Ignacio Pellizzón | [email protected]
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Fue en 1984 cuando Sergio Lupo se metió de lleno en la lucha contra el VIH. Hoy, 36 años después de haber comenzado a transitar un sueño arduo y sinuoso, puede contar públicamente que hay una chance seria de culminar definitivamente con una de las pandemias más silenciosas y peligrosas del mundo, que en Argentina se carga 1.500 víctimas anuales y que solamente en Rosario la padecen entre seis mil y siete mil personas.
Hace casi cuarenta años, el actual jefe del Servicio de Clínica Médica del Hospital Centenario y director médico del instituto Caici, tomó la decisión de asistir a los primeros pacientes con distintos estudios clínicos. Contó a El Litoral que primero comenzó con drogas contra las infecciones oportunistas que afectaban a los pacientes y, luego, con el inicio de la década de los ’90, siguió con las primeras drogas antirretrovirales, investigaciones que continúan hasta la fecha.
El estigma y la discriminación por estar contagiado –según relata Lupo- disminuyeron, pero “no desaparecieron”. “La mayoría de los pacientes prefieren no hacer conocer su condición de infectados salvo en un circuito muy íntimo y a veces ni eso”, explicó.
Más del 98% de las infecciones de Sida se producen por vía sexual, por relaciones sexuales sin prevención. La tasa de infección del VIH creció en Argentina un 2% entre 2000 y 2018, lo que indica que la pandemia sigue un desarrollo creciente.
La ciudad de Rosario “no escapa a los grandes conglomerados urbanos y a pesar que vamos aumentando el número de pacientes diagnosticados y tratados (con carga viral indetectable no se produce transmisión del virus) se siguen generando nuevas infecciones”, aclaró el jefe del Servicio de Clínica Médica del Hospital Centenario.
Se estima que en la provincia de Santa Fe aproximadamente 11.500 personas viven con VIH/Sida, de las cuales 6.800 son de Rosario, mientras que a nivel nacional el número ronda los 140.000. Además, cerca de tres mil personas reciben en el sistema de Salud Pública de Rosario sus tratamientos antirretrovirales provistos desde el nivel nacional.
En cuanto a la trasmisión vertical (madre-hijo/hija) en los últimos tres años fue de 0,3%, la más baja del país en un trienio. A este fin, la secretaría de Salud Pública testea a aproximadamente las dos terceras partes de las parejas de las mujeres embarazadas que se atienden en la Red de Salud, liderando esta estrategia y ratificando la relevancia de incluir a los varones y mujeres en pareja con las embarazadas en esta línea de acción.
Tras cuatro décadas de investigación, el equipo del instituto Caici –que lidera Sergio Lupo- está muy entusiasmado. Es que el sueño de producir una vacuna que pueda, de una vez y para siempre, terminar la pandemia, está tan cerca que casi la pueden palpar. En tan solo tres años podrán verificar la eficacia de la nueva vacuna que están desarrollando.
El proyecto del inyectable para el VIH, denominado ‘Mosaico’, comenzó en el instituto hace alrededor de tres años, siendo un trabajo conjunto con los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos, la Red de Ensayos de Vacunas contra el VIH (HVTN), centros de investigación de América y Europa y el laboratorio Janssen, una filial de Johnson & Johnson.
Si bien la otra pandemia, la del coronavirus, irrumpió con el normal procedimiento, finalmente pudieron volver al ruedo hace un mes para comenzar el ensayo vacunando a los primeros voluntarios. La vacuna es preventiva y está destinada para personas VIH negativas que estén en alto riesgo de adquirir el virus. El estudio se encuentra en fase III y tiene previsto incluir a 3.800 voluntarios, de los cuales 400 serán en Argentina.
De la manera más sencilla posible, Sergio Lupo detalló que la vacuna está compuesta por “proteínas recombinantes sintéticas que simulan ser componentes del propio virus que utilizan como vector para la entrada al organismo de un adenovirus 26 atenuado, que activan el sistema inmunológico del organismo para generar una respuesta inmune humoral y celular que proteja al organismo de la adquisición del virus. Las proteínas recombinantes como el adenovirus no producen ningún tipo de infección”.
El coordinador del Programa Municipal de Sida (Promusida), Damián Lavarello, reveló que entre seis mil y siete mil rosarinos viven con VIH. En el marco de las pruebas de la vacuna, por el Día Mundial de la lucha contra el Sida, que comenzaron este jueves en la ciudad, el profesional indicó que por año fallecen entre 15 y 20 personas en la ciudad a causa de la enfermedad.
Pese al preocupante índice, Lupo admite que el sistema sanitario local está preparado. “En todos los hospitales públicos e instituciones privadas hay recursos humanos bien formados, accesibilidad al diagnóstico y disponibilidad de drogas antiretrovirales”.
