Seis goles, momentos de altísimo vuelo futbolístico y un cierre dramático coronaron una jornada que tuvo todos los condimentos de un clásico instantáneo.
En un espectáculo inolvidable por la Liga Santafesina, Cosmos FC y Náutico El Quillá igualaron 3 a 3 en Monte Vera.
Seis goles, momentos de altísimo vuelo futbolístico y un cierre dramático coronaron una jornada que tuvo todos los condimentos de un clásico instantáneo.
En ocasiones, el fútbol trasciende el resultado. Deja de ser solamente una competencia por puntos y se transforma en una expresión artística, emocional y social. Eso fue exactamente lo que ocurrió este fin de semana en la cancha de Cosmos FC, donde el equipo tricolor recibió a Náutico El Quillá por una nueva fecha de la Liga Santafesina. El resultado, un empate 3 a 3, apenas alcanza para dar una idea del espectáculo vivido. Porque lo que ocurrió en Monte Vera fue mucho más que un despliegue de fútbol bien jugado, fue un canto a la entrega, al juego limpio y a la emoción pura.
Desde el mismo comienzo, la tarde se prestaba para algo especial. El sol caía con tibieza sobre el césped en buenas condiciones, el viento soplaba apenas como para refrescar, y los lugares permitidos, poblados por hinchas de ambos equipos, mostraban el color, el canto y la pasión habitual de la Liga más vibrante del fútbol santafesino. Todo estaba dado para un gran partido, pero nadie imaginaba que sería tan inolvidable.
El arranque fue parejo, con ambos equipos tanteando el terreno, midiendo fuerzas, buscando posicionarse en el campo. Pero muy pronto Cosmos encontró en la individualidad su mejor herramienta para romper la paridad. Fue Taborda quien, a los pocos minutos, protagonizó una jugada de altísima factura técnica: control orientado, gambeta en velocidad y un derechazo inatajable que se clavó sobre el arquero Appendino. Golazo. 1 a 0 para el tricolor y el festejo de sus hinchas.
La ventaja temprana parecía darle aire al equipo de Petitti, pero en lugar de replegarse, El Quillá respondió con carácter. Lo hizo con su estilo característico: juego asociado, presión en campo rival, rotación inteligente de volantes y mucha movilidad de sus delanteros. Esa insistencia tuvo premio: tras una jugada de gran nivel, elaborada desde el fondo y que pasó por casi todos los sectores de la cancha, Felizia definió con categoría para el empate. El gol fue celebrado con alegría, no solo por la igualdad, sino por la belleza del armado. Un gol para mostrar en el fútbol.
Lejos de conformarse, El Quillá fue por más. Aprovechando un momento de desorientación en la última línea de Cosmos, López se filtró por el sector derecho y definió cruzado para dar vuelta el marcador. En apenas veinte minutos, ya había tres goles y un cambio radical en el desarrollo. El "Tiburón" había dado vuelta el resultado con determinación y mostraba su mejor versión: un equipo compacto, ordenado, solidario, con un mediocampo dinámico y una defensa que no se complicaba.
Cosmos, herido en su orgullo, se vio obligado a reaccionar. Le costó unos minutos acomodarse, pero lo hizo. La tenencia comenzó a repartirse y, sobre el cierre del primer tiempo, llegó el empate: Farher encontró un rebote en la puerta del área, levantó la cabeza y sacó un disparo que se metió pegado al palo izquierdo. Otro golazo. El 2 a 2 con el que se fueron al descanso era justo, aunque El Quillá había sido, por momentos, superior.
La charla del entretiempo en el vestuario local surtió efecto. El equipo de Petitti salió con otra actitud al complemento. Más agresivo en la presión, más directo en ataque y con mejor lectura del juego. Acosta le dio otro ritmo al frente ofensivo, y el propio delantero, en una jugada de antología, se encargó de poner nuevamente a su equipo arriba en el marcador: eludió a dos rivales en la puerta del área, se acomodó para su perfil y sacó un remate perfecto, imposible para el arquero. 3 a 2 y explosión en la gente tricolor.
El Quillá sintió el golpe. Pasó varios minutos sin encontrar claridad. La pelota le quemaba en los pies y el dominio territorial ya no era tal. Cosmos, por el contrario, crecía en confianza, manejaba los tiempos y parecía tener el partido controlado. La defensa local se mostraba sólida, el mediocampo recuperaba rápido y el cuarto gol parecía más cerca que el empate.
Pero el fútbol siempre guarda un giro inesperado. Cuando el reloj marcaba más de 90 minutos y todo indicaba que los tres puntos quedaban en casa, una pelota larga, un desborde por derecha y un centro rasante encontraron a Pochón bien ubicado en el área. Con frialdad, definió de primera y silenció a todos. Gol y justicia en el marcador. El 3 a 3 fue el broche de oro para un partido inolvidable.
Lo que se vivió en Monte Vera trasciende los análisis tácticos o la valoración de los rendimientos individuales. Fue un partido que dignifica a la Liga Santafesina, porque mostró dos equipos con propuestas ofensivas, con identidad, con ambición y con respeto mutuo. No hubo juego sucio, no hubo especulación: hubo fútbol, del bueno, del que enamora.
El primer tiempo fue, sin dudas, favorable a El Quillá. Su capacidad para asociarse, para ganar las segundas pelotas y para presionar alto fue notable. En el complemento, Cosmos tomó la posta, ajustó líneas, cambió la actitud y mostró jerarquía. Ambos equipos se alternaron el dominio, pero ninguno renunció nunca al espectáculo.
Los seis goles fueron todos de gran calidad, lo que habla también del nivel técnico de los jugadores. No hubo tantos de rebote ni de errores groseros: fueron todos construidos con inteligencia, precisión y talento.
Cuando el árbitro marcó el final, no hubo silbidos, ni reproches. Solo aplausos. Desde ambos sectores del estadio, el público reconoció el esfuerzo, la entrega y la calidad de los protagonistas. Porque más allá de la rivalidad, lo que quedó en evidencia fue el amor por el juego. Los abrazos entre jugadores, los gestos de deportividad y la ovación conjunta completaron una postal emotiva y esperanzadora.
En una época donde el fútbol muchas veces se ve empañado por la violencia, el negocio o la polémica, partidos como el de Cosmos y El Quillá son un recordatorio de lo que este deporte puede y debe ser. Una fiesta colectiva. Una celebración de la creatividad, la estrategia y la pasión.
Lo que dejaron tricolores y tiburones en Monte Vera no fue solo un empate vibrante. Fue un momento de emoción. Un mensaje para todos los que hacen y siguen la Liga Santafesina: se puede competir con altura, se puede emocionar sin violencia, se puede dejarlo todo y aún así reconocer al rival.
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