Llegado desde el fin del mundo, el Papa Francisco, primer Papa latinoamericano y jesuita, marcó la vida de la Iglesia por una serie de reformas y desafíos. Desde su elección en 2013, Francisco trabajó para hacer a la Iglesia, que siempre está en reforma, más misionera, una Iglesia “en salida”, como le gustaba decir a él, que no se quede en la sacristía.
A su vez, promovió la transparencia y la rendición de cuentas en la Curia Romana y luchó arduamente contra el “crimen” de los abusos sexuales en el clero. Exhortaba a los sacerdotes a ser “pastores con olor a oveja”, a salir a las calles a mezclarse como la gente y no esperar en la sacristía.
Universalizó el magisterio de los obispos del CELAM en Aparecida, llamando a todos a descubrirse discípulos y misioneros, en misión permanente, hacia las periferias de la vida. Así lo puso de manifiesto en su texto programático “Evangelii Gaudium”.
No se puede dejar de mencionar la reforma del Código de Derecho Canónico, introduciendo varios cambios en distintos cánones y reformando totalmente el libro dedicado a los delitos y las penas.
Deja el Pontífice a la Iglesia en pleno camino sinodal, buscando nuevos rumbos para el anuncio del Evangelio, invitando a la participación, la comunión y la misión, para que la Iglesia amplie sus límites y cobije a “todos, todos, todos”.
A continuación, echaremos un vistazo a algunos de estos grandes cambios que el Pontífice argentino difunto promovió y el legado que nos deja.
Reforma de la Curia romana
Una de las reformas más significativas del Papa Francisco ha sido la reorganización de la Curia Romana, plasmada en la constitución apostólica «Praedicate Evangelium».
En efecto, el 13 de abril de 2013, a sólo un mes de iniciado su ministerio apostólico como Sucesor de San Pedro (elegido el 13 de marzo de 2013), designó un grupo de ocho Cardenales a los que confió dos funciones principales: 1) aconsejarlo en el gobierno de la Iglesia universal y 2) elaborar un proyecto de revisión y reforma de la Constitución Apostólicas de Juan Pablo II sobre la Curia Romana Pastor Bonus (promulgada el 28 de junio de 1988).
Es prudente pensar que para el Papa Francisco la reforma de la Curia Romana es una tarea prioritaria y a la que, además, le dedica no pocas de sus energías, como podremos apreciar luego, atendiendo a la multiplicidad de cambios que constantemente está produciendo. La necesidad de introducir reformas importantes en esta institución de 430 años de vida lo expresó el Sumo Pontífice en al menos tres ocasiones con toda claridad y contundencia. Lo hizo por vez primera el 22 de diciembre de 2014 en el Discurso a la Curia Romana con ocasión de la Navidad7. A partir de la imagen paulina de la Iglesia como Cuerpo, del cual Cristo es la Cabeza, el Pontífice expresó: “Es bonito concebir la Curia Romana como un pequeño modelo de la Iglesia, es decir, como un “cuerpo” que intenta, seria y diariamente, ser más vivo, más santo, más armonioso y estar más unido en sí mismo y con Cristo”. Estas palabras, analizadas desde un punto de vista negativo, exponen lo que le falta a la Curia Romana, (a los miembros de la misma, por decirlo con más exactitud), es decir, que no intentan muchos de ellos una cotidiana conversión, que no se comportan unidos como miembros del mismo cuerpo y que esta desunión, tiene como fundamento último la falta de comunión con Cristo. A este análisis no es necesario hacerles ninguna aclaración a los efectos de interpretar correctamente lo que el Santo Padre quiso manifestar: les falta vida auténticamente cristiana; deseos y esfuerzos por crecer en el camino de la santidad; falta de idoneidad en el cumplimiento de sus obligaciones pastorales, misionales y testimoniales; etc. En el contenido central del discurso el Papa desarrolló lo que él mismo tituló “el catálogo de las