Queridos Amigos. ¿Cómo están? Espero que bien. El tiempo pasa volando. Ya falta muy poco para volver a la escuela, reiniciando la bella tarea educativa. Sin lugar a dudas, ir a la escuela es una inmensa alegría para los niños, adolescentes y jóvenes que "tanto les gusta estudiar", y por supuesto para los docentes y para la familia también.
En este contexto socio-económico-político de nuestra patria, tan cambiado y cambiante, la Palabra de Dios una vez más nos sale al encuentro.
En el centro están dos frases muy significativas que nos invitan a reflexionar. La primera nos dice: "Bendito el hombre que confía en el Señor y en él tiene puesta su confianza. Él es como un árbol plantado al borde de las aguas, no teme cuando llega el calor y su follaje se mantiene frondoso; no se inquieta en un año de sequía y nunca deja de dar fruto".
Y la segunda: "Maldito el hombre que confía en el hombre, mientras su corazón se aparta del Señor".
Esta última es una frase muy fuerte, muy chocante, pero si miramos bien, es profunda y verdadera. ¿Cuántas veces traicionamos a los demás, hasta a los propios amigos? ¿Cuántas veces pusimos nuestra confianza en el gobierno, en los líderes, dirigentes políticos, intendentes y gobernadores y nos decepcionamos?
La pregunta fundamental es: ¿En quién pongo o ponemos nuestra confianza? ¿En el Señor? No estoy seguro. Santiago Kovadloff, el filósofo y pensador argentino, en su libro "Las huellas del rencor", hace las siguientes afirmaciones:
* A mí me preocupa que en los últimos cuarenta años el protagonismo de las religiones, de la fe en Dios y la práctica del Decálogo vayan mermando tanto.
* A mí me preocupa que la enseñanza de Jesús, el Evangelio, tengan tan poca incidencia en la organización de nuestra vida familiar, social, económica y política.
* A mí me preocupa la actitud de indiferencia, de parte de muchos cristianos por lo que pasa en la sociedad.
A mí me preocupa también esta situación.
Por eso, gracias querido Santiago por decirnos lo que nos pasa. Se hacen marchas para defender "ideologías ajenas, extrañas, lejanas a la fe cristiana" y no veo que se salga para defender los valores del Evangelio, que se hagan marchas por una mejor educación. ¿No es esto extraño?
Lamentablemente, cada vez menos -me parece a mí- nuestra vida está arraigada en el Señor. Nos cortamos solos, tomamos a Dios al margen de nuestra vida, vivimos como si Dios no existiera. Y así nos va.
Como una rama cortada del árbol se seca, porque su vida depende de estar unida al árbol, lo mismo pasa con el ser humano. Cuanto más nos alejamos de Dios, más nos mueven los egoísmos propios del ser humano.
Nuestra historia argentina desde hace tiempo es un ejemplo explícito de todo ello. Tanta corrupción, tanta manipulación, tanto robo y tanto despilfarro del "Bien Común", se entiende solo desde esta perspectiva del alejamiento de los valores auténticamente humanos y cristianos. ¿Puede el hombre construir un mundo sin Dios? Sí, puede. Lo hace. Pero... ¿Qué mundo?
Entonces... ¿En quién pongo o ponemos nuestra confianza? Un día, la Madre Teresa de Calcuta hizo esta bella confesión: "Todo el mundo nos ve en las calles atendiendo a los moribundos. Nos felicitan y aplauden.
Sacan fotos (…) Pero todo esto, lo que hacemos, contando solo con las fuerzas humanas, sería imposible. Pocos saben que nosotras antes de salir a la calle, pasamos una hora ante el santísimo sacramento y cada día participamos en la eucaristía diaria, alimentándonos con Jesús a quien después servimos y atendemos en forma concreta (…)"
¡Qué bello! "Feliz el hombre que pone su confianza en el Señor". En estos días visité el cementerio de mi Congregación del Verbo Divino que tenemos al lado del Colegio San José de Esperanza. Ahí están descansando, pacientemente, mis cohermanos sacerdotes y religiosos que eran grandes maestros, personas entregadas a la causa del "Reino de Dios".
Estando ahí, me di cuenta de tres cosas que quiero compartir:
1) Nuestra vida es frágil, somos simples peregrinos. Vi nombres de muchas personas más joven que yo. Y me preguntaba: ¿Qué me cabe esperar, más allá de la fosa si Dios no existe? ¿Nada?
2) La historia no comienza con nosotros. La sociedad actual argentina no comenzó con el gobierno actual, ni con el anterior,... y menos mal.
3) Hoy, nos toca a nosotros escribir una historia nueva. ¿Cómo la queremos construir? ¿Haciendo referencia a los valores verdaderamente humanos, evangélicos o a las ideologías extrañas, ajenas, lejanas que algunos quieren imponernos?
Los invito a tomarnos unos minutos para reflexionar sobre ello. Que Dios nos bendiga.
Dejanos tu comentario
Los comentarios realizados son de exclusiva responsabilidad de sus autores y las consecuencias derivadas de ellos pueden ser pasibles de las sanciones legales que correspondan. Evitar comentarios ofensivos o que no respondan al tema abordado en la información.