- Inglaterra y Alemania tendrían que ser comunistas. Reúnen las condiciones objetivas según la predicción de Marx, que no se cumplió...
La pelea de economistas por el tipo de cambio no es sólo un debate técnico. Refleja la compleja disputa del poder, inquieto por un futuro inminente.
- Inglaterra y Alemania tendrían que ser comunistas. Reúnen las condiciones objetivas según la predicción de Marx, que no se cumplió...
- ...todavía.
La respuesta de un trotskista convencido juega a la probabilidad en el porvenir, a despecho de la historia. En los fueros íntimos -por ante el imperturbable Cronos- cada quien elige dónde traza las fronteras entre la evidencia y la esperanza.
La administración Milei ha logrado desacelerar (por ahora) la inflación que perfora los bolsillos, herencia de los desequilibrios kirchneristas. El Indec ratificó el Índice de Precios al Consumidor en un 2,2% para enero. Pero la fortaleza excluyente no es suficiente.
Las reservas internacionales netas son negativas en el Banco Central; sin un acuerdo ratificado con el FMI, más cepo en los mercados cambiarios, para la oposición -y para un espectro importante de economistas- están dadas las condiciones (por ahora) para una devaluación que realimente la dinámica de precios y vuelva a debilitar ingresos, en medio de una macro que se recupera, pero apenas gotea en el plano social.
La manipulación de la esperanza es una táctica política decisiva. Como siempre lo es. Para los mercados, menos emocionales, la especulación procura anticipar la lectura de los datos. Dicho de otro modo: datos, no relato.
El peronismo, desterrado del poder y sin un líder emergente (por ahora), implosiona. A falta de una estructura política que ofrezca alternativas electorales consistentes, Cristina Fernández ensaya sus propios pronósticos. Tiene estrechas chances en sus devaluadas virtudes; mientras espera turnos en tribunales -y promueve la llegada de Ariel Lijo a la Corte- profetiza el apocalipsis.
"Aflojá un poco... que vas a necesitar resto para cuando se te acabe la nafta del dólar planchado, el carry trade, el ajuste eterno y la caída del consumo; y, finalmente, los argentinos se den cuenta que el sacrificio que hacen sólo sirve para enriquecer a unos pocos y empobrecer a las grandes mayorías... Porque no tengas dudas que eso, más temprano que tarde, va a ocurrir".
Para descalificar al presidente Javier Milei en "X", la ex presidenta abandonó ya hace un par de semanas su declarada autopercepción de arquitecta egipcia y desenvainó su ocasional espada defensora de los derechos humanos y civiles. Devino a la condición de pitonisa macroeconómica.
Habría que aclarar, eso sí, que a diferencia del sentencioso Karl Marx, a quien la historia lo desmintió (por ahora), la pitonisa del templo de Apolo en Delfos -Pitia- era menos asertiva y expresaba sus predicciones con palabras crípticas. Tal vez porque, a instancias de la sabiduría griega, no desconocía las consecuencias del "hubris". Es lo que occidente redefinió más tarde como pecado de soberbia.
En cualquier caso, la historia reciente -la pobreza creció mucho antes de Milei presidente- no avala (por ahora) a Cristina, aunque es honesto admitir que el devenir podría consentirla. Pero así como las condiciones objetivas que llevan al marxismo han fallado, algo similar podría suceder con las que llevan a la devaluación. ¿Quién es dueño del futuro en la Argentina? ¡Hagan sus apuestas!
El año 2024 finalizó con una deuda pública bruta argentina de US$ 466.866 millones (sumando dólares y pesos equivalentes), según Economía. El debate público suele poner el acento en el FMI, que es el menor de los problemas; en la cuenta están -más que nada- los créditos en pesos que tomaron los últimos gobiernos (kichneristas y macrista) para solventar sus déficit.
Mientras los relatores disputan la supremacía de tal o cual mito, el mercado afrontó la pasada semana vencimientos por $6,6 billones. Economía ofreció bonos atados al riesgo de la devaluación; los bancos optaron por otras opciones, en pesos y con tasas por encima de la inflación, pero a corto plazo.