enfermedades” que pueden atacar y debilitar ese cuerpo eclesial que es la Curia Romana, que es un cuerpo vivo, cambiante y, por lo mismo sujeto a gozar de salud o, por el contrario, de padecer distintas enfermedades. Mencionó en total quince enfermedades, las cuales van de-formando el Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia, y desfiguran su rostro luminoso de Esposa del Cordero (Ap. 21, 9). Las “enfermedades” que señaló fueron éstas: el sentirse irremplazable e imprescindible; la excesiva laboriosidad (la llamó “martalismo”, en relación a Marta, hermana de Lázaro y María: Lc. 10, 38-42 y Jn. 11, 1-2); el endurecimiento mental y espiritual (cerrazón de la mente y el corazón); la descordinación; el Alzheimer espiritual u olvido de la dimensión trascendente de la vida; la rivalidad y la ostentación; la hipocresía (que produce una esquizofrenia espiritual o dualismo de vida); las murmuraciones y los chismes; la amargura interior que se traduce en el rostro tenso y en las actitudes de falta de acogida cordial del otro; la avaricia y el apego desmedido a los bienes mundanos. Al año siguiente fue la segunda intervención en la misma perspectiva, a partir del sentido de la palabra “misericordia”, propuso un “catálogo de las virtudes necesarias para quien presta servicio en la Curia y para todos los que quieren hacer fecunda su consagración o su servicio en la Curia y para todos los que quieren hacer fecunda su consagración o su servicio a la Iglesia”. En dicho discurso expresó su concepción acerca de la necesaria reforma de la Curia Romana como una mutación o, mejor, como una “transformación”; es decir, tiene que ser un cambio que se da hacia adelante, mejorando su cualidad; un cambio que implica un crecimiento hacia arriba, hacia lo más perfecto, siempre con el anhelo de crecer y superarse en calidad, es decir, en la búsqueda constante de la perfección y ésta en sentido cristiano, encaminada a la santidad. Por tercera vez manifestó el Papa Francisco la necesidad de reforma constante que debe tener la Curia Romana. En realidad, se refería a la necesidad de reforma que necesitan las “personas” que prestan su servicio en la Curia Romana, sin lo cual es imposible que se transformen y cambien las “estructuras” o instituciones. Esta vez en su Discurso a los miembros de la Curia Romana les trazó los criterios-guía que requiere una auténtica reforma. Indicó doce elementos indispensables, a saber: la individualidad (la conversión personal); la pastoralidad; la misionariedad; la racionalidad; la funcionalidad; la modernidad; la sobriedad; la subsidiariedad; la sinodalidad; la catolicidad; la profesionalidad y la gradualidad.
Tolerancia cero ante los abusos
El Papa Francisco, tomando la posta de su antecesor Benedicto XVI, ha sido un defensor de la tolerancia cero ante los abusos sexuales en la Iglesia, no sin dificultades, criticas y resistencias. Diagnosticó el clericalismo, el ejercicio del poder dentro de la Iglesia por parte de unos pocos que no rinden cuentas, como el núcleo de la crisis. Para abordar el problema, en 2019 celebró una cumbre sin precedentes de cuatro días en el Vaticano, donde los sobrevivientes se dirigieron a cardenales y obispos y formularon una serie de recomendaciones. Para hacer frente a este verdadero flagelo creo el Consejo para la tutela de los menores y legisló claramente para afrontar el problema de los abusos, incluyendo procedimientos para responsabilizar a los obispos por encubrimientos y la eliminar la obligación de secreto en las investigaciones de abusos; estableció la obligación legal de denunciar los abusos y ordenó cambios radicales en el derecho canónico de la Iglesia para reconocer que los adultos vulnerables pueden ser víctimas de abuso y que los laicos en cargos oficiales pueden ser considerados responsables.
