Con una duración similar a la que tuvo en 2024, el presidente Javier Milei pronunció este sábado 1ª de marzo desde las 21 su discurso de apertura de sesiones ordinarias en el Congreso Nacional.
Un poco más de una hora le llevó al Presidente su presentación, en prime time y por cadena nacional, el último 1ª de marzo. ¿Cuánto hablaron los demás? Desde los 34 minutos en 2003 a las casi 4 horas de 2015.
Con una duración similar a la que tuvo en 2024, el presidente Javier Milei pronunció este sábado 1ª de marzo desde las 21 su discurso de apertura de sesiones ordinarias en el Congreso Nacional.
La presentación tuvo varias particularidades: la primera fue la ausencia de una buena cantidad de legisladores de la oposición que ya habían anticipado que no participarían del acto, aunque muchos estuvieron en sus oficinas siguiendo y replicando en sus redes sociales las instancias de la exposición.
Tampoco fue habitual, aunque ya se volvió rutina en esta gestión, el horario de presentación: de noche, en franja central, y por cadena nacional. En todo caso, la excepción estuvo dada porque coincidió con el inicio de un fin de semana extra largo de Carnaval.
La profusa custodia que acompañó la marcha del libertario entre Casa Rosada y el Congreso tampoco suele ser la postal de los actos oficiales.
Y todo ocurrió al término de un largo día que arrancó bien temprano con el operativo de seguridad fuera del Congreso y con la novedad de restricciones a la prensa dentro del recinto.
La apertura de sesiones ordinarias ocurre todos los 1ª de marzo. Quien ejerce la presidencia de la Nación tiene a su cargo esa tarea de enorme importancia institucional, y es la ocasión para que repase los hitos de la gestión y anticipe sus planes para el año que se inicia, como también los proyectos de ley que pedirá al Poder Legislativo.
Para todo esto a Milei le bastaron el año pasado 70 minutos, un lapso similar al del sábado, contadas sus habituales salidas de libreto para reforzar ideas (y chicanear a la oposición) e incluidas las efusivas participaciones de sus partidarios.
¿Fue más o menos tiempo que sus antecesores? El sitio especializado Parlamentario.com hace un relevamiento de los discursos pronunciados desde Eduardo Duhalde en 2002 y 2003, hasta los de Alberto Fernández durante su mandato. Entre todos suman 2.126 minutos, poco más de 35 horas. Un promedio de casi 96 minutos de los que Milei utilizó bastante menos: poco más de una hora.
Así, se tiene que los discursos del antecesor del libertario rondaron, en general, la hora y media. El más largo fue el de 2021, de 107 minutos. El último pronunciado por Alberto Fernández en 2023 se extendió 92 minutos. El más breve fue el primero, en vísperas de la pandemia: 80 minutos.
El récord de extensión de discursos lo tiene Cristina Fernández de Kirchner quien, en 2015 durante el último mensaje de su segundo mandato llegó a los 221 minutos (3 horas 41 minutos). Hasta ahora fue insuperable.
A Cristina la sucedió, en el sillón de Rivadavia, Mauricio Macri quien en 2016 y 2017 habló por 61 minutos. Y en su último mensaje estuvo cerca de repetir: 58 minutos.
En cambio en 2018 sorprendió por su brevedad: 40 minutos.
De todos los mandatarios consignados en esta reseña, Cristina es la única presidenta que no leía los discursos. Y más allá del récord de 2015, cerca estuvo en 2013, cuando habló 3 horas 36 minutos. El año anterior también había superado las 3 horas en 17 minutos.
Néstor Kirchner arrancó su gestión con un discurso de menos de una hora, pero ya al año siguiente, en 2005, llegó a la hora y media. Los dos años siguientes superó las dos horas.
Eduardo Duhalde se caracterizaba por la brevedad de sus mensajes ante la Asamblea Legislativa que lo había ungido presidente: el primer año habló 44 minutos y en 2003, cuando le restaban dos meses de mandato, habló diez minutos menos.
En materia de ambiente, la presentación de Milei el sábado estuvo caracterizada por la efusividad de sus partidarios que desde las bancas y las gradas festejaron con aplausos y a viva voz cada una de sus intervenciones. Sin la mayor parte de la oposición en el recinto, no se esperaban sobresaltos ni reclamos por parte de los asistentes.
La excepción fue el cruce con Facundo Manes (UCR-Democracia para Siempre). Cuando hizo reclamos a los gritos y mostró la Constitución Nacional al Presidente, recibió una reacción bien virulenta: “Leéla bien, supuestamente vos entendés cómo funciona el cerebro y parece que no entendiste nada", le respondió Milei.
En el recinto de sesiones, que reúne a oficialismo y oposición, suelen pasar cosas aunque no son seguidas en vivo y en directo por cadena nacional.