“La debilidad del sistema reside en la falta de búsqueda de las personas que no tienen diagnóstico o han abandonado su tratamiento. Es inconcebible que en nuestro país mueran todavía 1500 pacientes por año”, se lamentó.
Por eso, afirma que la nueva vacuna sería un gran instrumento de prevención que se sumaría a los ya conocidos y probados. Ayudaría a terminar la pandemia del VIH que ya lleva cuatro casi décadas. Si bien es imposible conocer qué costo podría tener la vacuna, Lupo estima que sería gratuita, sobre todo para las poblaciones más vulnerables.
El estudio de la vacuna, un emprendimiento público-privado, está patrocinado por los institutos de salud de Estados Unidos y la red de ensayos en vacunas contra el VIH. La vacuna que se prueba es la de Janssen, una compañía farmacéutica de Johnson & Johnson.
La investigación concluirá en 2023, porque en el primer año se vacuna a los voluntarios y, luego, hay dos años de seguimiento. En total son al alrededor de diez personas de Rosario que vienen trabajando en el tema. De hecho, la labor es tan local que no se derivan muestras y todos los estudios se realizan en la ciudad. Los profesionales tuvieron un entrenamiento especial para poder llevar a cabo esta tarea y hay equipamiento especial también.
Sobre las características del estudio, Lupo explicó: "Se basa en hombres cisgénero VIH negativos y personas transgénero que hayan tenido relaciones sexuales con hombres cisgénero y/o personas transgénero y que, por sus prácticas sexuales, se encuentren expuestos al virus".
"Es un estudio de fase III para demostrar la eficacia de la vacuna contra el VIH en personas con riesgo aumentado a adquirir el virus. Se incluirán 3.800 voluntarios en 58 centros de distintos países del mundo. En Argentina se realizará en nuestro centro de investigación en Rosario y en tres centros de la Ciudad de Buenos Aires", agregó.
Con respecto a la vacuna contra el VIH, el investigador contó que se constituye por "proteínas recombinantes sintéticas similares a algunas fracciones del virus, que se insertan en un adenovirus 26 atenuado para entrar al organismo sin riesgo de infección y generar respuesta humoral y celular contra el verdadero virus. Los estudios en monos han probado eficacia y en seres humanos respuesta inmunológica y seguridad. Falta la demostración de la eficacia en este estudio y en otro que se está desarrollando en África, para definitivamente tener una vacuna contra el VIH".
Entre los objetivos del estudio, Lupo indicó que se busca evaluar "la eficacia de la vacuna, sobre todo la prevención estándar versus la prevención estándar sin vacuna. Queremos que todas las personas se cuiden y queremos ver si la vacuna, a todos los cuidados que se conocen, le agrega un elemento más".
En cuanto a los requisitos para presentarse como voluntario, detalló: "Los voluntarios deben haber tenido, en los últimos seis meses, sexo anal o vaginal receptivo sin preservativo, enfermedades de transmisión sexual, uso de drogas estimulantes o haber tenidos cinco o más parejas sexuales con las que haya tenido relaciones de riesgo, siendo VIH negativo".
"Se probará la eficacia por la constitución de la vacuna, que podría utilizarse a nivel universal ya que las moléculas con las que está constituida tienen todos los subtipos del virus", explicó el médico.
En cuanto a los estudios, Lupo contó que estaban planeados para que comenzaran en marzo de 2020, pero que la pandemia de coronavirus puso todo en pausa hasta ahora. "Diría que se retrasaron otros proyectos, como los tratamientos con nuevos anticuerpos monoclonales para el VIH o con drogas de nueva generación de larga acción para facilitar la adherencia a los pacientes. Pero por suerte estos están pronto a implementarse", añadió.
Con respecto a los eventuales cambios en el tratamiento de los pacientes, Lupo comentó: "La pandemia generó nuevas estrategias para que los pacientes no abandonen las consultas y sus tratamientos. Por ejemplo, en el hospital Centenario, al comienzo de la pandemia, comenzamos a dar tratamientos para varios meses o generar la posibilidad que el retiro de los medicamentos lo pudieran hacer amigos o familiares del paciente con una simple tarjeta con su código y los datos de la medicación".
"A nivel de obras sociales y medicina prepaga se aceptaron recetas por medios online y tele consultas, y se evitaron posibles abandonos. Por supuesto que hubo excepciones pero el Programa Nacional y el Provincial de Retrovirus reconocieron esas situaciones y se hicieron cargo se la solución de estos casos. Cuando la epidemia entre en una fase de mitigación tendremos mayor información sobre personas que posiblemente quedaron fuera del sistema", anticipó.