Nos escribe Mariela (42 años, Ushuaia): "Hola Luciano, ¡feliz año nuevo! Aunque más bien te escribo a partir de una mala situación. Soy soltera, separada después de una relación de varios años. En fin, volví a las pistas. Y resulta que estuve saliendo durante meses con un chabón que, de buenas a primeras, se esfumó. Cuando lo encaré me dijo que estaba todo bien, pero que él no estaba en ese momento para nada serio. Yo leí en uno de tus libros esto mismo que decís, te juro que no sabía que era literal. Recuerdo que en tu libro (La pareja en disputa) vos decís que es una disociación, en la que se desconoce el tiempo, como si este no produjese ningún efecto por sí mismo. Yo no me imaginé que esto era así tal cual y pensar que lo había escuchado mil veces. Así que, ¿no me disocié un poco yo también? Estoy tan sorprendida que por eso me animo a escribirte, para que me ayudes a pensar por qué no funcionó y cuál puede ser mi parte en todo esto también. ¿Cómo no la vi venir?".
Querida Mariela, muchísimas gracias por tu mensaje, que representa la primera nota de este año. La elegí por el tono, no solo por el tema. Me importa especialmente la fuerte actitud reflexiva con que te presentás. En principio, me parece importante esta actitud porque la que te ocurrió es una de esas situaciones en las que podría decirse: "No tengo nada que ver en esto que me pasó". Y sin embargo, planteás que algo de todo esto te implica.
"¿Cómo no la vi venir?", preguntás. Lo cierto es que a veces viene y solo la ves en el momento en que ya te pasó por arriba. Preguntarse por la propia participación en algo que vivimos no quiere decir culparse; al contrario, es para renunciar a la victimización. Por otro lado, en este tipo de circunstancias -para pensar- conviene extremar las ideas para poder verlas mejor (si seguimos con la imagen visual). Así que para todo lo que voy a desarrollar a continuación conviene leerlo dos veces, en la segunda con matices.
Ahora sí, vayamos a la idea: muchas veces alguien se sorprende cuando la persona con la que se venía viendo desde hacía tiempo, desaparece o interrumpe el vínculo de repente, o bien dice que no quiere nada serio. Como vos transmitís, Mariela, se genera un sentimiento de estafa: "Pero si nos vemos hace meses, si hablamos todos los días, etc". El punto es que esto no quiere decir nada. Así de fuerte: nada. Porque lo único que genera algún tipo de cercanía real entre dos personas es compartir, alternativamente, el mundo del otro.
Mirá tambiénUna pareja no es un equipoEn los casos que menciono, como aparentemente lo es el tuyo, la mayoría de las veces dos personas crean un mundo artificial e imaginario que está separado del mundo de ambos. En ese mundo no hay tiempo, por lo tanto da lo mismo que haya pasado una semana o un año. Lo que no tiene tiempo, no es real. Lo único que vuelve real el vínculo con alguien es la integración a la vida cotidiana: conocer la casa, a los amigos o parientes, los lugares por los que anda y ocupar un espacio en esos lugares. Sin eso, no hay más que intenciones; quizá las mejores, pero no son más que intenciones, sin realidad.
No es raro escuchar -como en tu caso, Mariela- a alguien sufrir por una relación que se termina después de ese tiempo sin tiempo, en el que se hicieron declaraciones y promesas sin sustancia, en el que faltó esa integración de mundos. Al principio, en el enamoramiento esto es algo inevitable, pero en el enamoramiento justamente no hay vínculo. Este viene después. Lo que sorprende en estos casos es la falta de vínculo, donde se creía que lo había. Ahora bien… ¡También sorprende que esto sorprenda!
Me refiero a que sorprende que alguien crea que hay un vínculo donde no lo hay. Esta es la pregunta valiente que vos te querés hacer. Es como cuando alguien dice que otro es un amigo solo porque se ven de vez en cuando en cierto lugar. Muchos de los términos en inglés que surgieron en estos años para codificar una desregulación de las relaciones afectivas se basan en desconocer que no había un vínculo donde se creía que lo había.
Ahora bien, la cuestión no es interrogar las condiciones de un vínculo inexistente, sino de la creencia en eso que no existe. En este punto, además, alguien podría decir que hay dos variantes a los casos que mencionó: los amantes y quienes van de 0 a 100 en un día. Por un lado, dos amantes se ven y mantienen el tiempo compartido, tal vez por años, (los dos, o tal vez uno de ellos), por fuera del resto de su vida (trabajo, familia, etc.) y sin duda le daríamos a esto el estatuto de vínculo. Por otro lado, hay quienes rápidamente integran al otro a su vida cotidiana, amistades, familiares y esto no hace necesariamente que el vínculo sea más "creíble". Es como si lo que buscasen fuese una figurita para una foto.
Mirá tambiénLa raíz inconsciente de la parejaSi consideramos estas dos situaciones, en el primer caso, pareciera algo tácito el límite de la relación, que son amantes y esto no incluye otras expectativas; en el segundo caso, es claro que la inclusión inmediata del otro podría no ser una integración, sino todo lo contrario. Más que ser desvíos, estos dos casos funcionan como excepciones que confirman una regla. Una muy dolorosa, creo que por eso tratamos de encontrar varios contraejemplos. Nadie quiere sentirse en esa posición desilusionada.
Por eso, querida Mariela, de regreso al principio, creo que es muy valiente que te hayas animado a traer tu pregunta e inquietud y eso nos permita pensar en lo complicado del tema, como dije antes, extremando las ideas -diciéndolas crudamente- para después detenernos en los matices. La pregunta que nos queda es por qué creemos en una ilusión, cuando de antemano ya tenemos todos los elementos para saber que es una ilusión. Seguramente sobre esto habremos de volver en una próxima columna.
No es raro escuchar a alguien sufrir por una relación que se termina después de ese tiempo sin tiempo, en el que se hicieron declaraciones y promesas sin sustancia, en el que faltó esa integración de mundos. Al principio, en el enamoramiento esto es algo inevitable, pero en el enamoramiento justamente no hay vínculo. Este viene después. Lo que sorprende en estos casos es la falta de vínculo, donde se creía que lo había. Ahora bien… ¡También sorprende que esto sorprenda!
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