En 2019, Fernández soportó el canto irónico de Juntos por el Cambio “borombonbom, borombombom, para Alberto la reelección” pero fueron Horacio Rosatti y Carlos Rosenkrantz quienes recibieron una andanada de críticas que el jefe de Estado le dirigió al Tribunal Supremo al que su gestión estaba desarrollando un juicio político ese año.
Ese día, los integrantes de Evolución Radical, encabezados por el senador Martín Lousteau, se retiraron cuando Fernández se refirió a la coparticipación que Nación le había quitado a la Ciudad de Buenos Aires. También se levantó Fernando Iglesias, que le había dado la espalda en su banca al presidente todo el tiempo, para gritarle “mentiroso” y “sinvergüenza”, y se fue.
No se fueron en cambio los diputados del Pro, como sí lo habían hecho en la asamblea de 2022, luego de que Fernández pidiera a la Justicia investigar a Mauricio Macri. Sí se retiraron Javier Milei, Victoria Villarruel, José Luis Espert y Carolina Píparo; más los socialistas santafesinos Mónica Fein y Enrique Estévez.
Más tarde se sumarían Graciela Camaño, Florencio Randazzo y Alejandro “Topo” Rodríguez, de Identidad Bonarense. Con la salida de estos cinco, los únicos que se quedaron por el interbloque Federal fueron los tres schiarettistas.
En su primer discurso ante la Asamblea Legislativa, en 2020, el dato saliente fue el estallido de euforia que causó el anuncio de Alberto Fernández de que enviaría al Congreso el proyecto de legalización del aborto, que resultó aprobado en diciembre de ese año.
En su primer mensaje para inaugurar sesiones ordinarias, Macri habló de inflación y atribuyó su existencia a que “el Gobierno anterior la promovió”. La característica saliente de esa sesión fue, en contraposición con los períodos previos, el toque sobrio y poco festivo, muy distinto de las ceremonias organizadas los ocho años anteriores para recibir a Cristina Kirchner.
Una de las diferencias más visibles era entonces la ausencia de banderas y de militantes de agrupaciones en los palcos superiores de la cámara.
Luego de haber abogado en anteriores intervenciones contra la pobreza, poniendo a su reducción como el principal objetivo de gestión, en su último mensaje ante los legisladores reconoció que ese flagelo había vuelto “a los niveles de antes”.
Esa fue la asamblea más caliente que protagonizó Macri. Los primeros gestos de ironía del bloque kirchnerista no se hicieron esperar. Brotaron cuando Macri relató el mensaje de una mujer que le dijo: “Quería contarles que este año, con mi esposo, no nos fuimos de vacaciones, pero conectamos las cloacas e instalamos el agua corriente. ¡No se imaginan lo que se siente!”.
A partir de ese momento, el desorden se apoderó de la sesión. Macri tuvo que levantar la voz varias veces para hacerse oír entre los gritos. Hasta que se salió del libreto para retrucar: “Los gritos, los insultos, no hablan de mí, hablan de ustedes, señores. Yo estoy acá por el voto de la gente. ¡Yo estoy acá por el voto de la gente, señores!”.
“Hemos desendeudado definitivamente a la República Argentina”, proclamó Cristina Kirchner en su último mensaje en 2015. En el que por supuesto la emprendió también contra la Justicia: “El Partido Judicial se ha independizado de la Constitución”, disparó.
En 2014, el radicalismo había amenazado con retirarse del recinto en caso de que la militancia cometiera “excesos”. ¿Qué hizo entonces la juventud kirchnerista? Les arrojó pétalos de flores a la oposición cuando la presidenta finalizaba su discurso.
En su primer mensaje como presidenta, CFK habló de la energía, citándola ya no como un problema argentino, sino regional y mundial. Ahí destacó la importancia de la presencia de Venezuela en el Mercosur, a fin de “cerrar la integración energética”.
El detalle le sirvió para destacar que la buena relación con Hugo Chávez, a quien no citó como sí hizo con Lula, “no es una cuestión de simpatías personales o amiguismos personales, sino un ejercicio de racionalidad para integrar y cerrar la ecuación energética de América Latina”, dijo.
En 2009, ya pasada la crisis por la 125, la Asamblea Legislativa volvió a reunir a Cristina Kirchner con su vice, Julio Cobos. Fue la primera vez tras el “voto no positivo”: no se miraron y solo se apretaron dos veces las manos.
Un dato de esa ceremonia: la presidenta se olvidó de inaugurar formalmente las sesiones ordinarias. Pasa en todas las familias: también le ocurrió a Alberto Fernández en 2022.
A MIlei, en cambio, no se le olvidó. Solo que luego de esa frase formal que, en rigor, pone fin a la alocución presidencial, quiso seguir con su discurso.
Para entonces Villarruel ya daba por finalizada la sesión, lo que derivó en un cruce tenso entre ambos: “No te apures, no terminé”, le reprochó MIlei. Apenas una muestra de la nula relación que los une, un año y tres meses después de haber llegado juntos a la Presidencia.
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