El 27 de febrero de 1863 se produjo el nacimiento de Joaquín Sorolla, uno de los pintores españoles más influyentes del impresionismo, conocido como el “maestro de la luz”.
El maestro del impresionismo español convirtió un simple paseo veraniego en una obra maestra de luz y movimiento, que hoy se resguarda en el museo que lleva su nombre.
El 27 de febrero de 1863 se produjo el nacimiento de Joaquín Sorolla, uno de los pintores españoles más influyentes del impresionismo, conocido como el “maestro de la luz”.
En efecto, el artista afirmó una vez que “la luz es la vida de todo lo que toca; así que cuanta más luz haya en la pintura, más vida, más verdad, más belleza tendrá”.
Sorolla logró asimilar en sus obras, con precisión, los reflejos, brillos y tonalidades de la costa mediterránea. El mar y la vida cotidiana en la costa fueron ejes centrales en sus trabajos.
Su obra más emblemática es "Paseo a orillas del mar". La pintó en 1909, cuando estaba en la cúspide de su carrera. Ese año expuso en Nueva York, donde vendió más de 50 cuadros en menos de un mes.
El estilo de Sorolla se inscribe en el impresionismo y el luminismo, con influencias de Velázquez y de los pintores franceses del siglo XIX.
Su temática se centró en escenas costumbristas, paisajes y retratos, pero su gran obsesión fue el mar: desde su juventud abordó la relación entre la luz y el agua.
En ese contexto se ubica “Paseo a orillas del mar”, una pintura que “respira” luz y movimiento. En ella, el valenciano logra plasmar el instante en que su esposa Clotilde y su hija María caminan por la arena.
Bruno Ruiz-Nicoli señala que “al contemplar la obra surge una inmediata afinidad con lo fotográfico. María, que camina en primer lugar, mira al observador como si se hubiese detenido ante una cámara”.
“El encuadre desplaza las figuras hacia la mitad superior, omitiendo el horizonte. El sombrero de Clotilde se ha cortado como si excediese los límites del objetivo”, añade.
Matilde Soria coincide en este punto: “la pintura está realizada en un suave picado. Es decir, el punto de vista se sitúa en la parte superior de la escena, por encima de los personajes”.
“La composición es atípica de la pintura y más propia de la fotografía. Sorolla elimina el horizonte e incluso corta parte de la cabeza de su mujer”, agrega.
La obra intenta mostrar la fluidez del movimiento. Los vestidos de las mujeres se elevan con la brisa y las sombras se proyectan apenas sobre la arena. Sorolla transmite fugacidad.
Como señala Miguel Calvo Santos, “no es casualidad que el cuadro nos recuerde a uno de esos anuncios de rebajas veraniegas de los grandes almacenes. Todas las revistas de moda, la publicidad y la fotografía comercial copian descaradamente una y otra vez este ícono para transmitir frescura, verano, elegancia y playita”.
La gama de colores incluye blancos, cremas y azules, con notas de rosa y amarillo en la piel de las figuras. El uso del color blanco no es casual: Sorolla lo usa para reflejar la luz y multiplicar su efecto.
Sara Joudi, responsable de la Galería Shiras de Valencia, expresó que Sorolla “decide eliminar el horizonte del agua para dar un mayor protagonismo a los personajes y crear así en el espectador una sensación de poder disfrutar de la brisa del mar”.
La obra forma parte de la colección del Museo Sorolla, en Madrid, que conserva muchas de sus pinturas y objetos personales.
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