Por Ana Luisa Natta y Daniela Mendieta
Por Ana Luisa Natta y Daniela Mendieta
En la complejidad de los contextos educativos contemporáneos, la diversidad emocional se posiciona como un eje central en la construcción de espacios de aprendizaje verdaderamente inclusivos y significativos.
Las aulas no son solo escenarios de transmisión de conocimientos, sino también ámbitos donde convergen realidades únicas, experiencias diversas y subjetividades que atraviesan tanto a infancias y adolescencias como a los adultos de referencia.
Cada estudiante llega con una historia, un bagaje emocional y una forma particular de interactuar con el conocimiento, lo que demanda una mirada pedagógica más amplia y flexible.
La investigación psicológica ha demostrado de manera consistente la estrecha interrelación entre cognición, emoción y conducta en el desarrollo humano. Lejos de representar un obstáculo, el mundo emocional es un motor fundamental para el aprendizaje a lo largo de la vida.
Las emociones influyen en la concentración, la memoria y la disposición para aprender, ofreciendo una perspectiva clave para comprender las distintas maneras en que los estudiantes procesan la información y construyen significados.
No podemos seguir sosteniendo prácticas homogeneizadoras basadas en la estandarización y en el cumplimiento de objetivos rígidos. La verdadera riqueza del aprendizaje radica en la heterogeneidad, en el reconocimiento de la diversidad como un punto de partida para generar conocimientos relevantes y adaptados a las necesidades individuales.
La pregunta es: ¿cómo logramos esto? La clave está en la construcción de ambientes educativos seguros e inclusivos, donde la diversidad emocional sea validada y comprendida. Fomentar un clima de respeto y aceptación permite que cada estudiante se sienta valorado y tenga la confianza para expresar sus emociones y buscar el apoyo necesario.
Cuando la educación integra la diversidad emocional como un eje transversal, se fortalecen competencias esenciales como la empatía, la comunicación efectiva y la resolución de conflictos, habilidades fundamentales tanto para la convivencia dentro del aula como para la vida en sociedad.
Además, este enfoque potencia la resiliencia, un factor clave para el bienestar emocional y el rendimiento académico.
Brindar herramientas para gestionar las emociones, tomar decisiones éticas y construir relaciones interpersonales saludables no solo impacta en la trayectoria educativa de los estudiantes, sino que también los prepara para afrontar los desafíos del mundo actual con mayor seguridad y autonomía.
Comprender e incorporar estos conocimientos en la práctica docente es una necesidad impostergable. La formación de educadores debe integrar estrategias que les permitan transformar su enseñanza, optimizar los procesos de aprendizaje y resignificar los contenidos curriculares desde una perspectiva integral, basada en el respeto, la empatía y la valoración de cada estudiante en su singularidad.
Las aulas emocionalmente inteligentes representan un enfoque que prioriza el bienestar emocional y social, además del aprendizaje académico. Este modelo promueve entornos donde los estudiantes no solo adquieren conocimientos, sino que también desarrollan habilidades emocionales fundamentales para su crecimiento personal y colectivo.
En este contexto, es imprescindible cuestionar la estructura tradicional de la enseñanza, que en muchas ocasiones impone dinámicas rígidas y genera barreras para el aprendizaje. Un aula emocionalmente inteligente busca superar estos obstáculos mediante estrategias que favorezcan la inclusión, el reconocimiento de la diversidad emocional y la creación de un ambiente seguro y estimulante.
Un espacio educativo con este enfoque promueve el desarrollo del autoconocimiento, la empatía, la autorregulación emocional y las habilidades sociales.
También fomenta la resolución de conflictos, la colaboración entre pares y el involucramiento de las familias en el proceso educativo. Además, otorga herramientas para manejar el estrés y la ansiedad, aspectos fundamentales para el bienestar integral del estudiantado.
Para consolidar este modelo, es clave implementar acciones concretas que favorezcan el desarrollo emocional del alumnado.
Construir un entorno donde los estudiantes se sientan seguros para expresar sus emociones, fomentar el diálogo abierto, modelar comportamientos emocionales positivos por parte de los docentes, enseñar técnicas de autorregulación emocional, incentivar el trabajo en equipo y utilizar la literatura y las historias como recursos para la reflexión son algunas de las estrategias más efectivas.
La educación emocional no es un complemento, sino un pilar fundamental del proceso educativo. Incorporar este enfoque en las aulas no solo mejora el bienestar y el desempeño académico de los estudiantes, sino que también contribuye a la construcción de una sociedad más empática, equitativa y resiliente.
En conclusión, la integración de la diversidad emocional en las prácticas educativas no solo responde a una necesidad ética, sino que también representa una estrategia clave para la transformación de la enseñanza. Apostar por aulas emocionalmente inteligentes es apostar por un aprendizaje más humano, significativo e inclusivo.
Este tema se profundizará en la diplomatura “Construcción de Aulas Emocionalmente Inteligentes”, que comienza de modo virtual el 4 de abril. Este trayecto formativo se enmarca en un ciclo de 6 diplomaturas universitarias en instituciones educativas y salud mental, de 16 semanas de duración, propuesto por la Facultad de Psicología de la UCSF y Fundación Perfiles “Centro para el Desarrollo Humano”.
La propuesta está orientada a capacitar a docentes, directivos, equipos profesionales que trabajen en ámbitos educativos y estudiantes avanzados de carreras afines. La modalidad es virtual, con clases sincrónicas y asincrónicas, con evaluación y una certificación expedida por la Universidad Católica de Santa Fe. Otorga puntaje para la carrera docente (según jurisdicción).
Los interesados en inscribirse al ciclo completo o a algunas diplomaturas en particular, pueden comunicarse al correo: [email protected]
* Decana de la Facultad de Psicología de la UCSF. Docente, investigadora, Licenciada en Psicología y Especialista en Psicología Clínica.
** Secretaria de Ciencia, Técnica y Extensión de la Facultad de Psicología de la UCSF. Docente, investigadora, Licenciada en Psicología.
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