Si las matemáticas gobiernan el mundo y los resultados al fútbol, no se puede subestimar en absoluto lo que consiguió Unión. Ganarle a Gimnasia –con Maradona en el banco- en su propia cancha, va más allá de las extremas limitaciones y la exigencia casi límite que tiene el rival. En todo caso, lo que hizo Unión fue aprovechar la contingencia y jugar con esa desesperación que se hace visible y notoria. Y así resultan las extremas limitaciones de un equipo muy pobre y que difícilmente pueda tener arreglo por más Maradona que haya en el banco. Porque, en todo caso, lo primero que deben entender en Gimnasia es que Maradona hacía milagros adentro de la cancha y jugando. Hoy no entra más a un campo de juego y por más influjo anímico que tenga desde afuera, con eso no alcanza si los propios jugadores no lo ayudan.
Ese fue el cuadro de situación que pensó Madelón. ¿Jugó bien Unión?, no. El partido fue flojito, discreto, impreciso, de escaso vuelo porque los dos ayudaron. Gimnasia con sus limitaciones y desesperación; Unión, porque no hubo demasiada preocupación por forzar nada. Orden defensivo –eso fue lo mejor-, algunos pasajes interesantes (sobre todo el final del primer tiempo y algo del segundo) y la capacidad para definir el partido sin desaprovechar oportunidades, las que tampoco abundaron.
El partido iba derechito al 0 a 0. Era así, por más que los méritos de Unión se puedan encontrar en esa mayor seguridad defensiva y en cierta contundencia u oportunismo para aprovechar lo poquito que se creó como jugada de gol frente al arco rival. Pero fue el partido que se pensó, que se planificó y que se esperó. La actuación no fue agradable a la vista, no llenó los ojos, no dejó mucho para el entusiasmo. Fue eso, el resultado, ganar en un fútbol exitista, cumplir con el mandato de aprovecharse del más débil y de hacer lo suficiente para ganarle. Eso solo nomás, lo justo y necesario.
Si Carabajal y Acevedo no andan bien con la pelota, Unión pierde solvencia y volumen en su juego. Y no anduvieron bien. Sus imprecisiones y la falta de gravitación se notaron. Si algo se rescata, fue la manera en la que el equipo supo progresar por el sector derecho, aprovechando ciertas libertades de Matías García (de lo mejorcito de Gimnasia pero manejando la pelota, no marcando ni retrocediendo para achicar espacios) y los problemas tremendos que tuvo Licht. Allí, tanto Martínez como Bonifacio se animaron. Pero Unión tenía al jugador claro y dominante en la búsqueda de un respaldo de juego en el mediocampo tirado por el otro lado. Es decir, la jugada se intentaba armar por el sector de Carabajal, pero allí no había ni profundidad ni tampoco las mismas chances de progresar como existían por el otro costado.
Esa sola es la razón por la que el jugador más peligroso de Unión no fue ni Carabajal, ni Bou ni Mazzola, sino Ezequiel Bonifacio. Había tenido una chance en el primer tiempo, más allá de sus desbordes por afuera (que tampoco fueron muchos, pero que ayudaron) y antes del gol, también tuvo una jugada parecida en la que por fin apareció esa capacidad de Acevedo para meter una pelota filtrada que el ex volante de Gimnasia elevó por encima del travesaño.
Unión tuvo, en esencia, dos pasajes para rescatar: el final del primer tiempo (unos quince minutos) y un pasaje intermedio del segundo tiempo hasta el gol de Bonifacio. Fueron alrededor de 30 o 35 minutos en los que trató de poner la pelota contra el piso y no desesperarse en la búsqueda del arco rival. Fue el mejor antídoto contra la imprecisión que por momentos resultó exasperante en algunos de sus jugadores, sobre todo en los que tienen claras exigencias de manejo de pelota.
No le demandó demasiado esfuerzo la reconstrucción del equipo a Madelón. Contra Gimnasia no tuvo la misma intensidad del clásico. Jugó a la medida de las circunstancias, hasta con la sapiencia de saber que el tiempo le podía jugar a favor y que enfrente no había un rival lúcido ni en condiciones de comprometer por jerarquía ni potencial. Unión podría haber demostrado lo mejor que es, podría haber marcado mayores diferencias en lo futbolístico y podría haber jugado mejor. Se adaptó al partido. Quizás haya sido la reacción ante la imposibilidad –o impotencia- de no poder desarrollar lo que está en condiciones. Todavía hay cuestiones de funcionamiento que se tienen que aceitar. Se va entendiendo de a poco el tándem Bonifacio-Martínez por derecha, por más que no siempre eligen el mejor final para la jugada; hay que insistir en la sociedad que pueden armar los que tienen buen manejo de pelota y también se necesita que los delanteros completen adentro del área lo que insinúan y están en condiciones de aportar afuera de la misma.
El mejor síntoma es que en los cuatro partidos de esta seguidilla, apenas le convirtieron un gol y por un error individual. La defensa está intacta y recuperó la solidez de los buenos tiempos. Llevan mucho tiempo juntos y es el lugar de la cancha en la que menos se nota el espacio que dejaron los que ya no están. Ayer, el orden y la solidez defensiva fueron clave para que, con un poquito de oportunismo, se pueda ganar el partido.