Eso significa que "la city" no cree (por ahora) en la devaluación... al menos hasta marzo, cuando vencen los bonos en pesos que compró. El carry que denunció Cristina... y otra vez: "a rollear mi amor".
"Ofrecimos un dólar link para los que veían atraso cambiario, pero no tuvo demanda...", se jactó en redes Luis Caputo. El ministro propuso un contraste implícito con lo que hizo Sergio Massa como antecesor en Economía, que abusó de ese recurso ante un mercado que le compraba promesas de bonos en dólares, descontando que habría devaluación como consecuencia de sus desequilibrios macro. (Y sucedió)
¿Por qué Domingo Cavallo pasó del altar libertario al escarnio presidencial? "En el frente externo -advirtió el ex ministro de Menem y De la Rúa- todavía se mantiene el problema de las reservas externas netas negativas a pesar del fenomenal superávit comercial del año 2024".
Para el mentor de la convertibilidad, "la única forma de aumentar las reservas netas es generando superávit de la balanza de pagos", es decir con más exportaciones que importaciones y con ingreso de inversión externa directa. Cavallo sugiere que, con la evidencia disponible, "no es prudente inferir... una apreciación exagerada del peso, pero tampoco habilita a sostener que el tipo de cambio real está en equilibrio".
Milei estalló en furia econométrica (los mercados escuchan a Cavallo) y replicó que al valor de la convertibilidad, el dólar debería estar en $700. Pero la revelación más importante la ofreció horas más tarde Luis Caputo. Admitió que un desembolso del FMI -sólo "falta el moño" al acuerdo- servirá para capitalizar el BCRA y -sin necesidad de nueva deuda porque hay superávit- despejar las dudas.
Caputo argumentó que el entendimiento con el Fondo "va a estar para el primer cuatrimestre y tenemos acordado prácticamente todo. Falta la letra fina e implica nueva plata, pero no implica nueva deuda". Explicó que "lo que cambia es el acreedor, se reemplaza deuda intra sector público (del Tesoro con el Banco Central) por deuda con el Fondo Monetario", por lo que la deuda "bruta" no cambia.
Tal vez el ministro argumentó que más plata fresca no será más deuda (¿?) porque no quiere correr el riesgo de meter el acuerdo con el FMI en los fárragos parlamentarios de estas horas.
La ley 27612 dice en su artículo 2º: "Dispónese que todo programa de financiamiento u operación de crédito público realizados con el Fondo Monetario Internacional (FMI), así como también cualquier ampliación de los montos de esos programas u operaciones, requerirá de una ley del Honorable Congreso de la Nación que lo apruebe expresamente".
El argumento de la neutralidad contable buscaría esquivar la imposición legal. El mecanismo implicaría tomar los Derechos Especiales de Giro (la moneda del FMI, si concede fondos frescos), para ingresarlos al Tesoro (La Casa Rosada) y para pagar con eso deuda intra sector público con el Banco Central, para capitalizar sus tenencias. Es una exigencia del Fondo.
Javier Milei viaja a la próxima edición de la Conferencia Política de Acción Conservadora, el 22 de este mes en Washington; allí se verá -de manera informal- con Donald Trump. El presidente norteamericano aún no definió qué sucederá con Gita Gopinath, la subdirectora gerente del FMI y representante del gobierno norteamericano, promovida por la administración Biden.
Mientras el frente político espera desanudar "el moño" de un acuerdo todavía incierto, el Banco Central compra divisas y al mismo tiempo drena reservas. No solo por pagar deuda. Entre los agentes financieros privados es un secreto a voces que en enero el BCRA utilizó entre US$800 millones y US$1.000 millones para sostener el tipo de cambio.
Incrementando con manos amigas la oferta de divisas en los mercados financieros, los tipos de cambio se emparentan con el crawling peg (devaluación oficial del 1% mensual) para evitar que se ensanche la brecha, lo que realimentaría las tensiones cambiarias e inflacionarias. (Por ahora).
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