En defensa de la fe católica y contra los "filósofos impíos"
Una representación de la religiosidad santafesina de la época de Estanislao López: "Procesión de La Purísima", cuadro de Nicolás Cotanda (1852-1898).
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A comienzos de 1824, el vicario apostólico Giovanni Muzi, el presbítero Juan Sallusti y un joven canónigo romano, Juan María Mastai-Ferreti -quien a partir del 16 de junio de 1846 se transformará en el papa Pío IX-, hicieron un alto en nuestro país, antes de su llegada a Chile por gestión de Su Santidad, León XIII. La preocupación de los clérigos había residido en el cariz antirreligioso del gobierno de Buenos Aires, justificando este paso, antes de cruzar la cordillera.
En la mañana del 21 de enero visitaron la villa del Rosario, donde Muzi ofició misa y confirmó a un millar de fieles en aquella capilla. Luego, cambiaron caballos en la posta de la Guardia de la Esquina -actual San José de la Esquina- continuando hacia la provincia de Córdoba, pero sin pasar por la ciudad de Santa Fe.
Escriben los diputados santafesinos
Al año siguiente, los viajeros pontificios llegaron al Uruguay para embarcarse de regreso a Europa. Atento a ello, las autoridades santafesinas enviaron la primera carta, el 28 de enero de 1825, explicando la posición de su gobierno en el Congreso Constituyente de Buenos Aires y lamentando no haber podido recibir a de Su Excelencia. De estas cartas, publicadas por Avelino Ignacio Gómez Ferreyra S.J. en 1970 ("Viajeros pontificios"), surge el lugar central que ocupaba la religión católica en la sociedad santafesina y las reservas que despertaban las nuevas ideas del liberalismo europeo. La carta estaba dirigida al "Ilustrísimo Señor don Juan Muzi, Arzobispo Filipense y Vicario Apostólico" y decía:
"La Provincia de Santa Fe, representada en los suscribientes miembros de su Junta Legislativa, tiene el honor y complacencia de dirigir a V.I. la presente comunicación, después de frustrados los deseos con que solicitó hospedarle en el tránsito de V.I. hacia las provincias interiores de esta América.
Es bien notorio que la comisión de Naciones de distintos cultos ha ocasionado una muy sensible decadencia a la Religión Católica en el pueblo de Buenos Aires, capital que fue de estas mismas Provincias y a la que aún nos hallamos unidos por lo respectivo al gobierno eclesiástico. Para constituirse el de la Nación se ha convocado a un Congreso General, que ya se halla instalado en el mismo pueblo de Buenos Aires, aunque sin la concurrencia de todos los Representantes que han de componerlo. Pero, al iniciar sus sesiones preliminares, que se han dado al público, ya observamos en algunos de sus Diputados que despliegan sentimientos impíos, nada favorables a la Religión. Este ha sido el principal motivo para que el pueblo de Santa Fe se apresure a enviar su Representante, desprendiéndose al efecto de su propio Párroco (cuya falta no puede llenarse), el Doctor Don José de Amenábar, a quien entregamos esta comunicación para que la traslade a V.I.
El objeto que principalísimamente se le encarga es de que el Congreso sancione como la primera de sus Leyes la observancia de la Religión Católica, con exclusión de todo otro culto público y privado, y que, en consecuencia, se abra comunicación con la Silla Apostólica, como es de absoluta necesidad. Pero a esta Provincia le asisten fundadores temores de que, preponderando los votos contrarios, no se consiga un objeto de tanta importancia, y en tal caso quedaremos absolutamente separados y en un aislamiento que no dejará recurso al centro de la Santa Sede para el gobierno espiritual.
Previendo el cúmulo de males que en este caso podría reportar nuestra Iglesia es que imploramos la protección de V.I., de cuyas altas facultades esperamos que, accediendo a nuestros ruegos, se digne ampliar al expresado nuestro Párroco todas aquellas que V.I. estime necesarias y convenientes para subvenir a las necesidades espirituales que puedan ocurrir en el conflicto que tememos muy cercano".
