Patricio Dobal
Un instituto de Rosario logró producir en laboratorio ácido hialurónico con un método 15 veces más barato que el tradicional y ahora se asoció a una empresa de Santa Fe para escalar fabricación.
Patricio Dobal
La posibilidad de desarrollar en territorio santafesino y a escala industrial un producto altamente demandado por el rubro cosmético parece estar a la vuelta de la esquina. Se trata del ácido hialurónico, elemento que permite desarrollar colágeno, retiene el agua y es materia de relleno cutáneo, entre otros usos, y que ahora consiguieron producirlo en Rosario a un costo 15 veces menor que por los mecanismos tradicionales.
Detrás del hito está Instituto de Procesos Biotecnológicos y Químicos de Rosario (Iprobyq) que tiene doble dependencia: por un lado se encuentra bajo el paraguas del Conicet, pero también de la Facultad de Ciencias Bioquímicas y Farmacéuticas de la UNiversidad Nacional de Rosario (UNR).
Ese instituto es el que logró un mecanismo biotecnológico para tener ácido hialurónico sin impacto ambiental. “Los métodos tradicionales se valen de ojos de peces, crestas de gallo y otros microorganismos que son patógenos para la producción industrial. En nuestro caso, creamos un proceso súper limpio: modificamos la bacteria gras (general regarding as safe), que se usa para alimentación animal y humana, y logramos que genere enormes cantidades de ácido hialurónico”, explicó el bioquímico Hugo Menzella, director del Iprobyq.
Lo cierto es que tras concretar la producción en escala laboratorio en fermentadores de 15 litros, el instituto ahora está a punto de dar un paso clave en asociación con la firma biotecnológica Diagramma, con sede en Santa Fe. “El plan es desarrollar y validar a una planta piloto de 500 litros que nos permita levantar una inversión más voluminosa para hacer la planta de producción industrial que estimamos estará liderada por una sociedad constituida por los investigadores del Iprobyq a cargo del proyecto y los accionistas de Diagramma que pusieron gran parte del fondeo para concretar el escalado”, indicó Menzella.
La planta piloto en cuestión estará instalada en la sede del Iprobyq, que está próxima a inaugurarse en MItre al 1900 de Rosario, sobre un edificio que fue alquilado por el Conicet y equipado en gran medida por aportes del Gobierno de Santa Fe. “Fichamos fondeo estratégico para hacer el escalado de ácido hialurónico y lo más importante es que todos los equipos que demanda ese proceso van a quedar en el instituto”, sumó el profesional.
El hito biotecnológico se concretó en colaboración con científicos europeos. “Por un lado, profesionales de la Universidad Autónoma de Madrid, que aportó la cepa salvaje que nosotros modificamos; por el otro, la Universidad de Grenoble, en Francia, que se ocupó del control de calidad del ácido producido en el laboratorio”, compartió Menzella.
“Estamos planificando poder tener la planta piloto montada a partir de enero. Por un lado, logramos un aporte de $ 3 millones de la Agencia Santafesina de Ciencia, Tecnología e Innovación (Asactei), que obligó a Diagramma a un aporte similar. Pero lo cierto es que la firma privada se interesó tanto en el programa que garantizó unos $ 50 millones para potenciar el escalado en las instalaciones del Iprobyq con el compromiso de integrar la futura empresa que genere el ácido hialurónico en forma industrial”, explicó Menzella.
Por eso la estrategia va más allá de la producción experimental de 500 litros. “Tenemos un método de producción más barato respecto de la oferta que hay en el mercado, hay interés privado en invertir, por lo que estamos seguros de la oportunidad industrial que tiene el ácido hialurónico producido mediante biotecnología. Es posible que en dos años podamos tener una nueva empresa de base tecnológica con una planta modelo única en el país, a eso apostamos”, puntualizó el titular del Iprobyq.
Del Instituto de Procesos Biotecnológicos y Químicos de Rosario nacieron varias empresas que ya suman recorrido en el mundo de los negocios biotecnológicos. Uno de los casos es el de la firma Keclon, que acaba de cortar cintas de una planta industrial en San Lorenzo y que fundó el propio Menzella. “Lo llamativo del caso es que el instituto nació en 2014 y dejó de operar en 2019, cuando nos quedamos sin espacio de trabajo. Así y todo fue el germen para constituir nuevas compañías. Ahora estamos muy entusiasmados para retomar las actividades ya que cuando nos pongamos en marcha estaremos en condiciones de activar en simultáneo 15 proyectos que podrían derivar en casos de éxito vinculados a procesos biotecnológicos”.