En el verano de 1964, se inauguró en el foyer del auditorio del Casino de Mar del Plata una exposición de la escuela Bauhaus. La misma permitió al público contemplar y analizar “verdaderos documentos” de las artes visuales.
En febrero de 1964, una muestra de la escuela de arte se abrió en la ciudad costera, con más de 150 piezas. Recordamos un artículo alusivo del crítico Jorge Taverna Irigoyen.
En el verano de 1964, se inauguró en el foyer del auditorio del Casino de Mar del Plata una exposición de la escuela Bauhaus. La misma permitió al público contemplar y analizar “verdaderos documentos” de las artes visuales.
La muestra estaba compuesta por más de 150 piezas documentales, distribuidas en nueve ambientes según los distintos detalles, clases y laboratorios.
La composición: paneles, obras de arte, esquemas, maquetas, reproducciones, libros, gráficos, ejemplos ilustrativos de arquitectura, cine, óptica, pintura, diseño industrial.
El sábado 15 de febrero de 1964, el crítico de El Litoral, Jorge Taverna Irigoyen, publicó una reseña sobre esta muestra.
“En 1919, Walter Gropius fundó en Weimar, Alemania, la Bauhaus (Casa de la Construcción), que sería con el tiempo uno de los acontecimientos más fundamentales dentro de las artes aplicadas”, indica Taverna en su artículo.
“Llamado a suceder al arquitecto y teorizador belga Henri Van de Velde en la escuela de Bellas Artes de esa ciudad, Gropius continuó en un sentido programático y revisionista los principios del Werkbund, que propugnaba una arquitectura despojada de todo elemento superfluo, atenta a lo decididamente ‘funcional’”, prosigue.
“Para poner en práctica sus principios de alta pedagogía, Gropius llamó para que colaboraran en la enseñanza a maestros no enrolados directamente con las disciplinas arquitectónicas”, remarca.
“Así fue que, junto a artesanos anónimos, comprometió a valores de avanzada como Klee, Kandinsky o Feininger, y aun jóvenes artistas desconocidos como Moholy-Nagy y Schlemmer”, agrega.
“La Bauhaus, en un trabajo cernido y de altos principios, revolucionó saludablemente las viejas preceptivas, reuniendo en una nueva arquitectura todas las disciplinas de las artes y de los oficios”, sostiene luego.
“En la vieja idea del arte total, de la síntesis de las artes en un connubio de felices experiencias, la escuela funcionó durante catorce proficuos y densos años”, indica.
“Las enseñanzas se extendieron a un número considerable de actividades: desde la arquitectura que se dominaba palmariamente, pasando por las artes gráficas, el cine, la fotografía, la decoración teatral y las denominadas artes menores”, prosigue.
Esta ‘escuela superior de creación’, como fue llamada frecuentemente, desarrolló su investigación sobre los elementos primarios y geométricos del ejercicio plástico, el estudio de las leyes particulares de cada uno de los oficios y de las condiciones de cada una de las materias con que habían de trabajar”, comenta.
“Este potente esfuerzo de análisis que fue continuado desde 1930 bajo la dirección de Mies van der Rohe, y que tomó todos los ángulos de la técnica de la construcción, el buen diseño y las artes puras, se dispersó finalmente en 1933”, explica Taverna.
Y finaliza: “su fundamental revolución histórica es, como bien lo recordara alguna vez el gran esteticista Max Bill, no una enseñanza de arte, sino una enseñanza destinada a formar los espíritus para la observación y la realización más racionalista”.
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