Los miércoles de febrero a las 20.30 y con entrada libre y gratuita, el Mercado Progreso (Balcarce 1635), continúa el ciclo “Cine bajo las estrellas”. En ese marco, el 19 de febrero se proyectará “Dr. Insólito”, de Stanley Kubrick.
En 1964, con el miedo a la guerra nuclear en su punto más alto, el director Stanley Kubrick hizo lo impensado: una película satírica. Se proyecta el 19 de febrero en el ciclo “Cine bajo las estrellas”.
Los miércoles de febrero a las 20.30 y con entrada libre y gratuita, el Mercado Progreso (Balcarce 1635), continúa el ciclo “Cine bajo las estrellas”. En ese marco, el 19 de febrero se proyectará “Dr. Insólito”, de Stanley Kubrick.
“¡Caballeros, no pueden pelear aquí! ¡Este es el departamento de Guerra!”. Esta frase, una de las más conocidas de la película de 1964, es la que mejor sintetiza su tono general.
Kubrick ya había demostrado su maestría en distintos géneros antes de lanzarse al humor negro: tras el cine negro (“Casta de malditos”, 1956), la guerra (“Senderos de gloria”, 1957) y el drama histórico (“Espartaco”, 1960), en 1962 sorprendió con la provocativa “Lolita”.
Sin embargo, su interés por la creciente tensión geopolítica lo llevó a adaptar la novela “Red Alert” de Peter George. Y logró convertir un oscuro thriller bélico en una comedia negrísima sobre la aniquilación mundial. Que al promediar los ‘60 no era algo imposible.
La película se estrenó en un momento de extrema tensión global. Dos años antes, la Crisis de los Misiles en Cuba había llevado al mundo al borde de una guerra nuclear.
Estados Unidos y la Unión Soviética acumulaban arsenales atómicos, y la doctrina de la destrucción mutua mantenía a la humanidad en vilo. Kubrick canalizó estos miedos a través del humor ácido. Mostró la locura de los sistemas de seguridad militar y la absurda lógica de la política nuclear.
El pilar de “Dr. Insólito” es Peter Sellers, quien interpreta tres papeles: el capitán Mandrake, el presidente Muffley y el siniestro Dr. Insólito.
La capacidad camaleónica del actor inglés y su técnica cómica sostienen la película. Sobresale, sin embargo, su encarnación del ex científico nazi “reconvertido” en asesor presidencial.
También hace un gran trabajo Sterling Hayden como el paranoico general Jack D. Ripper, cuyo miedo a la “fluorización del agua” lo lleva a desatar un ataque nuclear. Y George C. Scott, quien encarna al belicista general Buck Turgidson con una energía desbordante.
Con todo eso, Kubrick construye una de las comedias más devastadoras de la historia del cine, donde cada diálogo tiene filo, traducido en frases icónicas.
Uno de los momentos más inquietantes de “Dr. Insólito” es la lucha del personaje de Sellers que da título al film por controlar su propio brazo, que parece querer hacer el saludo nazi en contra de su voluntad.
Esa escena, cargada de simbolismo, encuentra un eco en la actualidad: durante la asunción de Donald Trump como presidente de Estados Unidos, el empresario Elon Musk fue captado realizando un gesto similar con su brazo, lo que desató un debate sobre su intencionalidad.
Este paralelismo entre la sátira de Kubrick y la política actual refuerza la idea de que la locura del poder no es patrimonio de la ficción.
Hoy, con tensiones entre potencias nucleares, discursos de líderes autoritarios y el avance de la inteligencia artificial en el ámbito militar, la absurda lógica de Dr. Insólito se siente real.
Su crítica a la burocracia militar, al belicismo descontrolado y a la fragilidad de los bienpensantes del mundo entero ante decisiones absurdas, tiene vigencia.
Cómo señaló la crítica Ángela Errigo: “Kubrick regresaría a la amenaza potencial de la dependencia a los ordenadores en ‘2001 Odisea del Espacio’, a la violencia institucional y política en ‘La naranja mecánica’, y a la locura surrealista y salvaje de la guerra en ‘Nacido para matar’, pero nunca nos hizo reír tanto en ninguna otra película”.
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