Firmaban los diputados Juan Alberto Basaldúa (presidente), Juan Manuel de Soto, Ramón Cabal, Cayetano de Echagüe, Francisco Antonio de Quintana (vicesecretario) y José Elías Galisteo.
La carta de Estanislao López
El gobernador Estanislao López también se dirigió al nuncio papal, el 9 de febrero de 1825, manifestándole el fervor piadoso que ilustraba los actos de su gestión:
"Deseoso el Gobierno de esta Provincia de conservar en ella la Religión sin mezcla de los errores que desafortunadamente han grabado en algunas otras, se ha resuelto dirigirse a Su Señoría Ilustrísima para manifestarle francamente el medio que, a su vez, debe ser eficaz para conseguir tan importante objeto; y, como lo cree digno de las miras paternales de S.S.I. y se ve, además, este Gobierno animado por el mejor y más ardiente celo religioso, no puede excusarse de indicarle que en las circunstancias actuales es de la mayor necesidad que se le amplíen al Cura Vicario las facultades necesarias para que pueda expedirse en algunos casos complicados y de trascendencia que pudiera presentar la divergencia de opiniones con el Señor Provisor de Buenos Aires en algunos puntos que ya se han tocado.
Aunque esta materia la cree el Gobierno de Santa Fe sumamente delicada, es por lo mismo que la cree de la mayor importancia, y se atreve a recomendarla a Su S.I., esperando, por el sagrado bien de la Iglesia, no dejará de considerarla hasta no habernos dado el consuelo en el remedio que se le pide o que S.S.I. crea más eficaz para conseguir el fin tan apetecido".
Las cartas del Cabildo y del padre Amenábar
Al día siguiente, el Cabildo santafesino pronunció a monseñor Muzi su saludo para el Santo Padre.
"(…) El Ayuntamiento… ya que no ha tenido la dicha de acoger a V.E.I. en su regazo y defenderlo de tantos insultos y malos tratamientos con que la falsa dominante filosofía apuró la invicta paciencia de V.E.I., quiero a lo menos desde esta distancia besar una y mil veces sus manos, desearle un viaje feliz y, al mismo tiempo, suplicarle se digne asegurar a nuestro Santísimo Padre León XII que en toda esta provincia de Santa Fe no hay un solo filósofo impío, ni recelo alguno de que la falsa filosofía nos separe un punto del centro de la unidad católica, ni de la obediencia debida al Vicario de Jesucristo".
La última carta, fechada el 12 de febrero de 1825, escrita por el padre José de Amenábar, representante santafesino al Congreso reunido en Buenos Aires, resumió:
"(…) Siendo la Religión Católica, Apostólica, Romana, la única y exclusiva de los habitantes de esta América, deberá ante todo establecer su protección, conservando pureza e inviolabilidad, como el primero y principal deber de la Representación Nacional, que no podrá permitir en todo el territorio ningún otro culto ni privado, ni doctrina contraria a la de Jesucristo… si llega ese momento lamentable, en que el Congreso Nacional no se preste a este sagrado pacto y pretenda, a la norma de Buenos Aires, marchar en sus máximas arbitrarias e impías..., ¿no deberá ya romper la Provincia de Santa Fe los vínculos de unidad y proceder con absoluta independencia?"
La cuestión religiosa pasaba a ocupar el centro del debate político en un país dividido, en el que el federalismo se constituyó en principal barrera contra los extremos del liberalismo porteño, pero también contra las ideas monárquicas y el centralismo que quiso imponerse desde aquel Congreso mediante la Constitución de "unidad de régimen" de 1826.
Julio Rodríguez | Contenidos producidos para El Litoral desde la Junta Provincial de Estudios Históricos en el año de su 90º Aniversario (1935- 2025).
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