Carlo Carrà: de la velocidad futurista al enigma metafísico
Primero se plegó al futurismo. En la Primera Guerra Mundial conoció a De Chirico y pasó a un período metafísico. Fue un rebelde que no temió abandonar un movimiento para abordar nuevas formas de expresión.
“Las nadadoras” de Carlos Carrá. Foto: Carnegie Museum of Art
“No olvidemos que nosotros actuamos sólo con líneas, con superficies, con cuerpos, con espacios divisibles y con todas las figuras de la geometría; y que estas cosas reducidas a fenómeno físico y visivo son nuestras imágenes, que nosotros elevamos para producir un hecho artístico”. Lo afirmó el artista Carlo Carrà en su texto “Sobre el placer artístico”.
Colección Mattioli
¿Quién era Carrà ? Un pintor italiano que figuró entre los creadores que contribuyeron a formar el movimiento futurista y la pintura metafísica. Nació en Quargnento, Italia, el 11 de febrero de 1881 y su vida fue un viaje entre diferentes estilos y corrientes artísticas.
Comenzó su carrera como pintor de murales a los 12 años, lo cual le permitió adquirir conocimientos que luego perfeccionó a través de estudios formales.
Colección particular
En 1899 viajó a París para decorar pabellones para la Exposición Universal. Así, conoció de primera mano las corrientes artísticas emergentes que dominaban Europa por entonces. Posteriormente pasó tiempo en Londres antes de regresar a Milán.
Necesidad de cambios
El estilo inicial de Carrà se caracterizó por su adhesión al movimiento futurista. Con artistas como Umberto Boccioni y Gino Severini, Giacomo Balla y Luigi Russolo se introdujo en conceptos como el dinamismo y la representación del movimiento con formas distorsionadas y colores brillantes.
Národní Galerie
Este período fue marcado por una intensa energía creativa: intentaba transmitir sensaciones dinámicas propias del mundo moderno industrializado.
Como señaló Blanca Uría Prado en “El arte sale al encuentro de la vida”, “otra vez se proclama la decadencia y muerte del arte anterior y de nuevo la necesidad de libertad, de cambio. Los futuristas comenzaron renegando del arte del pasado y terminaron renegando de su identidad anterior”.
Colección Jesi
La obra más famosa de Carrà durante este período es “El funeral del anarquista Galli” (1911), reflejo de su compromiso político inicial con el anarquismo y de su fascinación por la energía del futurismo.
Nuevas búsquedas
Tras conocer a Giorgio De Chirico durante la Primera Guerra Mundial, Carrà pasó a una fase metafísica caracterizada por espacios inusuales y objetos suspendidos en atmósferas irreales e introspectivas.
Museo de Arte Moderno de Nueva York
Miguel Calvo Santos sostiene que “a partir de este momento desarrolla una idea de realidad mágica y clásica al mismo tiempo. Su radicalismo decreció y empezó una etapa mucho más ‘moderada’, tomando cosas de los clásicos a los que había rechazado años antes”.
Aunque nunca abandonó completamente estos movimientos artísticos anteriores, sus obras posteriores mostraron un interés creciente por temas clásicos así como una búsqueda constante hacia nuevas formas expresivas.
Colección Giovanardi
En esta etapa metafísica aparecen obras que revelan cómo Carrá continuamente iba hacia nuevos horizontes creativos sin perder contacto con sus raíces intelectuales previas.
Sus principales obras
Entre las obras más relevantes del artista figura “El funeral del anarquista Galli” (1911), que muestra la tensión social y política de la época a través del enfrentamiento entre la policía y los manifestantes en el funeral de un anarquista.
Art Institute of Chicago
Otra obra futurista, en la que Carrà aborda el movimiento mediante la superposición de figuras es “Caballo y jinete” de 1913. Inspirado en la vida moderna, el cuadro presenta una fragmentación visual que transmite velocidad y energía.
También vale la pena mencionar “La musa metafísica” (1917), una de sus obras más representativas dentro de la pintura metafísica. En ella, Carrà presenta una figura enigmática con un rostro de maniquí, rodeada de elementos arquitectónicos y geométricos.
Societá di Navigazione Garibaldi
“El hijo del constructor” (1922), da testimonio de su transición a un estilo más clásico y realista, influenciado por el arte renacentista italiano.
En Buenos Aires
El Museo Nacional de Bellas Artes de la ciudad de Buenos Aires, conserva una obra de Carlo Carrà, que corresponde al año 1927, una época en la cual el artista se había interesado por los paisajes. Se trata de “La casa roja”.
Museo Nacional de Bellas Artes
En la obra, según la especialista Diana B. Wechsler, “las líneas severas, rectas siempre, delimitan planos, y estos a su vez en sus intersecciones construyen volúmenes que, por superposición, penetran en la superficie de la tela y generan el espacio de un inquietante y silencioso paisaje, visto desde el alféizar de una ventana, fuertemente iluminado, en donde el artista coloca tres objetos, un jarrón, un papel y un cubo”.
Carrà -continúa Wechsler- “señala desde ellos la frontera entre el adentro y el afuera. Luego “la casa roja”, que domina el cercano panorama que describe la obra en lo que es casi un último plano de clausura del estrecho espacio que nos propone recorrer con la mirada. Espacio sencillo y limitado, donde la luz disputa su lugar con la oscuridad”.
Archivo
Influjo artístico
El papel de Carrà dentro del futurismo fue clave para consolidar un lenguaje visual dinámico basado en la velocidad, el movimiento y la modernidad, que inspiró a los experimentadores de la vanguardia.
Archivo
Su transición a la pintura metafísica marcó un giro hacia lo onírico y lo simbólico, un puente entre las tendencias futuristas y el surrealismo, que más tarde influiría en Salvador Dalí y René Magritte.
Kunsthaus
En las generaciones posteriores, su influencia se manifestó tanto en la pintura italiana como en el diseño y la ilustración. Sus búsquedas dentro del espacio pictórico y la atmósfera enigmática con la cual dotó a los objetos cotidianos, fueron retomadas por los movimientos neorrealistas y conceptualistas.
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