" – Vos viste que ella es perfecta – me dijo la mamá de Matilda, henchida de orgullo – otra vez rindió los finales de la Academia de Inglés con 10 y, como ya sabés, portará la bandera argentina todo el año que viene porque, obviamente, nadie la superará en promedio. Ahhhh… y obtuvo una mención de honor en patín y la premiaron en ritmos latinos. ¡Está feliz! – Graciela arqueó las cejas, agrandando los ojos mientras esgrimía una enorme sonrisa – Hace honor al nombre que le pusimos – Hice un gesto de pregunta, pero no alcancé a hablar – El papá y yo elegimos el nombre después de ver 'Matilda', esa película del '97, porque queríamos que nuestra hija fuera inteligente y extraordinaria como esa nena. Y no nos equivocamos. Matilda es lo más de la vida misma y lo mejor de la nuestra.
Mientras la escuchaba no pude evitar pensar en el engreimiento, la soberbia, la pedantería, la deshonestidad, el egoísmo, la carencia de empatía y el descompromiso social que también caracterizaban a Matilda y que estos papás no eran capaces de ver…"
Tal y como sucede con los de Matilda, hay padres que sobrevaloran a los hijos, poniendo la mirada sólo en sus cualidades, exagerándolas, mientras minimizan o directamente niegan los defectos o aquellas características que no son precisamente positivas. Esta actitud, que surge de un lugar de supuesto amor, lejos de resultar beneficiosa para el hijo puede tener consecuencias inesperadas y perjudiciales para su desarrollo.
Mirá tambiénTotal no me gustaA veces sucede que los padres ven en sus hijos la oportunidad de cumplir sus propios sueños y deseos no realizados, lo que los lleva a idealizarlos. En otros casos, al sobrevalorar a los hijos los padres pueden estar intentando protegerlos de la decepción y del dolor que podría causarles el fracaso. Por otra parte, al establecer expectativas demasiado altas, pueden generar una presión constante sobre sus hijos, lo que puede conducirlos al estrés, la ansiedad y hasta a la depresión. Ser sobrevalorados tarde o temprano resulta negativo para los hijos, pudiendo conducirlos a actitudes y conductas pedantes, altaneras y soberbias, o a la frustración por tener que hacer un tedioso esfuerzo para sostener ante la familia cualidades que les resultan pesadas.
Los niños sobrevalorados pueden tener dificultades para aceptar la crítica y el fracaso, ya que no están acostumbrados a enfrentarse a situaciones en las que no sean perfectos. Irónicamente, sentir una presión constante por mantener una imagen idealizada de sí mismos puede llevarlos a la ansiedad y hasta a la depresión.. Es común que presenten problemas para relacionarse con sus pares, ya que pueden percibir a los demás como inferiores o como una amenaza para su propia imagen. La sobrevaloración constante contribuye al desarrollo de un sentido exagerado de importancia propia y una falta de empatía hacia los demás.
Mirá tambiénPero ellos nos buscaronIndiscutiblemente la sobrevaloración no es algo bueno para el desarrollo de una persona, por lo tanto, a la hora de educar a los hijos, es importante reconocer sus logros pero también señalar sus errores de manera respetuosa y constructiva, así como también permitir que los niños cometan errores y aprendan de ellos. Es fundamental enseñar a los niños acerca de la empatía, aprendiendo a ponerse en el lugar de los demás y a valorar las diferencias individuales. Crecer creyendo que son perfectos no los prepara adecuadamente para enfrentar los desafíos y las críticas de la vida real. A largo plazo, esta actitud puede llevar a una baja autoestima, ya que pueden sentir una presión constante por mantener una imagen idealizada de sí mismos y eso resulta profundamente destructivo
Cada niño es único y tiene sus propios talentos y habilidades. Es importante reconocer y valorar estas diferencias, ayudándolos a desarrollar una autoestima saludable y a sentirse bien consigo mismos, independientemente de sus logros. Enfatizar el valor del esfuerzo y la perseverancia, más que los resultados finales les permite desarrollar la capacidad de superar los desafíos y las dificultades.
Querer lo mejor para los hijos es un instinto natural. Sin embargo, al buscar la "extraordinariedad", se puede estar poniendo una presión innecesaria sobre ellos y limitando su potencial. En lugar de centrarse en un ideal de perfección, es preciso fomentar el desarrollo integral, aceptando las fortalezas y debilidades, ayudándolos a convertirse en personas sanas y felices.
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