Hacia la Navidad de 1836, a los 50 años de edad, Estanislao López era un hombre enfermo. Su campaña contra los indios del año anterior había apresurado el quebranto de su salud. Confesaba en carta a Juan Manuel de Rosas que su nueva designación como gobernador, por otro período de cuatro años, ponía en peligro su vida. No creía tener fuerzas para terminar el mandato. De Buenos Aires debía traer el mensajero las medicinas necesarias para contrarrestar el "terrible ataque" que había interrumpido "una mejora muy notable".
Preocupado por los informes que le llegaban de Santa Fe, Rosas decide enviar a esta ciudad al médico europeo Jaime Lepper. Nacido en Belfast y graduado en Oxford, vino en auxilio de sus colegas santafesinos, entre ellos Manuel Rodríguez, suegro del gobernador, que no habían podido aliviar al enfermo. Lepper dispuso el inmediato traslado a Buenos Aires, donde se hallaba el 15 de enero de 1837.
Mirá tambiénEl triste abandono de la estancia Colastiné, que perteneció al brigadier LópezDurante su marcha, que duró una semana en medio de lluvias persistentes, el Brigadier sufrió en San Lorenzo "la novedad acostumbrada de un gran vahído" y tres de menor importancia el día de su llegada a destino. En su primera carta a su delegado Domingo Cullen, López disimula estos hechos, pero su acompañante Manuel Leiva no puede dejar de mencionarlos. El médico irlandés fue optimista, aseguró una pronta mejoría del paciente, tras disponer una dieta rigurosa y administrarle ciertas medicinas. Por ello López y Leiva manifestaban la esperanza de un pronto regreso.
Alarma nacional
Los rumores sobre la enfermedad del Brigadier habían alarmado a los gobernadores del interior. El de Córdoba, Manuel López, pedía noticias a Cullen el 19 de enero, y este le daba el 24 las novedades tranquilizadoras llegadas de Buenos Aires. El cordobés se apresuró a trasmitirlas a sus pares del noroeste atento a la trascendencia nacional del asunto. En la nota dirigida al gobernador de Jujuy, se refiere a López como el "héroe e ilustre campeón de la Nación Argentina". El 20 de abril se hallaba López de regreso en Santa Fe. Había experimentado una mejoría notable y completaba en el campo su convalecencia. Así lo expresaba Cullen en carta a Ibarra del 8 de mayo.
¿Cuál era la enfermedad que aquejaba al caudillo? La versión de que López sufría una tuberculosis responde a la tradición de que evidenciaba un proceso de consunción o tisis, con gran complicación de las vías respiratorias. El doctor Federico Cervera en su "Historia de la Medicina en Santa Fe" explica que el conocimiento de la tuberculosis por aquella época era muy imperfecto y que dichos síntomas también podrían responder, entre otras patologías, a una supuración crónica del pulmón, un cáncer de lenta evolución o una cardiopatía.
La pronta mejoría experimentada por López en Buenos Aires hace suponer a Cervera que el mal bien pudo consistir en una cardiopatía descompensada que el doctor Lepper acertó a corregir rápidamente administrando una adecuada medicación cardiopática, que bien pudo haber sido la digital, traída posiblemente por el médico europeo desde Inglaterra, donde era conocida desde el siglo XVIII.
"Todo lo exige esta infortunada patria"
A partir de entonces López interviene con menos frecuencia en los asuntos de gobierno, delegando en Cullen lo principal de la tarea. Sin embargo, los sucesos de primer orden del año 1838 (guerra con la Confederación Peruano- Boliviana, situación de la Banda Oriental y el bloqueo francés a Buenos Aires) le impiden mantenerse al margen. Su carta del 5 de mayo a Manuel López revela el pensamiento del Brigadier con respecto a la cuestión francesa. Señala que, si bien el conflicto aparecía como un incidente producido entre Francia y la provincia de Buenos Aires, el "honor de la República" quedaba comprometido ante la actitud bloqueadora, por lo que era necesario apoyar a Rosas.
Es por entonces cuando decide enviar a su ministro Cullen a Buenos Aires para tratar con Rosas el delicado asunto y con tal motivo le escribe al "restaurador" señalando: "Mi salud continúa siempre achacosa y es no pequeño el sacrificio que he hecho de la separación del señor Cullen, pues aquella no me permite contracción a los negocios públicos sin que se resienta notablemente. Más todo lo exige esta infortunada patria".
En los primeros días de junio el Brigadier sufre una recaída muy violenta. Encarga a Manuel Leiva que se ocupe de las cuestiones más urgentes y este comenta al correntino Berón de Astrada del día 12 que "le acometió un resfriado tan fuerte, con una tos tan constante y tenaz, que le hizo revivir sus antiguos dolores y penalidades; de estas resultas nos ha dado un buen susto".
Agregaba que a la fecha se hallaba algo mejor, por lo que creía que saldría delante de esta nueva crisis. Pero el ataque recrudece y el día 14 el mismo López, en un gesto desesperado pide a Leiva que solicite al gobernador de Córdoba el inmediato envío de un médico. El pedido se hace al instante -eran las tres de la tarde- y un chasque sale al galope desenfrenado hacia la ciudad mediterránea.
Pero ya es tarde para todo: al día siguiente un nuevo mensajero sigue los pasos del anterior. El Brigadier ha fallecido a las cuatro y media de la tarde "en fuerza de un violento ataque" tras recibir los auxilios espirituales del padre José de Amenábar, su amigo y asesor. Ese mismo día, la Sala de Representantes designó a Domingo Cullen como gobernador provisorio, teniendo en cuenta la gravedad de la dolencia de López que anunciaba un desenlace inminente. Encontrándose el ministro en Buenos Aires, sería reemplazado hasta su regreso por José Elías Galisteo.
Crisis nacional tras la muerte de López
La noticia de la muerte del Brigadier sembró la inquietud entre los gobernadores y el mismo Rosas debió alertarse ante sus imprevisibles consecuencias, en medio de las tensiones de aquellos días, especialmente cuando Fructuoso Rivera había vencido al presidente Oribe en la Banda Oriental el mismo día de la muerte de López en la batalla del Palmar. Con veinte años de gobierno, Estanislao López era el decano de los gobernantes de la Confederación.
Nadie había permanecido tanto tiempo en el poder desde iniciada la revolución y nadie había reunido en una sola persona tantos pergaminos: soldado de las guerras revolucionarias, vencedor tres veces de Buenos Aires; defensor exitoso de su provincia cuando las invasiones de Díaz Vélez, Balcarce, Belgrano, Ramírez y Lavalle; dos veces general en jefe de los ejércitos de las provincias federales; general con mando en la guerra con Brasil; principal firmante de los acuerdos interprovinciales; protector de refugiados políticos (Rosas, Bustos, Ibarra, Rivera, Lavalleja, Castañera); sostenedor de la Convención Nacional de 1829 y de la Comisión Representativa de 1831; indignado impugnador de la invasión inglesa sobre Malvinas y principal defensor del proyecto federal de organización nacional.
Sin la conducción de López el federalismo de las provincias quedó sin cabeza y el equilibrio que el Brigadier sostenía en sus relaciones con Rosas desapareció, por lo que pronto se extendió una crisis política nacional con gran derramamiento de sangre que incluyó levantamientos en Corrientes y en el noroeste y la muerte de Domingo Cullen fusilado por orden del gobernador de Buenos Aires.
(*) Contenidos producidos para El Litoral desde la Junta Provincial de Estudios Históricos.
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