Transparencia económica y lucha contra la corrupción
La Iglesia sinodal “necesita una cultura y una praxis de transparencia y de rendición de cuentas” en temas como los abusos sexuales y los escándalos financieros. Para lo cual el Papa argentino promovió la transparencia en las finanzas vaticanas, impulsando una auditoría del Instituto para las Obras de Religión y reforzando el control sobre inversiones y licitaciones. La condena del cardenal Angelo Becciu por fraude financiero es un ejemplo de que las reformas también alcanzan las altas esferas de la Santa Sede.
Así también llamaba a una “lucha incesante contra la corrupción”, uno de los flagelos más lacerantes del tejido social, porque perjudica gravemente a las personas con la ilusión de ganancias fáciles y el empobrecimiento de todos: “Hay que conceder un lugar preponderante a una sana política, capaz de reformar las instituciones, coordinarlas y dotarlas de mejores prácticas, que permitan superar presiones e inercias viciosas. Sin embargo, hay que agregar que los mejores mecanismos terminan sucumbiendo cuando faltan los grandes fines, los valores, una comprensión humanista y rica de sentido que otorguen a cada sociedad una orientación noble y generosa” (Carta encíclica 181).
El rol de las mujeres
La reforma de la Curia Romana ha permitido que los laicos, incluyendo mujeres, ocupen cargos importantes en el Vaticano. Papa Francisco ha reiterado en varias ocasiones su deseo de abrir más espacios para las mujeres en la Iglesia, valorando sus capacidades para el afrontamiento de diversas cuestiones. Llegó a decir que donde hay mujeres las cosas se hacen mejor y se resuelven más rápido. La designación de mujeres en roles clave, como la dirección de los Museos Vaticanos, la subdirección de la Oficina de Prensa del Vaticano, la presidencia de la Gobernación de la Ciudad del Vaticano y una religiosa Prefecta del Dicasterio de los Institutos de vida consagrada, es muestra concreta de la decisión del Papa. Además, determinó la participación de los laicos y las mujeres en la Asamblea del Sínodo de los Obispos con derecho a voto.
Reforma de los procesos de nulidad matrimonial
El Papa Francisco a través del motu proprio “Mitis Iudex Dominus Iesus”, simplificó y agilizó los procesos de nulidad matrimonial, permitiendo a los obispos diocesanos actuar como jueces en casos evidentes de nulidad. Esta reforma busca hacer que los procesos sean más accesibles y rápidos para los fieles que buscan claridad sobre la validez de sus matrimonios.
La diplomacia de Papa Francisco
También ha sido transformadora su tarea diplomática y el diálogo con el mundo, priorizando la salida hacia con las periferias y con religiones no cristianas. A lo largo de su pontificado, ha visitado regiones marginadas y ha promovido el multilateralismo, como lo demuestra su mediación en el restablecimiento de relaciones entre Cuba y Estados Unidos.
Sin embargo, su acercamiento al islam y otros líderes religiosos no ha estado exento de desafíos. Su postura frente a conflictos internacionales, como la guerra en Ucrania, también ha generado tensiones, especialmente con la Iglesia ortodoxa rusa.
Desafíos y controversias
Estas reformas enunciadas han tenido un impacto significativo en la estructura y misión de la Iglesia católica; han abierto un nuevo capítulo en la historia eclesial. Sin embargo, la Iglesia Católica sigue enfrentando desafíos y controversias: la continuación de la lucha para prevenir los abusos sexuales, el rol de la mujer, los migrantes y la relación con las comunidades LGBTQ+, son algunos de los temas que siguen siendo objeto de debate y discusión.
Las reformas propiciadas por el Papa Francisco han abierto un debate sobre el futuro de la Iglesia, la han sacudido, la sacaron de la comodidad. Con la incorporación de cardenales jóvenes y provenientes de las periferias, Francisco asegura que las transformaciones continuarán incluso después de su pontificado, marcando un camino de mayor apertura y cercanía con los fieles. Dios quiera que así lo entiendan los Cardenales reunidos en le Conclave para elegir al sucesor.
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