Con aire sobrador, tratando de ignorar todo lo posible a su anterior contricante, Kamala Harris, el millonario neoyorquino dedicó su primer discurso para anticipar lo que luego habría de convertir en una serie de decisiorios.
El tsunami que se desató el 20 de enero con epicentro en el Capitolio de los Estados Unidos de América aún sigue su curso, generando adhesiones y rechazos. Todos aguardaban no solo que Donald Trump jurase en su segundo mandato y volviese a mostrar su costado de magnate fanfarrón dispuesto a llevarse el mundo por delante, sino que querían ver si era o no China el enemigo a vencer. Cumplió con gran parte de lo prometido y dio la sorpresa con un bloque de medidas que apuntan hacia otro un grave problema interno: el consumo de fentanilo ilegal.
Con aire sobrador, tratando de ignorar todo lo posible a su anterior contricante, Kamala Harris, el millonario neoyorquino dedicó su primer discurso para anticipar lo que luego habría de convertir en una serie de decisiorios.
En la apertura, un cambio, habló de la “era dorada” que acababa de nacer, una vuelta de tuerca sobre el “hacer grande a América otra vez”. A sus espaldas, el expresidente Joe Biden escucha como habrá una batería de medidas para desterrar a la burocracia innecesaria y terminar con personal con tareas poco productivas.
El expansionista retomó la vieja idea de su anterior gestión sobre el destino de Groenlandia como un “reaseguro” en el tema de la defensa de los Estados Unidos; sumó la idea de cambiar el nombre de Golfo de México por el Golfo de América; volvió a amenazar con recuperar el canal de Panamá porque “se lo dimos al gobierno de Panamá y a su pueblo, no a China” y, casi recordando el célebre discurso de John Kennedy sobre “Why the Moon”, tiró sobre la mesa la nueva meta espacial tripulada: Marte. Atrás celebraba con saltitos otro millonario puesto a funcionario, Elon Musk.
En su pelea contra el wokismo Trump anunció que su país reconocerá solamente dos géneros con lo que busca una sociedad donde no importe el color y que “esté basada en el mérito”, hachando de raíz las ideas dominantes de la gestión Biden/Harris. También aseguró que en su país habrá una amplia política de libre expresión por lo que “nunca más se utilizará el inmenso poder del Estado para perseguir a los oponentes políticos”. En ese marco postergó el funciionamiento de la red social Tik Tok por 75 días a la espera de un socio norteamericano que rebaje la proporción china de la exitosa app.
Pero lo que resonó muy fuerte en los oídos latinos fue la decisión de declarar la emergencia nacional en la frontera con México y el envío de tropas para detener la “invasión” de migrantes. Junto con ello anuló el uso de la aplicación CBP One que permitía el ingreso declarado de migrantes desde la frontera sur y anticipó que se volverá al programa “Quédate en México” obligando a los migrantes -sean de cualquier nacionalidad- a quedarse en territorio mexicano e imposibilitado de ingresar a los EE.UU.
El siguiente bombazo fue la declaración de los cárteles narcos de México como organizaciones terroristas al invocar la Ley de Enemigos Extranjeros, de 1798, instó al uso de todos los medios federales de los que el gobierno disponga para “eliminar la presencia de todas las bandas y redes criminales extranjeras”. Al otro lado del río Bravo se esperaban algunos anuncios pero este resonó muy fuerte junto con la decisión de penalizar con retenciones a productos de Canadá y México por no contener el tráfico ilegal de personas y de fentanilo.
Trump cargó fuerte contra el tráfico fentanilo ilegal -hay uno medicinal que está estrictamente regulado- debido a la catástrofe que provoca en el territorio norteamericano y sobre todo en algunas ciudades que ven cómo crece la población de “zombies” que consumen este droga sintética producida en China y que entra por las fronteras a los Estados Unidos. Portland, Filadelfia y otras muchas ciudades norteamericanas tienen ghetos en los que los consumidores de fentanilo se reúnen generando una postal sobrecogedora: arqueados sobre sí mismos, como marionetas sin sus hilos; los llamados “zombies” siguen incrementándose al igual que la cantidad de fallecidos por sobredosis. El Centro Nacional de Estadísticas en Salud de los EE.UU. ponderó unas 80.000 muertes por esta causa para el 2024. Ese es el objetivo de Trump, una cuestión de salud, pero evaluada desde su posición, una cuestión económica importante.
Las críticas hacia la gestión de Biden fueron que tomaba el problema como una cuestión médica y que lo que alentaba era el desarrollo de otras drogas como la naloxona -utilizada para combatir los efectos del opiode sintético- pero que no trabajaba sobre la base del problema que era el narcotráfico. El temor es que ahora la nueva administración desate una guerra poderosa contra el ingreso de fentanilo y que descuide el frente interno. Tropas y soldados contra los cárteles pero con poca respuesta sanitaria. La alternativa es el término medio, pero resulta dificil imaginar una respuesta de ese calibre en el Universo Trump.
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