal, fue uno de los cuarenta obispos firmantes del Pacto de las Catacumbas de Domitila (de un total de casi 2.500 conciliares), por el que se comprometieron a caminar con los pobres asumiendo un estilo de vida sencillo y renunciando a todo símbolo de poder.
Junto con Enrique Angelelli (La Rioja), Carlos Horacio Ponce de León (San Nicolás de los Arroyos), Miguel Hesayne (Viedma), Jorge Novak (Quilmes), Jaime de Nevares (Neuquén) y Alberto Pascual Devoto (Goya), Zazpe formó parte del grupo de obispos que no se alineó con la dictadura militar iniciada en la Argentina en 1976 y denunció las violaciones a la dignidad humana realizadas durante dicho periodo, conocido como Proceso de Reorganización Nacional.
Con fe y esperanza, junto a los fieles
El sencillo "Pueblo de Dios", con su aplauso cerrado y las manos en alto, lloraba al paso del féretro con los restos mortales del querido Zazpe, el anunciador pregonero de Jesús como "La Luz, La Verdad y La Vida". Así, fue llevado a pulso por todo el perímetro de la plaza, donde muchos hasta se llevaban por delante para portar aunque menos fuera un tramo ese pedazo de "Esperanza Mariana", con el aroma cierto del "Cristo Eucarístico", "Dios entre nosotros", "Cristo de la Cruz del Viernes Santo" y del "Jueves Santo Salvífico de su Memorial Pascual", gratuito de dios, como fruto y alimento de resurrección, para siempre y para todos los fieles de la Iglesia.
"Fe y esperanza" pregonó y enseñó Zazpe hasta 1984. Por eso hoy, en 2025, a cuarentaiún años de su fallecimiento, el sencillo "Pueblo de Dios" se acerca a su pastor, para compartir el dolor humano de aquella partida. Lo hace con la alegría pascual del Domingo de Resurrección; una resurrección prometida y asegurada por Jesús con el sello de Pentecostés.
Lo hace también con María Santísima acompañando presente y alentando, impulsando, reuniendo fieles y haciendo misioneros. Dando "esperanza y confianza", como lo había hecho en el establo de Belén, junto a pastores y reyes de Oriente. Y como lo hace hoy, con la Iglesia que debe seguir siendo misionera y en permanente salida hacia la gente, "haciendo ruido", para anunciar la vida celestial eterna y prometida.
En su tiempo de labor pastoral, monseñor Zazpe supo descubrir en el milagro de la boda de Caná, en Galilea (el primero de los milagros de Jesús), los signos y el significado cristológico, sacrificial, eucarístico, matrimonial y mariano. Por eso decimos que al mensaje "Jesús viene y vino", Zazpe lo hizo "vida diaria", porque su predilección era confesar. Justamente eso, confesar, estar cerca de los fieles, lo acercaba a la posibilidad de "ser un buen obispo", como alguna vez supo decirle a uno de sus colaboradores, el diácono José Maximiliano "Pepe" Urch, diácono permanente de la parroquia San Roque de Santa Fe.
Viernes 27 de enero de 1984. La portada de El Litoral da cuenta de la multitud congregada el día anterior durante la sepultura de los restos del arzobispo Vicente Zazpe. Mariano Rinaldi/Archivo El Litoral
Hombre sabio y cercano
Justamente, gracias al recuerdo de "Pepe" Urch, sabemos que la canción favorita y preferida de monseñor Zazpe era el tango "Caminito", desde la época de su vida en el Seminario. Esa melodía lo acompañaba siempre que podía disfrutar de ella, porque Zazpe a su modo fue un soñador, que soñó, programó y fijó los parámetros de la organización de la Asamblea Federal, a partir de la labor de su querida Acción Católica en Santa Fe ciudad. No alcanzó a realizarla plenamente debido a su muerte, aunque en mayo de 1984, cuatro meses después de su partida en el club Unión se concretó dicha idea con la presencia de unos 9.000 asambleístas de todo el país.
El diácono permanente Rodolfo Vigetti, ordenando por Zazpe en la catedral de Santa Fe y en actividad en la parroquia San Pedro, lo recuerda como un "hombre sabio y cercano" y "sacerdote santo", "obispo-profeta de su tiempo", "cuyos escritos lo mantienen presente por su actualidad". Aunque no lo hayan conocido personalmente, merece el reconocimiento agradecido de todos los santafesinos, creyentes o no, para mantenerlo vivo en el recuerdo y para rogar para que la Iglesia lo ponga oficialmente como ejemplo a imitar y protector en tiempos difíciles.
Los restos de monseñor Vicente Zazpe en la Catedral Metropolitana desde el 26 de enero de 1984. Gentileza
La Asociación Monseñor Vicente Zazpe de Santa Fe invita por este medio a participar de la misa que se realizará este viernes a partir de las 19.30 en la Catedral Metropolitana, así como de la oración ante su tumba, situada en el ala izquierda de dicha sede parroquial, por calle San Jerónimo. Sería muy justo que en cada comunidad se elevaran oraciones por su eterno descanso y el pronto inicio de la Causa de Santidad. En la Catedral de Buenos Aires, por ejemplo, el domingo 26 de enero se rezará una plegaria con dicha intención.
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