Uno de los ex seminaristas presuntamente abusados por un cura en la ciudad entrerriana de Paraná se presentó espontáneamente en los tribunales locales para ratificar las denuncias sobre Justo José Ilarraz, cuyo paradero continúa siendo un misterio luego de ausentarse de la localidad tucumana de Monteros, donde ejercía funciones pastorales.
Fuentes tribunalicias confirmaron hoy a Télam que el testimonio lo brindó un hombre que en la actualidad tiene 33 años y es oriundo de una localidad rural cercana a la capital provincial.
Según lo anticipado, el joven, cuya identidad se preserva por razones legales, afirmó anoche ante el fiscal de Cámara, Rafael Cotorruelo, haber sido abusado por el sacerdote, durante una declaración de más de dos horas de duración.
La investigación contra el cura la inició de oficio el procurador general de Entre Ríos, Jorge Amílcar García, y ahora, tras este primer testimonio, se espera que en las próximas horas se presenten otras presuntas víctimas del cura acusado de los abusos.
También se aguarda en la justicia que el Arzobispado de Paraná remita la copia del juicio diocesano iniciado en 1992 por las autoridades eclesiásticas locales contra el sacerdote Ilarraz y mantenido en absoluto secreto hasta ahora.
La investigación diocesana la realizaron en aquel entonces los curas Silvio Fariña, que es abogado e integrante del Tribunal Diocesano con sede en Santa Fe, y Alfonso Frank, actual vicario general de la diócesis de Concordia.
Voceros judiciales reconocieron hoy a Télam que la reforma del Código Penal a partir de la sanción de la denominada Ley Piazza, impulsada por el modisto Roberto Piazza, amplió los plazos de prescripción de los delitos vinculados con la integridad sexual de los menores de edad, que recién comienza a regir cuando la víctima cumple 18 años.
Ilarraz está acusado de haber abusado de por lo menos 50 niños de entre 12 y 14 años en el Seminario Menor de Paraná entre 1984 y 1992.
El procurador García, que decidió actuar de oficio en el caso, luego de que la iglesia mantuviera en secreto durante décadas lo ocurrido, insistió en que “lo mejor que puede hacer (el cura) es ponerse a disposición de la justicia“.
La confesión
“En el extenso testimonio, el joven que declaró reconoció que Ilarraz siempre utilizaba el mismo mecanismo para su esquema perverso, al ir observando las personalidades de cada uno de los chicos; sus angustias y ansiedades, para ir acercándose y darles ‘su amor’‘, publica hoy Análisis Digital. “Así también se ratificó que cada noche, cuando se apagaban las luces del pabellón del Seminario, el cura esperaba unos minutos y comenzaba a caminar por entre las camas de los chicos. Y cuando escuchaba algún lloriqueo silencioso se aproximaba, se sentaba a su lado, les acariciaba la cabeza y la mayoría de las veces terminaba ingresando a sus camas para consolarlos. Ese consuelo significaba mimarlo, tocarlo y besarlo en la boca. Y cumplía con un mecanismo: casi todas las noches se llevaba a su habitación al chico más angustiado, para que se quedara a dormir con él y al otro día lo devolvía a su actividad normal”, continúa el relato publicado por Análisis (ver relato completo, según publica hoy el semanario entrerriano).
(Télam | Análisis Digital)